En este tiempo, buena parte de los ciudadanos estuvieron alejados de sus lugares habituales de residencia, y muchos de ellos expuestos a aglomeraciones que favorecen el contagio con la COVID-19.
En estas fechas también se interrumpieron las actualizaciones diarias de nuevos contagios de la enfermedad, aunque se da por hecho que con los datos que lleguen con posterioridad a lo que en España se conoce como un “puente” —concatenación de varios días festivos y laborables, como festivos— el país superará la incidencia acumulada de COVID-19 de 300 nuevos contagios por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días.
Este umbral marca la entrada en la zona de “riesgo alto” de contagio, según el nuevo “semáforo covid”, una especie de baremo de peligrosidad, modificado recientemente por el Gobierno.
Son cifras aún alejadas de las que presentan otros vecinos europeos, con menores índices de vacunación, desde que se conociera la expansión en el continente de la variante ómicron.
Prudencia con las medidas
En este contexto, dos ministras se pronunciaron sobre la cuestión —el Gobierno no hizo puente— en la rueda de prensa posterior al Consejo de ministros semanal.
La portavoz, Isabel Rodríguez, abogó directamente por unas navidades sin restricciones si se vacuna a la actual franja de edad con más contagios —los menores de 5 a 11 años, cuyo proceso de vacunación comienza el 15 de diciembre—, y si se cumple el uso de mascarilla y otras medidas de prevención.
“Con esta fórmula no tendríamos que irnos a otras que pudieran coartar a sectores económicos”, resolvió la vocera gubernamental ante las preguntas por el tradicional debate entre economía y salud.
También intervino la titular de Industria y Turismo, Reyes Maroto, en una de las fechas principales del invierno para el sector turístico, y con muchos empresarios pendientes de sus palabras para prever cómo será su campaña de Navidad.
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2 de diciembre, 18:35 GMT
Maroto reforzó el mensaje del país como “destino turístico seguro”, según sus propias palabras, y recordó las medidas de control ya adoptadas, como la restricción de vuelos con los países del cono sur africano.
Hay Gobiernos regionales, sin embargo, que sí mostraron su disposición a limitar la celebración de la Navidad dentro de sus competencias y dado el avance de los contagios.
Es el caso del País Vasco, que salió del puente con un 34% más de pacientes ingresados por COVID-19, según datos oficiales conocidos este 10 de diciembre, y cuya consejera de Salud, la nacionalista Gotzone Sagardui, admitió que se estudian medidas restrictivas en el ámbito de la hostelería para las próximas semanas.
Más nerviosismo en la calle
Sin embargo, el eco de los medios con la llegada de la variante ómicron del COVID-19 se tradujo sin duda en una mayor movilización de la población española.
Los ciudadanos del país estarían ya ante su sexta ola de la enfermedad y, dados los estrictos confinamientos iniciales sufridos y la masiva respuesta al proceso nacional de vacunación, parece que están dispuestos a tomarse en serio la llegada de ómicron.
En estos días, por ejemplo, se pudieron ver en el puerto de Vigo, en la región norteña de Galicia, largas colas de ciudadanos que acudían voluntariamente a un “cribado”, un examen masivo para detectar positivos.
En muchos casos iban junto con sus hijos menores de 12 años, los más importantes transmisores del virus en estos momentos en el país, ya que es la única franja de edad aún pendiente de vacunar.
Lo hacían, además, días después de que se extendiera la preocupación por la ciudad a causa del brote detectado en un astillero local, que afectó a 70 trabajadores y obligó a detener la producción.
En otros casos, el uso del pasaporte covid para entrar en bares y restaurantes adoptado por determinadas regiones llevó a que se formaran largas colas para vacunarse, cuando parecía que el proceso masivo de vacunación ya había superado los grandes días de movilizaciones del verano.
La explicación que se pudo adivinar tras las preguntas de los medios en estas colas es que se trataba de parte del 10% de la población que aún se había mostrado reacia a vacunarse y que se había animado finalmente ante la posibilidad de quedarse sin poder entrar en los bares.
Estas colas fueron particularmente numerosas en las ciudades mediterráneas de Barcelona y Valencia.
Finalmente, la constatación de que son los propios ciudadanos españoles los que están adoptando medidas de autoprotección ante la llegada de ómicron llegó cuando, tras días de goteos de anulaciones de las tradicionales cenas de fin de año de las empresas, fue la propia patronal Hostelería de España, la que confirmó el fenómeno.
Portavoces de esta organización indicaron a la agencia Sputnik que se calcula que en un 20% del total de las reservas de estas cenas y comidas de compañeros de trabajo fueron anuladas en los últimos días, ante la escalada de casos.
Una serie de movimientos que dejan aún en el aire la previsión económica de la campaña de navidad por segundo año consecutivo.