Sebastián Ochoa
Quienes conocieron a Juanita, como la recuerdan, destacan su entereza, así como su ternura para ayudar a las familias indígenas de la Amazonía. Y aseguraron que se merecía tener una vida mejor. Su deceso recuerda una vez más la situación de indefensión de las comunidades ante enfermedades como el COVID-19.
En los últimos días de 2021 falleció una de las líderes indígenas más destacadas del oriente boliviano. Con solo 51 años participó de todas las movilizaciones de las organizaciones de la Amazonía dirigidas a consolidar al Estado Plurinacional que hoy define al país. Sputnik conversó con quienes la conocieron de cerca. Explicaron qué llevó a Juanita, como la recuerdan, a ser tan querida y respetada, fundamentalmente por las mujeres de las comunidades.
Hasta 10 días antes de su deceso, Juana Bejarano era la presidenta de la Subcentral de cabildos indigenales del Territorio Indígena Mojeño Ignaciano (TIMI), el Territorio Comunitario de Origen (TCO) por el cual luchó durante toda su vida. Ni siquiera el dolor permanente de sus huesos, causado por la artrosis, la alejó un momento de las preocupaciones de su pueblo.
Algunos medios y conocidos de ella sostienen que falleció porque se contagió de COVID-19 cuando viajó a Trinidad, capital del departamento amazónico de Beni, para hacerse atender por sus dolencias de base. Pero su prima hermana, Bertha Bejarano, aseguró a Sputnik que el virus de la pandemia no llegó al cuerpo de Juana. De lo contrario, no habrían trasladado su cuerpo para inhumarlo en Bermeo, la comunidad del TIMI donde nació.
Días antes de fallecer, Bejarano había convocado a un encuentro de corregidores —el corregidor es la máxima autoridad de una comunidad— para ocupar secretarías vacantes de la subcentral. “Para mí fue una sorpresa grande que en ese encuentro los corregidores no supieron evaluarla y valorarla como dirigente, como mujer indígena”, dijo su prima Bertha, quien es asambleísta departamental por los pueblos indígenas de Beni, que incluye a 18 de las 36 nacionalidades reconocidas por la Constitución.
“Lloré de tristeza al ver que las bases no valoran que una se raje el lomo por las comunidades, por el territorio. Me duele decirlo, porque eso sucedió con ella”, sostuvo Bertha. En ese encuentro la destituyeron de la presidencia de la subcentral: “No pude soportar el discriminación que se le hizo solo porque la vieron muy delicada de salud. Eso también la llevó a decaer con fuerza y no poder levantarse más”, consideró.
Su prima recordó que, días antes, Juana había regresado de la ciudad de La Paz con el tercer título comunitario de tierras, por una parte de las 269.116 hectáreas que el TIMI reclama como propiedad del pueblo mojeño ignaciano.
“Así terminó la hermana Juana. A pesar de que trajo el tercer título del territorio. Es lamentable pues, una mujer que fue madre y padre para sus hijos no tendría que terminar de esa manera”, expresó la asambleísta.
“En la cama del hospital, aquí en Trinidad, ella pidió a mi persona, a su familia, a sus hijos, a sus hermanos, que no la dejaran acá botada. ‘Quisiera tener el privilegio de que me puedan llevar al territorio’, fueron sus últimas palabras”, contó Bejarano.
“‘Que yo pueda descansar en un pedacito de mi territorio, por el que tanto luché, por el que tanto puse mi vida, mi tiempo’, decía ella. Pidió que la saquemos del hospital y su deseo fue cumplido, a pesar de algunas situaciones”, relató la líder del pueblo mojeño ignaciano.
“Los médicos no nos permitían sacarla porque a lo último dijeron que ella tenía COVID-19. Pero su diagnóstico era anemia. Entonces tuvimos que hacer todas las gestiones correspondientes para llevar a la hermana Juana hasta su comunidad, Bermeo”, indicó.
“A morir a tu casa”
De rosa, la líder indígena Juana Bejarano
Juana Bejarano “fue una dirigenta muy respetuosa de sus bases, eso no supieron aprovechar ni valorar. Cuando la sacaron, les dije: ‘¿Qué ha pasado, corregidores? No han sabido evaluar a una dirigenta. ¿Por qué la han retirado a Juanita de la presidencia? Muchos dijeron que por su enfermedad”, recordó la asambleísta.
“Por esa misma enfermedad no podían retirarla, porque así la van a matar. Así le están diciendo: ‘Andá a morirte a tu casa'”, les dijo la prima de Juana.
Las dirigentas indígenas tienen vidas muy difíciles. Fundamentalmente por el machismo imperante, que impide en muchas ocasiones que el mismo marido les permita desarrollar su vocación dirigencial. Si logran superar esta barrera y obtienen el extraordinario apoyo del esposo, tienen que lidiar con el patriarcado encarnado en sus compañeros dirigentes.
“Muy pocas son las mujeres comprometidas como Juana. Muy pocas saben sobrellevar la tristeza, la alegría, reír y llorar en una dirigencia. Porque no es fácil desprenderse de su comunidad, dejar a sus hijos y seguir un mandato de su pueblo, que le dan las bases”, dijo Bejarano.
Y agregó: “Muchas de esas mujeres asumen, lo ven duro y a los dos meses se están yendo. En cambio, Juana fue una persona consecuente en la lucha. Ella dijo: ‘Si tengo que morir, moriré en la dirigencia’. Creo que sus palabras casi fueron cumplidas, porque solamente 10 días hacía que había salido y mire, ya nos dejó”.
Ternura
De rosa, la líder indígena Juana Bejarano
Mauge Carrizo acompaña a los pueblos indígenas de Beni como integrante de la Parroquia de San Ignacio de Moxos, el poblado más cercano al TIMI. “Si tengo que buscar una palabra para describir a Juanita sería ‘ternura’. Porque es una mujer superfuerte, muy fuerte, pero con una capacidad de ternura, de ocuparse por los otros. Recuerdo muchas imágenes de Juanita”, contó a Sputnik.
“Una de ellas es del primer momento de la pandemia [marzo de 2020]: habían quedado solitos unos cuatro niños. Sus papás se habían ido y quedaron solos en una comunidad aquí cercana. Voy una tarde a la subcentral (en San Ignacio) y los encuentro con doña Juanita en su casa”, dijo Carrizo.
Comentó que “doña Juanita nunca tuvo un peso, no tenía medios económicos, no tenía ya salud porque venía con su enfermedad. Sin embargo, a los niños les abrió la puerta de su cuarto, porque su casa era un cuarto en la subcentral. Buscó entre ropas de sus hijos y sus nietos, los bañó y los cambió”.
Para Carrizo, “fue muy fuerte, porque en medio de la nada aparece esa solidaridad que no sabe de límites, un cariño que no sabe de límites”.
Mauge, como la conocen en los territorios indígenas, definió a Juana Bejarano como “una mujer encantadora, de una sonrisa y de una belleza exterior que reflejaba todo su interior. El último día que la vi fue en su cumpleaños, que me había invitado al egreso de su hija”.
Recordó que “tenía un vestido rosa vivo, tenía su cabello recogido en una cola y sus labios rojos. Le dije: ‘Vos has salido del hospital para conquistar corazones’. Y me dice: ‘Siempre hay que estar alegre, Mauge. Ya nos vamos a juntar a celebrar'”.
Carrizo vive en la Amazonía desde hace 10 años. Nació en Córdoba, Argentina, donde se formó como docente. “Recuerdo lo triste que estaba Juanita cuando sus compañeros del TIMI decidieron que por su salud no podía seguir a cargo de la presidencia. Ella me decía: ‘Esta es mi vida. Si no estoy ¿qué voy a hacer? No sé hacer otra cosa que no sea esta'”.
La situación de las comunidades
Desde diciembre de 2020, las comunidades amazónicas soportan interminables lluvias con las consiguientes inundaciones. Sumado a esto, la cuarta ola de contagios de COVID-19 alcanza cifras récord en Bolivia. ¿Cómo lo están sobrellevando las familias indígenas?
“Con cuarta ola o sin ella, en Beni no hay sistema de salud. Entonces el problema no es la ola, sino que el Estado boliviano ha creado en varios lugares microhospitales o centros de atención de salud que están desprovistos de personal médico y remedios”, dijo Carrizo.
Contó que varias amigas y conocidos tuvieron serias complicaciones en su salud, porque —por ejemplo— no pudieron tomarse una radiografía oportuna para dilucidar su diagnóstico.
“Todos hemos tenido síntomas de COVID-19. Yo el otro día tenía 39 ºC de fiebre. Simplemente nos quedamos en nuestra casa, tomamos paracetamol, con remedios naturales como el cogollo de guayaba, la miel de chimanes, limones. Nos ponemos un poco de Mentisan, nos tomamos nuestra agua de jengibre”, explicó.
“Todos ya tenemos nuestro vademecum de medicina natural. Con eso vamos yendo, porque vas a un hospital y está saturado. Una amiga con problemas de vesícula estaba internada junto a una señora con COVID-19, porque no tenían más lugar donde ponerla”, describió.
Carrizo relató una situación que se estaría repitiendo en varias comunidades. Días atrás, una brigada de salud ingresó al Territorio Indígena Multiétnico (TIM) para vacunar a comunarias y comunarios del pueblo chimán. A pesar de que ingresar a las comunidades requiere tiempo, esfuerzo y atravesar la ríspida selva, no lograron inocular a más de 20 personas.
“Los hermanos chimanes no tienen carnet de identidad. Entonces, si no tienen carnet no los pueden vacunar. Primero el Estado deniega el carnet de identidad, por ese motivo no pone la vacuna. Además, se expone a las poblaciones a enfermedades que puedan traer quienes integran la brigada. Decime si no es una burla. O es para largarte a llorar”, dijo Carrizo.
“Me ha pasado que se me mueran chicos de la Pastoral Juvenil por apendicitis, que se mueran amigas al dar a luz porque les han practicado mal el parto. Se me ha muerto más gente conocida por causas evitables antes que por COVID-19”, aseguró.