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Medio Ambiente

Rara pero resiliente, esta salamandra es la especie número 16 000 del proyecto Photo Ark

La salamandra de dedos largos de Santa Cruz (Ambystoma macrodactylum croceum) lleva enfrentándose a la amenaza de ser olvidada desde 1967, año en el que la especie fue incluida en la lista de la Ley de Preservación de Especies en Peligro, la legislación que precedió a la Ley de Especies en Peligro de 1973 en Estados Unidos.

Con una presencia restringida a dos condados costeros al sur de San Francisco (California), estas salamandras de siete centímetros dependen de unas charcas estacionales y unos humedales de un tamaño cada vez más reducido por culpa del cambio climático, la agricultura y el desarrollo humano. La comunidad científica cree que la totalidad del área de distribución de la subespecie abarca apenas 24 kilómetros.

A pesar de ello, esta valiente criatura ha sobrevivido milagrosamente, y esta resistencia le ha valido el estatus de hito en el proyecto Photo Ark de National Geographic.

“Es una especie muy olvidada”, afirma Joel Sartore, National Geographic Explorer, fotógrafo y creador de Photo Ark, cuyo objetivo es documentar al menos 20 000 de las especies que viven en zoológicos, acuarios y lugares de cría en cautividad de todo el mundo.

“Utilizamos fondos en blanco y negro no sólo para eliminar distracciones, sino para dar a todos los animales la misma voz”, dice Sartore, que fundó el proyecto en 2006. “En estas fotografías, una salamandra es tan grande y gloriosa como un tigre. Todos tienen el mismo tamaño”, añade.

Se ha elegido la salamandra de dedos largos de Santa Cruz para “presentarla, para mostrar a la gente lo asombroso que es este animal y cómo ha sobrevivido a lo largo del tiempo”, dice Sartore.

Aunque se desconoce cuántas salamandras quedan en libertad, es probable que sean muy pocas.

Estas salamandras, que viven hasta una década o más, no pueden existir sin humedales. Para empezar, sin agua sus huevos se secan y mueren. Pero además, cuando esos huevos eclosionan y se convierten en renacuajos, necesitan encontrar diminutos animales acuáticos, como copépodos, para alimentarse en los estanques y pantanos estacionales.

“Si [las fuentes de agua] no duran lo suficiente para que las larvas de salamandra completen su desarrollo, perderemos toda una generación de salamandras”, afirma Eric Palkovacs, ecólogo de agua dulce y parte del equipo de la Universidad de California en Santa Cruz que trabaja para salvar la especie.

“Si los estanques retienen agua durante todo el año, son vulnerables a la invasión de varias especies invasoras, como las ranas toro o los peces mosquito”, a los que les gusta comer salamandras, explica Palkovacs.

“Así que necesitamos una situación realmente excepcional en la que no haya demasiada humedad ni demasiada sequía”, explica.

Y aquí es donde entra en juego el cambio climático. En California, los patrones de precipitaciones son cada vez más extremos en ambos sentidos, con varios años seguidos de sequía seguidos de varios años de inviernos muy húmedos, afirma Palkovacs.

La dificultad no acaba ahí: una vez que los renacuajos se convierten en adultos, necesitan bosques de robles sanos en las tierras altas, que a menudo se talan para dar paso a la agricultura y la construcción de viviendas. Esta actividad humana también fragmenta el hábitat de las salamandras, haciendo menos probable que los adultos se encuentren y se reproduzcan.

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