En las desoladas llanuras del sur de Australia corretea una pequeña criatura de orejas puntiagudas, cola sedosa y vientre color crema que el ecologista Steve Morton describe como “maravillosamente hermosa”.
Su nombre quizás es algo menos bonito: la rata de las llanuras (Pseudomys australis).
“Yo mismo soy un hombre del interior”, dice Morton; “pero ¿podrías imaginarte un nombre más desalentador?”.
Quizá más desalentadoras sean las perspectivas de conservación del roedor. La rata de las llanuras se considera extinta en la mayor parte de su área de distribución histórica, víctima de la pérdida de hábitat y de la introducción de depredadores como gatos salvajes y zorros.
Pero Morton tiene una idea para salvar a las ratas que quedan: deshacerse de sus nombres europeos y reivindicarlas como criaturas exclusivamente australianas.
El ecologista lidera una campaña para que la rata de las llanuras pase a llamarse palyoora, un apelativo utilizado por el pueblo Wangkangurru. De hecho, Morton sostiene que a todos los roedores australianos les vendría bien un cambio de nombre: de las 60 especies de roedores autóctonos del país, casi un tercio están extinguidas o amenazadas. Sin embargo, es difícil que el público se interese por ellas, y Morton cree que en parte se debe a sus deslucidos nombres. Quizá la palyoora gozase del mismo cariño que otras especies australianas con nombres aborígenes, como el ualabí, la cucaburra y, por supuesto, el canguro.
Cambiar sus nombres también sería un paso adelante en otro sentido. “Los nombres europeos impuestos a estos animales eran a menudo degradantes”, dice Morton; “los aborígenes siguen estando en posesión de su ley, su cultura y gran parte de su tierra ¿por qué no podrían estarlo también de sus derechos de denominación?”.
En muchos casos, los cambios de nombre se han producido como parte de un ajuste de cuentas más amplio. La invasora polilla gitana pasó a llamarse polilla esponjosa en 2022 para evitar un insulto étnico al pueblo romaní, mientras que la carpa asiática pasó a llamarse copi ese mismo año. Actualmente, la Sociedad Americana de Ornitología está en proceso de cambiar el nombre de las docenas de especies de aves bautizadas con nombres de eugenistas y esclavistas.
Los nombres de los animales no son sólo cuestión de semántica, sino de emociones. Un estudio de 2020 que analizó 26 794 nombres comunes descubrió que muchos contenían palabras que inducían una fuerte emoción positiva o negativa. Algunas de las palabras positivas eran “dorado”, “grande” y “paloma”. Entre los términos negativos estaban “rata”, “menor” y “ciego”. Muchos nombres son francamente engañosos; pensemos en el hámster común, un roedor europeo en peligro crítico de extinción que ha perdido el 94% de su área de distribución y ahora es cualquier cosa menos común.
Gregory Andrews, un hombre de D’harawal y el primer comisionado de especies amenazadas de Australia que ocupó el cargo de 2014 a 2017, dice que los roedores en particular se beneficiarían de un cambio de nombre.
“Debido al contexto cultural europeo de que los roedores propagan enfermedades, la gente piensa que los roedores necesitan envenenamiento”, dice; “pero en la cultura indígena, las ratas no tienen esa carga negativa”.
Dado que los esfuerzos y la financiación para la conservación dependen a menudo en gran medida de la percepción pública, dar nombres positivos (y precisos) a los animales podría ser “una forma sencilla y rentable de mejorar los resultados de la conservación”, escriben los investigadores en el estudio de 2020.
“Imagínate a la gente sentada a la mesa decidiendo sobre la asignación del dinero [para conservación]: no se lo vas a dar a la rata, ¿verdad?”, explica Morton; “pero puede que se lo des a la palyoora”.
Otro estudio parece demostrarlo. En 1998, los investigadores pidieron a los visitantes del zoo de Londres (Reino Unido) que clasificaran 133 fotografías de animales en el orden que elegirían para ayudar a su conservación, primero sin revelar sus nombres comunes. Cuando se añadieron los nombres, tuvieron un efecto negativo en animales como la rana venenosa de fresa y el mono araña negro de cara roja, mientras que supusieron un estímulo para criaturas como la curruca británica o el mono Diana.
El esfuerzo por cambiar el nombre de los roedores australianos viene de lejos. Hace 30 años, Morton y sus colegas ecologistas publicaron un artículo titulado Australian Names for Australian Rodents [Nombres australianos para roedores australianos], en el que sugerían sustituir los nombres comunes “poco inspiradores, poco manejables y francamente feos” de los roedores australianos por nombres aborígenes. La rata conejo de cola de cepillo se convertiría en pakooma; la falsa rata de agua renacería como yirrkoo.
El cambio fue lento en las décadas siguientes, aunque tuvo algunos éxitos notables.
Pocos años después de la publicación del artículo de Morton, el Departamento de Medio Ambiente y Patrimonio de Australia sustituyó el nombre de la rata de agua, el roedor más grande de Australia, por el de rakali, nombre tomado de la lengua del río Murray. Por la misma época, Australia Occidental dio a conocer en 1997 su plan de recuperación del ratón de Shark Bay, que también utilizaba su nombre pintupi, djoongari.
Entonces, en 2015, Andrews aprovechó su papel de comisario de Especies Amenazadas del país para cambiar sigilosamente el nombre del Pseudomys fumeus, conocido en inglés como smoky mouse [ratón ahumado] a konoom. Como su nombre indica, el animal tiene un pelaje gris brillante. Pero Andrews sabía que había un nombre mejor para él que su apelativo en inglés (y desde luego que su nombre en español: ratón bastardo fumoso).
“El nombre indígena más común es konoom. Así que en 2015 le pedí a uno de los empleados que se metiera en la base de datos oficial y lo cambiara. No se lo dijimos a nadie ni celebramos una ceremonia de cambio de nombre. Fue realmente muy descarado”, explica.
En los meses siguientes, Andrews escribió discursos para sus superiores en los que se refería al roedor “como el notable konoom”. “Simplemente lo normalicé. Estaba en posición de hacerlo”, recuerda.
Más recientemente, en 2023, el Gobierno australiano se refirió al ratón de Nueva Holanda (Pseudomys novaehollandiae) como pookila, de la lengua ngarigu, en el perfil de especie amenazada del roedor.
Pero, ¿por qué tardó tanto el mundo científico en responder a la llamada a la acción original de Morton?
“Sospecho que la comunidad ha tardado en darse cuenta de que hay mejores formas de ayudar a los animales que se pretende rescatar y no endilgarles esos nombres horribles cuando hay una alternativa obvia”, dice Morton.