La jefa de Estado participó de una actividad en el coliseo Eduardo Dibós cuando fue rechazada públicamente por los alumnos.
Estudiantes de Beca 18 gritan lo que muchos callan
El episodio reciente en el que estudiantes beneficiarios del programa Beca 18 abuchearon a la presidenta Dina Boluarte no es un simple incidente anecdótico. Es, en realidad, un gesto profundamente simbólico de una juventud que no se traga el discurso oficial ni olvida la sangre derramada durante las protestas sociales.
Los gritos de “¡Fuera, Dina!” resonaron con fuerza, aunque rápidamente fueron acallados por el personal de seguridad. Ese silencio impuesto refleja el tipo de democracia que se vive hoy en el Perú: una donde la disidencia se reprime, incluso cuando viene de jóvenes que, en teoría, son parte de los “logros sociales” que el gobierno gusta mostrar ante cámaras.
Beca 18 ha sido una herramienta valiosa para miles de estudiantes de bajos recursos. Pero eso no puede ser usado como chantaje emocional o político para exigir lealtad a un régimen que ha perdido legitimidad en gran parte del país. Que estos mismos jóvenes, beneficiarios directos de una política pública, se animen a alzar la voz, demuestra que ni los favores del Estado ni el miedo logran sofocar la conciencia crítica.
Intentar borrar ese reclamo mediante la fuerza, como ocurrió en el evento, solo agrava el problema. Lo que se vio no fue una falta de respeto: fue una señal clara del abismo que existe entre el gobierno y gran parte de la sociedad, especialmente los sectores populares que deberían ser su prioridad.
Silenciar a los estudiantes es silenciar el futuro. Y el futuro, tarde o temprano, se hará escuchar.
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