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Economía

Proeza en el desierto de Piura: conoce cómo surgen biohuertos gracias al riego por goteo

Producir alimentos y subsistir en el árido y tórrido desierto de Sechura constituye un desafío constante para la población que reside en esta provincia del departamento de Piura, cuya mayor dificultad es el acceso al agua. Sin embargo, existen iniciativas que, gracias al riego tecnificado que maximiza el aprovechamiento de este recurso vital, están logrando cambiar el tradicional panorama de escasez por uno esperanzador que brinde seguridad alimentaria.

Una de esas iniciativas es el proyecto Promoción de la Seguridad Alimentaria y Nutricional (Prosan), que impulsa el Programa Mundial de Alimentos en la provincia de Sechura y que tiene como objetivo general contribuir en la reducción de la anemia en menores de 3 años y la desnutrición crónica infantil en menores de 5 años fortaleciendo capacidades de la gestión territorial y acción comunitaria que mejora la seguridad alimentaria y la nutrición.

“No teníamos verduras en casa si no salíamos a la provincia, que está lejos, a hacer las compras. Recuerdo que sólo podíamos sembrar verduras cuando venía agüita del río Cascajal, pero no pasaba todos los años”, comenta María Mayanga, residente en el caserío de Pocitos junto a su familia de seis miembros.

Gracias al proyecto Prosan, María y los suyos tienen actualmente un módulo productivo multifamiliar de 900 metros cuadrados, gracias al cual producen verduras y crían ganado para alimentarse, generar ingresos y cubrir de verde el desierto.

Riego tecnificado

Para ello utilizan el riego tecnificado por goteo, que se ha instalado en estas tierras con la asistencia técnica del Programa Mundial de Alimentos para usar de forma eficiente y racional el agua subterránea a la que acceden las familias a través de un reservorio común, que funciona gracias al apoyo del Fondo Social del Proyecto Integral Bayóvar (Fospibay), que también es donante de Prosan.

“Aquí, en Pocitos, no hay agua. Usamos agua de un pozo y el biohuerto lo administramos mi esposo, mis hijos y yo, todos juntos”, asevera María, quien con orgullo hace una lista de los alimentos que produce la familia Paiva-Mayanga: brócoli, maíz, caigua, zanahoria, beterraga, limón, alfalfa, tomate, hierba luisa, culantro, rabanito, menta, perejil, rabanito, y productos de la zona como el frejol de palo.

Seguridad alimentaria

María Mayanga destaca que todas las verduras que cosecha en el biohuerto son para el consumo de su casa, y valora poder comer alimentos naturales, económicos y libres de sustancias tóxicas que ella misma cosecha:

“Esto es más nutritivo, y además consumimos lo que sembramos, y ya no tenemos que salir a comprar a precio más elevado. Ahora comemos más verduras, ya no nos preocupa que no nos vaya a alcanzar, y consumimos más vitaminas y proteínas para los niños. También tenemos aquí animales para nuestro consumo, y más adelante quisiéramos sembrar también frutas.”
Como buena emprendedora, María anhela que el biohuerto siga creciendo. “Quisiéramos tener más adelante paneles solares para que pueda funcionar el motor del equipo de riego, y así ya no tendríamos que invertir en combustible.

250 módulos productivos

Este fructífero trabajo realizado por el proyecto Prosan, que opera el Programa Mundial de Alimentos, ya ha habilitado hasta el momento cerca de 250 módulos productivos como el de María. Un 40% de estos módulos vende los excedentes de sus cosechas en diversas ferias agropecuarias que organizan los municipios distritales con apoyo del proyecto.

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