En Bolivia, finalmente, todo ha quedado en un intento frustrado de golpe de Estado. En la tarde de este miércoles, ya era noche en España, militares fuertemente armados tiraron con un tanque las puertas de la sede de Gobierno boliviano. El presidente Luis Alberto Arce les hizo frente (literalmente); cambió a todo el alto mando militar y logró que los militares se retiraran.
Bolivia vivió un deja vu… Desde 1964, el país ha vivido una sucesión de asonadas castrenses que resulta increíble. En 180 años de independencia, los bolivianos han tenido un Gobierno nuevo cada 25 meses y decenas de golpes de Estado (se habla de hasta 200 levantamientos militares).
Eras las tres de la tarde en La Paz, la capital de Bolivia. Un grupo de soldados fuertemente armados ocupó la Plaza Murillo. Lo hicieron con varios tanques, montando barricadas, lanzando gas lacrimógeno contra los manifestantes (porque previamente hubo ruido de sables). Con uno de los blindados tiraron abajo las puertas del Palacio Quemado, sede del Ejecutivo, para intentar hacerse con el control del Gobierno.
El cabecilla de la asonada era el general Juan José Zúñiga. Un día antes había sido destituido como comandante del Ejército, cargo que ocupaba desde noviembre de 2022. A las puertas del palacio, el militar habló con la prensa de manera improvisada. Amenazó con cambiar el gabinete del Gobierno y con liberar a todos los presos políticos. “Estamos molestos por el ultraje que hay, basta”, aseguró.
El motivo de la caída de Zúñiga un día antes fueron sus declaraciones. Había dicho que los militares no iban a permitir que el expresidente Evo Morales se presentara a las próximas elecciones y tuviera la posibilidad de regresara al poder. Ya junto a los tanques, el general argumentó que pretendían “reestructurar la democracia” en Bolivia e impedir el regreso de Morales. Además, exigía la liberación de opositores presos.