La pandemia y la guerra en Ucrania han disparado los precios de fertilizantes y granos inflando el coste de los alimentos en el mundo, dice la asesora de la FAO en América Latina
Hace algunos años, Latinoamérica parecía comenzar a ver la luz al final del túnel. Si bien el hambre no se había erradicado por completo, los habitantes más pobres del continente tenían más acceso a comida y se esperaba llegar a una tasa de hambre cero para antes de 2040. Pero esta tendencia ahora va en reversa. La pandemia, al incrementar la pobreza, impactó también el acceso a los alimentos. Este año apareció una nueva fuerza en contra de la seguridad alimentaria: la ofensiva rusa en Ucrania. Ambos países, exportadores de fertilizantes y granos, interrumpieron su producción, lo que ha disparado los precios a nivel global.
Es un verdadero signo de los tiempos que Janet Yellen, secretaria del Tesoro de Estados Unidos, hable del hambre. “Existe un riesgo muy real de que el aumento vertiginoso de los precios de los alimentos y los fertilizantes en el mercado mundial provoque que más personas pasen hambre, exacerbe aún más la inflación y perjudique la posición fiscal y externa de los gobiernos”, dijo en conferencia de prensa el 21 de abril. Los gobiernos de América Latina deben prestar atención, dice la economista peruana Carolina Trivelli, asesora de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y autoridad en la región en el tema del hambre. Esta es una emergencia y se debe responder como se responde a un terremoto, apunta con urgencia Trivelli, en entrevista con EL PAÍS desde Lima.
Pregunta. ¿Cuál es la situación de hambre en América Latina?
Respuesta. El hambre es de vuelta un tema relevante en América Latina y el Caribe y no es solamente derivado de la pandemia. Es la confluencia de varios factores que hacen que esto se vuelva un problema ahora apremiante. En primer lugar, la pandemia genera un proceso de empobrecimiento en la mayor parte de los países, en algunos con más o menos intensidad, dependiendo de la respuesta que dieron los gobiernos con transferencias, bonos especiales o programas de protección social. Pero la pobreza aumentó y, con eso, la cantidad de personas con hambre también aumentaron. En particular, se ve en las grandes ciudades, lo cual es una cosa novedosa para el mundo de la discusión de pobreza en América Latina. Lo segundo es que esperábamos que esta tendencia se revirtiera rápidamente con el rebote económico del 2021 y lo que hemos visto es que los mercados laborales se han reactivado de manera más lenta de lo esperado, son más informales y con niveles de ingreso todavía por debajo de los niveles prepandemia. Y lo tercero es que tenemos ahora una racha de subida de precios de los alimentos que está afectando duramente a las familias más pobres.
Te pongo un ejemplo de mi país, que es el que conozco con detalle. El 20% de los peruanos más pobres destina en promedio el 53% de sus gastos a consumo alimentario, más 25% a gastos de transporte, combustibles, energía y cuidado de la vivienda. Estos dos rubros tienen más del 80% de su consumo. Un incremento del 10% en esos precios, que es lo que hemos registrado el último año, es un golpe brutal a esas familias. Como la gente no puede dejar de tomar transporte público o de pagar su electricidad, reduce su consumo alimentario. Por lo tanto, o comen menos o sustituyen consumo de alimentos más costosos, más sanos, más nutritivos, por consumo de alimentos de menor calidad. Entonces, tenemos esos tres efectos que vienen juntos y que se suman al hecho de que el hambre ya venía subiendo en el 2015 en América Latina y el Caribe con la desaceleración de la reducción de la pobreza. Este es el peor de los escenarios. Todo confluye a generar más hambre.
P. La guerra en Ucrania está incremento el precio de los alimentos. ¿Ya vemos el impacto de esto en América Latina o es un cuarto factor todavía por impactar?
R. La guerra en Ucrania lo que va a hacer es prolongar el tiempo de altos precios de los alimentos por mucho más de lo inicialmente esperado. Y eso es un problema muy serio, porque la emergencia del hambre no va a ser una emergencia de alta intensidad y corta duración, va a ser una emergencia de alta intensidad y larga duración. Te digo por qué. Primero, ya está golpeando a la región con el incremento en el precio de combustibles. Segundo, ya está golpeando en el incremento de precios de alimentos que muchos países importamos como trigo y girasol, aceites vegetales y maíz. Eso ya está sucediendo. Eso ya pasó. Y lo otro es que han volado los precios de los fertilizantes, y América Latina y el Caribe es una región importadora neta de fertilizantes sintéticos. No solamente subirán los costos de producir alimentos este año, esas producciones que van a salir incluso el próximo año, van a ser más caras. Incluso si tuviéramos dinero para comprar todos los fertilizantes más caros, no hay oferta suficiente. Lo que va a pasar es que los productores de alimentos van a fertilizar menos, por lo que sus rendimientos van a ser menores, el volumen de tu producción va a ser menor y eso va a generar el hambre. Los alimentos disponibles van a ser más caros para los consumidores. Esto va a ser durísimo para América Latina y el Caribe, porque solo aquellos productores con mayor respaldo financiero, con mayor capacidad económica y probablemente de mayor escala van a poder tener fertilizantes, con lo cual la desigualdad en el mundo rural va a incrementarse. Va a haber un efecto distributivo negativo que va a dejar a los agricultores familiares, a los agricultores de pequeña escala, más empobrecidos, sin fertilizantes y por lo tanto los resultados después de un año van a ser que van a tener menos ingresos, van a sembrar menos, van a quedarse metidos en una suerte de trampa de pobreza.
P. El fenómeno de las ollas comunes en Perú es una manera en que la población está haciendo frente a este problema. ¿Cómo más están sobreviviendo los latinoamericanos?
R. La mayor parte de los gobiernos hoy día está tomando medidas para tratar de contrarrestar en alguna porción los altos precios de alimentos y altos precios de fertilizantes, reduciendo aranceles, reduciendo impuestos, con lo que tiene a su alcance. Sin embargo, esas medidas son muy costosas fiscalmente y no se focalizan en los más pobres. Lo que vemos es un reclamo generalizado por que los gobiernos usen los recursos que tienen para enfrentar esa crisis, concentrándolos en atención directa, focalizada y temporal en los más vulnerables. Por el lado de la producción, esto refiere a la agricultura y por el lado del consumo, a hogares en situación de pobreza y alta vulnerabilidad. Desgraciadamente, por la crisis que viene de la pandemia, esto encuentra a nuestros gobiernos en la región, a la mayor parte de ellos, con perspectivas de crecimiento a la baja y con muy poco espacio fiscal para implementar acciones de mitigación. Ahora el debate es entre avanzar hacia la consolidación fiscal para ordenar sus cuentas y atender la emergencia, si no las dos cosas a la vez. Parece muy difícil, salvo en aquellos países como exportadores de materias primas como Perú, por ejemplo, los países exportadores de cobre o de petróleo, esos tienen un poquito más de margen. Eso es la cuadratura del círculo. Aquí tienes que gastar plata para atender la emergencia, para que la gente no pase hambre, pero no tienes plata.
P. ¿Y qué es lo que deben hacer los gobiernos?
R. Primero hay que separar los problemas. Hay que tener un plan de acción para atender la emergencia de hoy y esa emergencia de hoy es hambre. De ahí cada Gobierno tiene que echar mano a los recursos que sean necesarios para asegurar que su población más vulnerable logra sobrevivir a esta crisis de altos precios de alimentos y bajos niveles de ingreso. Hay que hacer programas temporales y focalizados, identificar quién necesita qué. Es el Gobierno el que tiene más instrumentos para conocer, para llegar a la población más vulnerable. Hay que priorizar atención de emergencia a esos hogares en alta vulnerabilidad. Pero además, esos hogares tienen una proporción de niños más alta que otros hogares y el impacto en esos niños que no atendamos en esta emergencia puede ser para toda su vida. Para atender la emergencia puede hacerse una transferencia, programas de alimentación escolar o donación de alimentos Lo que sea necesario, hay que hacerlo. Esta atención de emergencia es como si hubiera habido un terremoto. Lo segundo es tener un plan para los fertilizantes, para evitar caídas drásticas en la producción. Abordar la cadena de producción de alimentos no solo para hoy, sino para los próximos meses, porque, si no, el problema se te extiende para siempre. Hay que hacer programas de ayuda, ya sean compras del Gobierno a Gobierno, subsidios directos a fertilizantes, entrega de vouchers para productores de pequeña escala para que sí puedan fertilizar. Finalmente, aparte de eso que es la emergencia, hay que hacer un trabajo de mediano plazo para comenzar a hacer una transición hacia esquemas de uso de fertilizantes más eficientes, hacia esquemas de promoción, de comercio internacional más solidarios entre países que producen fertilizantes y granos. Buscar qué posibilidades de favorecer el comercio internacional intrarregional pueden ayudar a los países a tener una situación de mayor estabilidad. Cada suelo y cada cultivo requieren una combinación de fertilización particular que si tú la haces más eficiente, puedes consumir mucho menos fertilizantes y producir lo mismo. Pero tienes que hacer el trabajo.