El huracán Katrina impactó frente a la costa de Luisiana el 29 de agosto de 2005. Tocó tierra como tormenta de categoría 3 con vientos que alcanzaron velocidades de hasta 193 kilómetros por hora. Debido a la destrucción y la pérdida de vidas que provocó, la tormenta suele considerarse una de las peores de la historia de Estados Unidos. Se calcula que murieron 1200 personas como consecuencia directa del huracán, que también causó daños materiales por valor de miles de millones de euros, lo que la convierte en la tormenta más costosa de la historia y cuyas secuelas son visible casi dos décadas después del paso de la tormenta.
Las devastadoras consecuencias del huracán Katrina sacaron a la luz una serie de problemas profundamente arraigados en el país, como la polémica sobre la controvertida respuesta del Gobierno federal, las dificultades en las labores de búsqueda y rescate y la falta de preparación para la tormenta, especialmente en lo que respecta a la vetusta serie de diques de la ciudad, 50 de los cuales fallaron durante la tormenta, inundando significativamente la ciudad de baja altitud y causando gran parte de los daños.
El Lower Ninth Ward de la ciudad fue la zona más afectada por el fallo de los diques, lo que provocó un número desproporcionado de víctimas entre familias afroamericanas y de bajos ingresos. Muchos de los que perdieron sus hogares tuvieron que pasar años de penurias y casi dos décadas después se siguen ntrabajando para recuperar lo perdido en septiembre de 2005. No fue hasta 2022, tras 17 años de proyecto, que se terminó un nuevo sistema de diques para evitar que volviera a ocurrir un desastre similar. En 2024, se ofrecen recorridos turísticos para visitar el Nueva Orleans post-Katrina.
En 2015, el entonces presidente Barack Obama dijo del Katrina: “Lo que empezó como un desastre natural se convirtió en un desastre provocado por el hombre: el fracaso del Gobierno a la hora de velar por sus propios ciudadanos”.
La ciudad de Nueva Orleans (junto con otras comunidades costeras de la zona) sigue muy alterada, tanto física como culturalmente. Los daños fueron de tal magnitud que algunos expertos sostuvieron de forma controvertida (y con la reconstrucción de la ciudad ya en marcha) que Nueva Orleans debía abandonarse definitivamente.
La población de Nueva Orleans se redujo a más de la mitad en el año posterior al Katrina, según Data Center Research. Para finales de 2019, la población volvió a crecer hasta casi el 80% de lo que era antes del huracán, pero entre 2019 y 2022, la población volvió a descender ligeramente.
El Katrina se formó como depresión tropical en aguas del Caribe, cerca de las Bahamas, el 23 de agosto de 2005. Alcanzó oficialmente la categoría de huracán dos días después, cuando pasó por el sudeste de Miami como tormenta de categoría 1. La tempestad sopló a través de Miami a 130 km/h, donde arrancó árboles y mató a dos personas. El Katrina se debilitó hasta convertirse en tormenta tropical, ya que los huracanes necesitan agua oceánica caliente para mantener su velocidad y fuerza, y empiezan a debilitarse sobre tierra. Sin embargo, la tormenta se adentró de nuevo en el Golfo de México, donde recuperó rápidamente la fuerza y la categoría de huracán.
El 27 de agosto, la tormenta creció hasta convertirse en un huracán de categoría 3. En su punto álgido, el Katrina era tan ancho que su diámetro se extendía por el Golfo de México.
Antes de que la tormenta tocara tierra, se decretó la evacuación obligatoria de la ciudad de Nueva Orleans, que en aquel momento contaba con más de 480 000 habitantes. Decenas de miles de residentes huyeron. Pero unos 100 000 quedaron atrapados en la ciudad en el momento en que golpeó la tormenta, afectando particularmente a los residentes más pobres de Nueva Orleans, a los ancianos y a los que carecían de acceso al transporte. Muchos se refugiaron en sus casas y unos 25 000 se dirigieron al Superdome, el gran pabellón deportivo de la ciudad, donde las condiciones pronto se deteriorarían hasta convertirse en un lugar dominado por la penuria y el caos.
El Katrina pasó sobre la costa del Golfo en la madrugada del 29 de agosto. En un principio, las autoridades creyeron que Nueva Orleans se había salvado, ya que la mayor parte de los peores impactos iniciales de la tormenta azotaron la costa hacia el este, cerca de Biloxi (Mississippi), donde los vientos fueron más fuertes y los daños más cuantiosos. Pero esa misma mañana, tras la rotura de un dique en Nueva Orleans, una oleada de agua empezó a inundar la ciudad, y no pasó mucho tiempo hasta que las aguas comenzaron a desbordar otros diques.
Al día siguiente, el Katrina se debilitó hasta convertirse en tormenta tropical, pero las graves inundaciones dificultaron en gran medida las labores de socorro en gran parte de Nueva Orleans. Se calcula que el 80% de la ciudad quedó pronto bajo el agua. El 2 de septiembre, cuatro días después, la ciudad y sus alrededores se encontraban ya en plena crisis, con muchas personas y animales de compañía varados, y las infraestructuras y los servicios colapsados.
El Congreso destinó una partida de 10 000 millones de dólares de ayuda para catástrofes, mientras gran parte del mundo empezaba a criticar la respuesta del Gobierno estadounidense. La polémica también siguió a los grupos de ayuda cuando se desplazaron a la zona. La Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de Estados Unidos ha calculado que casi 1300 millones de los más de 6000 millones de euros iniciales que la Agencia Federal de Gestión de Emergencias destinó a la ayuda por el Katrina se perdieron por fraude. En 2014, la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno informó de que solo se habían recuperado 60 millones de dólares. Aunque la Cruz Roja Americana sirvió más de 68 millones de comidas durante la respuesta, las acusaciones de mala gestión financiera tras el 11-S y el huracán Katrina provocaron la dimisión de una serie de directores ejecutivos.