El sábado 13 de abril Irán bombardeó con más de 350 drones y misiles instalaciones militares israelíes, sin que se hayan reportado víctimas civiles. Esto fue en represalia al bombardeo que hizo Israel al Consulado general de Irán en Siria, el 1 de abril, dejando altos oficiales iraníes muertos y alrededor de una docena de heridos. Algunos empezaron a hablar del inicio de una tercera guerra mundial, dadas las alianzas de Israel e Irán. De manera que, aunque el convulso Medio Oriente puede parecernos tan ajeno como los cuentos de Scherezade, Simbad el marino o el genio de la lámpara de Aladino, intuimos que sus acontecimientos pueden repercutir en nuestras vidas.
En efecto, estamos conectados. Parte de la tradición judeo cristiana, originada en lo que hoy es Isreal y Palestina, está entrelazada en parte de nuestra cultura. La idea bíblica de derechos del pobre, la viuda, el huérfano y el forastero, es un legado positivo que podría fundamentar un pacto s ocial peruano. El cántico dedicado a Ciro el Grande, rey de reyes en la antigua Persia (hoy Irán), 2500 años después de su invención se sigue entonando en algunos templos cristianos, al haber sido recogido en el libro de Isaías (45,1): “Es hermoso ver bajar de las montañas, los pies del mensajero de la paz”. Paradójicamente, es un canto judío, que conmemora cuando Ciro, tras conquistar Babilonia en el 539 a.C., permitió que los judíos exiliados allí retornaran a su tierra natal, poniendo fin a su cautiverio. Esta política de tolerancia religiosa convirtió a Ciro, un gobernante pagano, en una figura venerada por el pueblo judío, quien lo consideró un “ungido” o libertador enviado por Dios.
Tanto israelíes como iraníes parecen haber olvidado ese episodio, que los cristianos solemos recordar en el Adviento. Peor aún, la coalición gubernamental mayoritaria en Israel parece haber olvidado el genocidio que el pueblo judío sufrió a manos del régimen alemán en las décadas de 1930 y 1940. Y viene perpetrando otro genocidio contra la población palestina en Gaza. Como seres humanos, no podemos dejar de afectarnos por ello.
Entonces, para conseguir un mundo en paz, ¿hacia dónde podemos apuntar desde Latinoamérica, considerando nuestra ubicación en el mundo?
Hacia un mundo multipolar en donde una Latinoamérica unida en su política exterior, sea actora de la construcción de relaciones internacionales orientadas hacia la paz basada en la justicia internacional, que a su vez se base en el respeto y la protección de las vidas civiles y en la soberanía de los pueblos, lo que en la práctica implica evitar injerencias de tipo imperialista en sus decisiones. Precisamente, el 14 de abril se conmemoró la fundación en 1890 de la Unión de las Repúblicas Americanas, antecesora de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Aunque también hemos olvidado esa historia, que incluye un Himno de las Américas (Un canto de amistad, de buena vecindad, en este continente americano…”), en el siglo XXI podríamos retomarla.
Pues es crucial que Latinoamérica construya una posición soberana frente a los poderes hegemónicos del nuevo orden mundial multipolar que se está gestando. Una voz propia, basada en el multilateralismo y la integración regional, nos permitirá defender mejor nuestros intereses frente a las potencias globales y promover la paz y estabilidad internacional.