El ictus es una de las principales causas de muerte y limitación funcional en el mundo. Aunque puede parecer imprevisible, ya que sucede de manera repentina, con buenos hábitos de vida es posible reducir significativamente su riesgo. De hecho, prevenir un ictus está mayoritariamente en manos de los pacientes. Así, el 80% depende de su estilo de vida y un 20%, de los fármacos prescritos. una de cada seis personas tendrá un ictus a lo largo de su vida. Cada seis minutos se produce un ictus en el mundo, y cada 14 minutos fallece un paciente por ictus en España. Esta es la segunda causa de muerte más frecuente a escala internacional, y la primera entre las mujeres en España. Por lo tanto, la prevención es especialmente crucial en su caso
El ictus es la enfermedad neurológica más incapacitante. Así, es la causa principal de discapacidad física en adultos y la segunda en deterioro cognitivo. Una tercera parte de los supervivientes logra recuperarse de manera satisfactoria, mientras que otro tercio tiene secuelas graves; el resto de los afectados se enfrenta a consecuencias fatales. Una de cada tres muertes ocurre durante la estancia hospitalaria, mientras que las demás suceden en los meses siguientes.
Pero, ¿en qué consiste un ictus? Pues se trata de la interrupción del flujo sanguíneo al cerebro debido a la rotura o el taponamiento de un vaso sanguíneo. Si la sangre no llega a una zona del cerebro durante varios minutos, las células nerviosas afectadas mueren. De ahí la importancia de actuar rápidamente. El doctor Xabier Urra, neurólogo del Hospital Clínic Barcelona, destaca que el cerebro “es un órgano complejo en el que distintas zonas controlan diversas funciones”. Este extremo explica que un ictus pueda afectar a funciones muy diferentes, ya sea de manera permanente o durante ese episodio.
El principal factor sobre el alcance de las secuelas es su gravedad inicial, relacionada con el tamaño de la arteria obstruida y el área del cerebro afectada. Otro determinante es la edad, ya que los pacientes mayores tienen una capacidad limitada de recuperación y a menudo presentan otras enfermedades que pueden complicar su evolución. Es más relevante la edad biológica que la cronológica.
El experto en neurología que los síntomas varían según la parte del cerebro afectada e incluyen alteraciones del habla, problemas de visión y debilidad en las extremidades. “La edad avanzada, la hipertensión, el colesterol alto, la diabetes, la inactividad física y el consumo de tabaco o drogas son factores de riesgo significativos”, indica. Para detectar un ictus, el doctor Urra recomienda tres maniobras sencillas, pero efectivas. “Lo primero es pedir al paciente que haga una mueca o sonrisa para verificar si es simétrica, luego levantar ambos brazos para detectar la posible parálisis en un lado, y finalmente hablar para identificar problemas en la articulación del lenguaje”, enumera. Si alguna de estas funciones falla, hay que llamar al 112 de inmediato. “Esto activa una alerta que prepara al personal sanitario para recibir al paciente”, aclara.
El tratamiento del ictus isquémico incluye dos fases. Lo primero es restablecer el flujo sanguíneo para minimizar el daño cerebral. “Cada minuto que pasa, se pierden dos millones de neuronas”, recalca el doctor Urra. En la segunda etapa, el objetivo es prevenir futuros episodios. Como agrega el experto, “se administra un tratamiento preventivo ajustado a la causa del ictus”. La rehabilitación te permite al paciente adaptarse a su nueva situación.
