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Medio Ambiente

Qué es (y cómo medir) tu huella de carbono

A medida que aumenta la concienciación sobre el cambio climático, también lo hace el deseo de hacer algo al respecto. Pero la escala de los problemas que causa (desde los incendios forestales hasta el deshielo de los glaciares y las sequías) puede parecer totalmente abrumadora. Puede ser difícil establecer una conexión entre nuestra vida cotidiana y la supervivencia de los osos polares, por no hablar de cómo nosotros, como individuos, podemos ayudar a cambiar la situación.

Una forma de entender de forma cuantificable el impacto de nuestras acciones, para bien y para mal, es a través de lo que se conoce como huella de carbono. Pero aunque el concepto está ganando adeptos (al buscar en Google “¿Cómo reduzco mi huella de carbono?” encontramos casi 27 millones de respuestas), no siempre se entiende del todo.

¿Qué es la huella de carbono?

¿Qué es exactamente la huella de carbono? Según Mike Berners-Lee, profesor de la Universidad de Lancaster (Reino Unido) y autor de The Carbon Footprint of Everything (La huella de carbono de todo), es “la suma total de todas las emisiones de gases de efecto invernadero que han tenido lugar para que se produzca un producto o se realice una actividad”.

Para la mayoría de los consumidores de los países desarrollados, estos productos y actividades tienden a clasificarse en cuatro categorías principales: el uso de la energía en el hogar, el transporte, los alimentos y todo lo demás, que son sobre todo los productos que compramos, desde los utensilios hasta la ropa, pasando por los coches y los televisores.

Cada una de estas actividades y productos tiene su propia huella; la huella de carbono de una persona es el total combinado de los productos que compra y utiliza, las actividades que realiza, etc. Una persona que consume habitualmente carne de vacuno tendrá una huella alimentaria mayor que la de su vecino vegano, pero la huella total de ese vecino puede ser mayor si conduce una hora al trabajo y de vuelta en un todoterreno cada día mientras nuestro consumidor de carne va en bicicleta a su oficina cercana. La huella de ambos puede palidecer en comparación con la de la empresaria de enfrente, que vuela en primera clase a través del país dos veces al mes.

No es de extrañar que, en términos generales, el tamaño de la huella de carbono de una persona tienda a aumentar con la riqueza. En su libro, Berners-Lee escribe que el ciudadano medio del mundo tiene una huella de carbono que equivale a la emisión de siete toneladas de dióxido de carbono al año. Sin embargo, esa cifra es de aproximadamente 13 toneladas para el británico medio y de unas 21 toneladas por persona en Estados Unidos; el “estadounidense medio tarda sólo un par de días en igualar la huella anual del nigeriano o el maliense medio”, escribe. España cuenta con un registro voluntario en el que cualquier empresa, administración u organización puede compartir su huella de carbono, así como calcular la reducción y compensaciones necesarias de su actividad. invernadero que genera su actividad. Algunos bancos incluso han habilitado una opción para que el cliente pueda calcular cuál es su huella de carbono.

No es fácil calcular la huella de carbono; de hecho, Berners-Lee la llama la medida “esencial pero imposible”.

Pensemos, por ejemplo, en el coste personal de las emisiones de carbono al tomar un vuelo comercial. Por un lado, el cálculo es sencillo: se toma la cantidad de combustible que quema un avión y la cantidad de gases de efecto invernadero que se emiten en el transcurso de un vuelo y se divide por el número de pasajeros. Pero la huella es mayor en el caso de los pasajeros de primera y segunda clase, porque ocupan más espacio y porque su mayor coste crea un incentivo adicional para que el vuelo se lleve a cabo. Otras consideraciones son la cantidad de carga que lleva el avión y la altitud a la que vuela.

Aun así, se trata de un cálculo relativamente sencillo si se compara con la evaluación de las emisiones implicadas en cada paso de, por ejemplo, la fabricación de un coche: las emisiones que tienen lugar en la planta de montaje, la generación de electricidad para alimentar esa planta, el transporte de todos los componentes, las fábricas en las que se fabrican los componentes, la creación de la maquinaria utilizada en esas fábricas y en la planta de montaje, etc., hasta llegar a la extracción de los minerales que son los componentes del coche.

Debido a la complejidad de estos cálculos, Berners-Lee admite que en estos casos “nunca es posible ser completamente preciso”. La buena noticia, argumenta, es que para la mayoría de los individuos, eso no importa. “Por lo general, basta con tener una idea general”, afirma.

Las medidas que una persona puede tomar para reducir al máximo su huella personal dependen, por supuesto, del tipo de estilo de vida que lleve actualmente, y las mismas acciones no son igual de eficaces para todos. Por ejemplo, cambiar a un coche eléctrico tendrá mucho más impacto, por ejemplo, en el estado de Vermont, donde más de la mitad de la electricidad del estado se genera con energía hidroeléctrica, que en Virginia Occidental, donde se genera casi totalmente con carbón. Berners-Lee señala que “para algunas personas, volar puede ser el 10% de su huella, para otras es cero, y para otras es una cifra tan grande que debería ser lo único en lo que deberían pensar”.

Para ello, en los últimos años ha surgido en Internet una auténtica cornucopia de calculadoras de la huella de carbono personal. Introduciendo información sobre el uso de la energía en el hogar, el consumo de alimentos y los hábitos de viaje, por ejemplo, estas calculadoras pretenden ofrecerte una aproximación a la cantidad de gases de efecto invernadero que se emiten para mantener tu modo de vida. Esta calculadora de Nature Conservancy se centra en el uso de la energía en el hogar, el transporte, la dieta y las compras; ésta, de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, también tiene en cuenta el transporte y el uso de la energía, pero añade los residuos, en concreto, la cantidad que se recicla. También permite calcular cuánto se podría reducir la huella de carbono si se tomaran medidas como aislar la casa, conducir menos o adquirir un vehículo de menor consumo. Este programa muestra la cantidad de carbono que se consume al tomar dos hamburguesas grandes con queso al mes o al pasar dos noches en un hotel.

En España, el Ministerio para la Transición Ecológica “ha desarrollado una serie de herramientas para facilitar el cálculo de la huella de carbono de una organización y la estimación de las absorciones de dióxido de carbono que genera un proyecto de absorción”, según explican en su página web. Pero, al igual que ocurre en Estados Unidos, basta una simple búsqueda en Google para tener una oferta variada.

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