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Salud

Demencia senil

Qué es

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la demencia como “un síndrome -generalmente de naturaleza crónica o progresiva- caracterizado por el deterioro de la función cognitiva (es decir, la capacidad para procesar el pensamiento) más allá de lo que podría considerarse una consecuencia del envejecimiento normal. Afecta a la memoria, el pensamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio.

El término demencia senil se considera actualmente erróneo, puesto que esta enfermedad puede afectar a personas de cualquier edad.

La enfermedad de Alzheimer representa entre el 60 y el 80% de los casos de demencia.

Prevalencia e incidencia

La demencia afecta en todo el mundo a unas 50 millones de personas y se estima que cada año se registran en torno a 10 millones de casos nuevos. Se ha calculado que si la prevalencia de demencia actual se mantiene constante, en el año 2050 habrá alrededor de 130 millones de personas afectadas.

Causas

En términos generales, la demencia suele ocurrir a partir de los 60 años. Por lo tanto, el envejecimiento supone uno de los factores de riesgo más significativos. Está causada por el daño o la pérdida de las células nerviosas y sus conexiones en el cerebro. En función del área del cerebro afectada, el impacto puede ser distinto.

Puede deberse a diversas enfermedades y lesiones que afectan al cerebro de forma primaria o secundaria. Entre las primarias, la más frecuente es la enfermedad de Alzheimer, seguida de la demencia con cuerpos de Lewy y la demencia frontotemporal.

Las demencias secundarias son, según explica Ángel Martín, vocal del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN), “aquellas que se producen como consecuencia de otra circunstancia o enfermedad, siendo la más frecuente la demencia vascular, aunque también encontramos otras formas como las demencias infecciosas, postraumáticas, metabólicas, autoinmunes…”.

Síntomas

Los síntomas de la demencia abarcan muchos aspectos de las funciones mentales del paciente. En términos  generales, se puede ver afectado el comportamiento emocional o de la personalidad, el lenguaje, la memoria, la percepción y el pensamiento o juicio.

En las fases más incipientes de la enfermedad, la persona sufre un deterioro cognitivo leve (DCL) que incluye la dificultad para realizar varias tareas a la vez, para resolver problemas o para tomar decisiones.

Además, dificulta el recuerdo de hechos o conversaciones recientes y la agilidad mental se ve disminuida.

A medida que el trastorno empeora, los síntomas se agravan y también pueden aparecer:

  • Pérdida de habilidades sociales y cambios de personalidad, lo cual lleva a comportamientos inapropiados en público y, a veces, agresivos.
  • Problemas para comunicarse, ya que el paciente presenta dificultad para recordar el nombre de objetos familiares. A esto se une la pérdida del sentido de la orientación por lo que la persona puede perderse con asiduidad y no encontrar objetos.
  • Aumento de la dificultad para memorizar o realizar actividades que requieran pensar.
  • El paciente pierde su capacidad de juicio y no es capaz de determinar la peligrosidad de sus acciones.
  • Se producen cambios en el patrón del sueño, lo que aumenta el riesgo de sufrir alucinacionesdelirios y es posible que este cuadro sintomático lleve a la depresión.

En los casos más graves, los pacientes con demencia ya no son capaces de realizar actividades básicas, tales como comer, bañarse o vestirse. Es posible que sean incapaces de reconocer a familiares cercanos o de entender el lenguaje.

Persona de edad avanzada que sufre demencia.La edad avanzada constituye uno de los factores de riesgo más significativos.

Prevención

La mayoría de las enfermedades neurodegenerativas carecen de medidas preventivas concretas. “En la actualidad, la mayoría de los estudios preventivos realizados señalan que la mejor estrategia para retrasar el desarrollo de una demencia degenerativa es actuar sobre los elementos modificables, como son los factores de riesgo vascular (hipertensión arterialdiabetes mellitushipercolesterolemia, tabaquismo, obesidad…)”, señala Martín.

También se ha observado un beneficio significativo en el retraso del inicio de los síntomas, “fomentando la actividad física y cognitiva en edades medias de la vida”.

Tipos

Aunque existen muchas clasificaciones de las demencias, la forma más habitual de dividirlas es en degenerativas primarias y demencias secundarias.

Demencias degenerativas primarias

  • Enfermedad de AlzheimerEs la principal causa de demencia. Cada año se diagnostican en España 40.000 nuevos casos.
  • Demencia con cuerpos de Lewy. Se caracteriza por la acumulación de una proteína en determinas zonas del cerebro formando placas (cuerpos de Lewy) muy similares a las que se pueden observar en pacientes con enfermedad de Alzheimer. Es muy difícil de diagnosticar.
  • Demencia frontotemporal. Grupo de enfermedades caracterizadas por degeneración de las células nerviosas y sus conexiones en los lóbulos frontal y temporal del cerebro. Afecta fundamentalmente al comportamiento y al lenguaje.

Demencias secundarias

  • Demencia vascular. Es el segundo tipo más frecuente de demencia. Se produce por la obstrucción de los vasos sanguíneos o lesiones que causan infartos o hemorragias en el cerebro.
  • Demencias producidas por infecciones, tras un traumatismo craneoencefálico, por problemas autoinmunes
  • Demencia por enfermedad de Parkinson. Muchas personas con la enfermedad de Parkinson presentan síntomas de demencia cuando la enfermedad evoluciona.

Diagnóstico

No existe ninguna prueba que diagnostique por sí sola la demencia. El diagnóstico se basa tanto en la evaluación neuropsicológica como en pruebas de imagen. Se utilizan las siguientes herramientas:

Evaluación neurológica

El neurólogo realiza una evaluación de la memoria, habla, equilibrio, movimiento, reflejos, atención…

Pruebas cognitivas y neuropsicológicas

Diversas pruebas permiten las habilidades cognitivas, como la memoria, la orientación, el razonamiento y el juicio, las habilidades del lenguaje y la atención.

Pruebas de imagen

La tomografía computarizada (TC) y resonancia magnética (RM) pueden ayudar a comprobar la existencia de un ictus, hemorragia, hidrocefalia, etc.

Tomografía por emisión de positrones (PET). Muestra patrones de actividad cerebral y si el cerebro presenta depósitos de proteína amiloide, característica de la enfermedad de Alzheimer.

Análisis clínicos

Algunos análisis de sangre permiten detectar problemas físicos que pueden afectar a la función cerebral, como la deficiencia de vitamina B-12 o la hipoactividad de una glándula tiroidea. En determinados casos, se analiza el líquido cefalorraquídeo para detectar signos de infección o inflamación, o bien marcadores de alguna enfermedad degenerativa.

Evaluación psiquiátrica

Se recomienda descartar la depresión, revisar la medicación y valorar si el tratamiento con psicofármacos está influyendo en la cognición.

Tratamientos

La mayoría de las demencias son irreversibles, pero hay diversos tratamientos que permiten controlar sus síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes.

Tratamiento farmacológico

Para mejorar temporalmente los síntomas de la demencia y retrasar su avance se utilizan, entre otros, los siguientes fármacos:

  • Inhibidores de la colinesterasa. A esta familia pertenecen donepeziloreivastigmina y galantamina, que actúan elevando los niveles en el cerebro de una sustancia (acetilcolina) relacionada con la función de la memoria. Aunque se usan principalmente para el Alzheimer, también se recetan para otras demencias, como la vascular, la que se produce por la enfermedad de Parkinson o la demencia con cuerpos de Lewy.
  • Memantina. Este medicamento actúa regulando la actividad del glutamato, que es un mensajero químico involucrado en funciones tan relevantes como el aprendizaje o la memoria.
  • Otros medicamentos. También es frecuente recurrir a medicamentos específicos para síntomas concretos que suelen presentarse en pacientes con demencia, como los estados de confusión, las alteraciones del comportamiento, los trastornos del sueño, la ansiedad, la depresión, las alucinaciones o la agresividad. Para ello, se emplean antidepresivos, antipsicóticos, ansiolíticos, etc.

Tratamiento no farmacológico

Los pacientes con demencia pueden beneficiarse de tratamientos no farmacológicos y medidas de estilo de vida encaminados a mejorar los problemas de comportamiento, la ansiedad y otros síntomas. Entre ellos destacan los siguientes:

  • Terapia ocupacional para prevenir caídas, mejorar el comportamiento, etc.
  • Modificar el entorno. Reducir el desorden y los ruidos redunda en el bienestar de las personas con demencia.
  • Fomentar el ejercicio físico.
  • Fomentar la participación del paciente en actividades diversas.

Otros datos

Impacto social de la demencia

Algunas personas sufren un deterioro cognitivo leve pero que no llegan a padecer ningún tipo de demencia. En los casos en los que sí se produce una evolución hacia la demencia, esta enfermedad reduce considerablemente la calidad y la expectativa de vida. La demencia tiene una repercusión social y económica muy significativa y un impacto considerable en las familias y los cuidadores de los afectados.

Factores sociales como el nivel de educación, el acceso a cuidados de salud preventivos y el apoyo social pueden influir en su incidencia y manejo. Según estudios recientes, las personas de entornos socioeconómicos más bajos tienen tres veces más probabilidades de desarrollar demencia de aparición temprana. Y, si esas mismas personas llevan un estilo de vida poco saludable, el riesgo es un 440% mayor en comparación con aquellas de un nivel socioeconómico más alto que llevan un estilo saludable.

Demencia temprana

Los casos de inicio temprano (cuando los síntomas aparecen antes de los 65 años), representan hasta un 9%, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se calcula que unas 3,9 millones de personas en el mundo padecen demencia temprana. A pesar de que la prevalencia de la demencia temprana es baja en comparación con el porcentaje de personas mayores de 65 años que la sufren, los expertos recuerdan que el impacto personal y social de la primera es mayor, sobre todo por las consecuencias que implica a nivel laboral, social y familiar. La identificación de factores de riesgo modificables y no modificables ayudaría a abrir nuevas estrategias orientadas a la prevención de esta afección.

Pérdida auditiva y riesgo de demencia

La relación entre la pérdida de audición y el riesgo de demencia la abordó recientemente una investigación danesa en la que participaron más de medio millón de personas de 50 años en adelante y a las que se les realizó un seguimiento de casi nueve años de media. Los autores del trabajo concluyeron que los audífonos podrían prevenir o retrasar la aparición y progresión de la demencia.

 

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