La guerra en Ucrania ha dado este martes un giro de casi 180 grados, al aceptar Kiev las condiciones de EEUU para un alto el fuego que ahora debe aceptar Moscú. El pacto ha sido presentado a la delegación ucraniana por los negociadores del presidente Donald Trump en la cumbre de Yeda, y ahora “la pelota está en la cancha” (según la expresión repetida por varios líderes mundiales) de Putin. El mandatario estadounidense ha confirmado que enviará una delegación a Rusia para cerrar el acuerdo, pero no ha desvelado más detalles.
La única certeza es que la delegación estadounidense que busca la tregua visitará a Moscú para exponer el acuerdo en torno al alto el fuego provisional de 30 días. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha confirmado ese viaje, pero no ha dado una fecha en concreto. Del lado de Rusia, la portavoz del Ministerio de Exteriores de ese país, Maria Zajarova, ha ratificado que el encuentro será en “los próximos días”.
Hasta ahora no ha habido ningún indicio público de que Rusia acepte un alto al fuego de un mes. Putin ha dado a entender en pronunciamientos previos que exigirá concesiones, como descartar el ingreso de Ucrania en la OTAN, antes de aceptar que se detenga la guerra que comenzó en 2022 y que ha causado que más de un millón de soldados de ambos bandos mueran o resulten heridos.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha evaluado de manera positiva a las conversaciones en Arabia Saudí. En su perfil de X ha dicho que ha cumplido con las expectativas que tenía su país. La primera era “el silencio en los cielos”, que consiste detener los ataques con misiles, bombas y drones de largo alcance. La segunda era “el silencio en el mar”, que busca poner fin a las hostilidades en el Mar Negro, y, por último, estaban las “medidas de confianza” que esperan la liberación de los prisioneros de guerra y detenidos, tanto militares como civiles, y el retorno de los niños ucranianos llevados a Rusia por la fuerza.
Zelenski ha dicho que la propuesta estadounidense de la tregua de un mes ha sido más ambiciosa y ha expresado su complacencia. Al final del mensaje, el mandatorio ucraniano ha trasladado la presión completamente a la Administración de Trump. “Ahora, le corresponde a Estados Unidos convencer a Rusia de que haga lo mismo. Si Rusia acepta, el alto el fuego entrará en vigor de inmediato”.
El acuerdo contempla un cese total de las hostilidades durante 30 días, con posibilidad de extensión si todas las partes lo aceptan. La implementación está condicionada a la reciprocidad de Rusia, lo que convierte a Moscú en un actor clave en la viabilidad de la tregua.
Otro logro para Ucrania es la reanudación de la cooperación militar e inteligencia. Estados Unidos anunció que levantará la suspensión en el intercambio de inteligencia con Ucrania y reanudará su asistencia en materia de seguridad. Este respaldo es crucial para Kiev en un momento en que el conflicto entra en una fase decisiva.
Todo lo hablado en Arabia Saudí está sujeto a la aprobación de Rusia, pero incluirá medidas cruciales en el ámbito humanitario, como el intercambio de prisioneros de guerra. Esta cuestión ha sido uno de los puntos más sensibles en el conflicto entre Ucrania y Rusia, donde miles de combatientes de ambos bandos han sido capturados y retenidos en condiciones que a menudo violan las leyes internacionales de guerra. Desde el inicio de la invasión rusa en 2022, las detenciones de prisioneros de guerra han sido una constante, con ambos países acusándose mutuamente de cometer abusos y violaciones de los derechos humanos.
Según informes de organizaciones internacionales, más de 10.000 prisioneros de guerra han sido registrados por cada uno de los bandos, y las condiciones en que muchos de estos prisioneros han sido tratados han generado una gran preocupación. Además, las tensiones aumentaron cuando se reportaron casos de prisioneros de guerra ucranianos siendo utilizados por las fuerzas rusas como “escudos humanos” o forzados a realizar trabajos en condiciones extremas, mientras que en el lado ucraniano se alegaron abusos similares contra prisioneros rusos.
También se ha hablado de poner solución a la polémica y dolorosa deportación de miles de niños ucranianos a territorio ruso. Esta práctica que ha sido calificada por Kiev y varias organizaciones internacionales como un intento de “desarraigar” a los niños de su cultura y nacionalidad, con fines de asimilación y adoctrinamiento. Este tema ha captado atención internacional debido a la gravedad de las acusaciones de violaciones de derechos humanos.
El gobierno ucraniano ha afirmado que más de 16.000 niños han sido deportados a Rusia, aunque las cifras exactas varían según las fuentes. Muchos de estos niños fueron llevados de manera forzosa, en su mayoría de las regiones del este y sur de Ucrania, que fueron ocupadas por las fuerzas rusas.
Según testimonios y reportes de testigos, los niños fueron separados de sus familias, muchos de ellos después de presenciar bombardeos y ataques a sus hogares. En algunos casos, las autoridades rusas habrían ofrecido a las familias ucranianas evacuarse a Rusia, pero bajo la condición de que sus hijos fueran enviados a “campos de reubicación” en diferentes partes del país, lo que ha levantado sospechas sobre el carácter coercitivo de la medida.
La comunidad internacional, incluida la ONU, ha expresado su condena a estas deportaciones, calificándolas como una violación grave de las convenciones internacionales sobre derechos humanos, especialmente la Convención sobre los Derechos del Niño. En 2023, la Corte Penal Internacional (CPI) emitió una orden de arresto contra Putin y la comisionada rusa para los derechos de los niños, Maria Lvova-Belova, por su implicación en estos traslados forzados, acusándolos de deportación ilegal de niños, lo cual está clasificado como un crimen de guerra bajo la legislación internacional.
