Nuestro mundo está cada vez más sumido en la guerra, y los más vulnerables están pagando el precio.
El año pasado vivimos el mayor número de conflictos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Esta preocupante tendencia se ha acentuado en los últimos años y ha afianzado el conflicto como el principal factor que provoca necesidades humanitarias a escala mundial. Además, estos conflictos son cada vez más prolongados y complejos. Las terribles consecuencias de esta situación son especialmente visibles en Gaza, donde ya han muerto más niños que en todas las zonas de conflicto desde 2019. Mientras, han muerto más de 10.000 civiles ucranianos desde la invasión a gran escala de Rusia. Estos son solo dos ejemplos de las muchas tragedias humanas que están ocurriendo actualmente en el mundo, en su mayoría fuera del foco público.
Además de estos acontecimientos brutales, el agravamiento de la crisis climática sigue empeorando la situación humanitaria mundial, al sumir a las comunidades vulnerables en cada vez más inestabilidad y sufrimiento. Hoy en día, unos 300 millones de personas necesitan ayuda humanitaria. Si estuviéramos hablando de un país, esta cifra lo convertiría en el cuarto mayor país del mundo. Conforme estas cifras aumentan, se va olvidando poco a poco a los que ya estaban necesitados, como los refugiados rohinyá de Bangladés o las niñas a las que se priva de los derechos humanos en Afganistán, para los que la financiación se va reduciendo o incluso eliminando a medida que la política y los medios pasan a emergencias más recientes. Desde Venezuela a Yemen, el número de personas que pasan hambre ha aumentado en más de 120 millones en solo tres años; el equivalente a un cuarto de la población de la Unión Europea. Y millones de niños quedan privados de una educación y de derechos básicos, como la alimentación, o incluso son reclutados por grupos armados.
Sin embargo, justo cuando más se necesita la ayuda humanitaria, la respuesta mundial no es en absoluto suficiente. Hoy, la brecha entre las necesidades humanitarias y la financiación disponible es más profunda que nunca, y las peticiones de ayuda siguen confiando en gran medida en una base de donantes internacionales preocupantemente reducida. El año pasado, más del 90% de las contribuciones mundiales totales procedieron de tan solo 20 donantes, de los cuales los tres primeros, entre los que se encuentra la Comisión Europea, proporcionaron cerca del 60% de la financiación humanitaria disponible mundialmente. Junto con la Comisión Europea, otros cuatro de los 10 principales donantes mundiales son Estados miembros de la UE: Alemania, Suecia, Países Bajos y Francia. La Comisión y estos cuatro países aportan cerca del 90 % de la financiación humanitaria total de Europa. Además, en 2023 la UE dio un importante paso para aumentar su contribución colectiva al establecer un objetivo voluntario del 0,07 % del PIB que los Estados miembros pueden destinar a la ayuda humanitaria. España incluso ha recogido esto en su legislación nacional.
Con estos pocos actores haciendo gran parte del esfuerzo, la persistentemente pequeña base de donantes no es ni sostenible ni justa. Asimismo, tampoco es razonable que Rusia y China, que son dos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas -el órgano internacional con la responsabilidad principal de mantener la paz y la seguridad internacionales- estén en gran parte ausentes de esta base. En un mundo donde cada vez hay más conflictos, esto debería preocuparnos considerablemente. Además, todos los demás países que aspiran a ser actores mundiales, en particular los que forman parte del G20, deben hacer más y contribuir en mayor medida a la respuesta humanitaria mundial en consonancia con su peso económico, ya que la ayuda humanitaria es una responsabilidad mundial que debe ser compartida de forma equitativa.
No obstante, la financiación no es la única dificultad que afrontamos. En todo el mundo, los autores de actos violentos desafían de forma cada vez más descarada el Derecho humanitario internacional. El año pasado se registraron más bajas civiles en los conflictos armados que en cualquier otro año desde 2010. Las mujeres y los niños suelen ser muy a menudo los más afectados por este sufrimiento, que se debe en parte a un reciente aumento de la violencia sexual y de género en las zonas de conflicto. Además de todo esto, la denegación del acceso humanitario a estas zonas aumenta progresivamente y los trabajadores humanitarios corren más peligro que nunca.
La UE es una de las grandes defensoras de un mayor respeto por el Derecho humanitario internacional en las zonas de conflicto. A pesar de estos esfuerzos, tomará medidas coordinadas y coherentes en relación con el conjunto de la comunidad internacional para cambiar las cosas: porque incluso las guerras tienen normas y quienes las violen deben rendir cuentas.
Sin embargo, la ayuda humanitaria por sí sola no invertirá la oleada creciente de sufrimiento. Para afrontar y resolver las crisis de manera sostenible, nuestro apoyo humanitario debe ir de la mano de iniciativas de desarrollo y paz, como único medio de ayudar a las comunidades vulnerables a liberarse del ciclo de fragilidad y dependencia de la ayuda. Deben incluir una mayor inversión en fortalecimiento de la resiliencia a escala local mientras continúa la emergencia climática.
En resumen, hoy nuestro mundo no está en una buena situación. En los últimos años, nuestro trabajo humanitario se ha vuelto progresivamente más necesario y difícil. Pero hay futuro y la esperanza de que nosotros en Europa hagamos más. A pesar de todos los retos que han afrontado los europeos en los últimos años, la solidaridad de la UE con las personas necesitadas persiste. Una encuesta reciente mostraba que nueve de cada diez europeos creen que es importante que la UE financie actividades de ayuda humanitaria, al tiempo que la mayoría de los europeos creen que la ayuda humanitaria es más eficaz si la coordina y la proporciona la UE.
La primera oportunidad para dar respuesta a esta demanda es el Foro Humanitario Europeo de este año, organizado conjuntamente por la Comisión Europea y la presidencia belga del Consejo de la UE. El 18 y 19 de marzo, más de mil representantes de toda la comunidad humanitaria, de los Estados miembros de la UE y de otros ámbitos se reunirán en Bruselas para participar en debates estratégicos sobre cómo ayudar mejor a las personas necesitadas y demostrar su determinación para cerrar la brecha de la financiación.
Cuando el panorama humanitario mundial sigue deteriorándose, no podemos mirar para otro lado. Sabemos lo que tenemos que hacer; es el momento de actuar.