La Jornada
Mexicanos residentes en Nueva York llevaron a cabo ayer una manifestación frente a la sede del periódico The New York Times para protestar por la publicación de un texto que buscó, sin soporte verificable alguno, generar la impresión de que en 2018 el narcotráfico aportó financiamiento a la campaña electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Independientemente del debate que generó esa nota, de patente debilidad periodística y presumible intencionalidad política, la movilización de connacionales en defensa del mandatario mexicano es un episodio más de la creciente participación de comunidades mexicanas en la disputa por el proyecto de nación y en los debates electorales que tienen lugar en nuestro país. Los millones de connacionales que viven al norte del río Bravo ya no pueden ser ignorados como sujetos del acontecer político nacional ni podrán ser dejados al margen de las campañas que arrancarán formalmente el próximo viernes, como pudo comprobarse con las expresiones de rechazo que recibió la aspirante opositora Xóchitl Gálvez en su reciente viaje al país vecino.
Por otra parte, esas comunidades se han ido ganando una importancia que podría ser decisiva en el escenario político de Estados Unidos y, concretamente, en los comicios presidenciales de noviembre próximo, en los que se perfilan como competidores el actual ocupante de la Casa Blanca, Joe Biden, y el ex presidente Donald Trump.
En un contexto en el que el electorado tradicional se encuentra polarizado como nunca entre el respaldo y el repudio al segundo, el sufragio de los latinoamericanos que han logrado el derecho a votar en ese país podría ser una tabla de salvación para el aspirante demócrata, a condición de que éste dejara de hacer concesiones al discurso xenófobo y antimexicano que prevalece en las filas republicanas. En cambio, si Biden sigue defraudando las expectativas de una política migratoria menos inhumana que la que se mantiene en vigor, podría, paradójicamente, facilitar el triunfo de su adversario y promotor del más crudo racismo en contra de los trabajadores extranjeros.
Lo cierto es que nuestros connacionales tienen ya un peso insoslayable en los asuntos políticos y los procesos electorales de ambos países y que ejercerán una influencia cada vez mayor en la definición de la relación bilateral. Por añadidura, los latinoamericanos que residen en la nación vecina, de los cuales los mexicanos representan 67 por ciento, ostentan una relevancia económica tal que si se les considerara un país aparte conformarían la quinta economía del planeta.
Así pues, bien harían los políticos de todas las tendencias en México y en Estados Unidos en reconocer la importancia crucial de esos ciudadanos, que en su mayor parte han debido enfrentar lo peor de las políticas gubernamentales en los dos países –expulsados económicos aquí, criminalizados allá–, y en adoptar acciones concretas para mejorar su situación.