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Internacional

América Latina en la geopolítica del siglo XXI La declinación de Estados Unidos y el ascenso de China

Mónica Bruckmann, Miguel Ángel Barrios y Tamara Lajtman
Conversatorio realizado el 29 de julio del 2021
Desde hace ya algunos años, se ha señalado, entre otros por Immanuel Wallerstein, que Estados Unidos, el hegemón que se impone tras el término de la Segunda Guerra Mundial, se encuentra en su fase de declinación. ¿Están de acuerdo con esta idea? Y si están de acuerdo, ¿cuál es la dimensión real de esta declinación? ¿Se trata de una crisis temporal de la cual EE. UU. podría recuperarse o consideran que es una situación estructural y sin vuelta atrás? ¿Cómo ven que está reaccionando EE. UU.  este proceso de declinación de su ciclo hegemónico?

Mónica
A lo largo de los últimos años este debate ha sido muy intenso. Personalmente me ubico entre aquellos que plantean que estamos frente a una transición hegemónica compleja. Los procesos económicos y políticos que marcan el escenario internacional reafirman esta tesis. Yo diría que Estados Unidos de América se enfrenta a dos grandes problemas en este momento de la nueva administración de Biden y de profundización de las transformaciones de la economía mundial que la crisis del COVID-19 ha acelerado.

En primer lugar, la gran crisis económica que atraviesa EE. UU. y que no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial se expresa en las altas tasas de desempleo, una creciente desigualdad social que se empieza a instalar como un problema estructural desde la perspectiva de su política interna y un crecimiento importante de su deuda pública, que lo coloca en el noveno lugar entre los países más endeudados del mundo. Esta deuda, que en gran medida se genera a partir del 2001 para financiar su política externa –que tuvo como eje central la llamada lucha contra el terrorismo global y las sucesivas guerras en el medio oriente–, representa alrededor del 135 % de su Producto Interno Bruto [PIB], está compuesta en más del 60 % por deuda externa, y tiene como primer acreedor a Japón y como segundo a China, con una participación creciente en la compra de bonos de la deuda pública estadounidense.

Entonces, esta llamada guerra comercial, para usar el título que dio la gran prensa internacional a la disputa hegemónica entreEE. UU. y China, en realidad es algo mucho más profundo. Me atrevería a afirmar que ya no es apenas una disputa por la hegemonía mundial, sino una transición hegemónica acelerada por la crisis COVID-19, que tiene como nuevo centro del sistema-mundial a China, pero también potencias emergentes asiáticas y euroasiáticas, como India y Rusia. Parece estar emergiendo un orden mundial multipolar con una participación cada vez más importante de los países del Sur, que acumulan crecientes capacidades locales de producción científica y tecnológica, de organizar cadenas globales de valor, de
redefinir el complejo industrial militar global, y se colocan en condiciones de disputar tecnologías de punta en áreas estratégicas, como las tecnologías de información y comunicación, la producción de energía limpia y renovable, los nuevos materiales y un conjunto de otros ciclos tecnológicos de bajo carbón. Es decir, estamos frente a una situación muy compleja de disputas geopolíticas y transiciones hegemónicas.

Un segundo aspecto que aparece en este análisis es que, desde el punto de vista de su política interna, China está avanzando muy rápidamente en la construcción de un amplio espacio de cooperación internacional, desde el 2013 cuando lanza el proyecto de la nueva ruta de la seda o Belt and Road Iniciative [BRI], que está reorganizando a una velocidad impresionante el continente euroasiático y se está convirtiendo en el proyecto global más importante de intercambio comercial y colaboración científica y tecnológica a nivel mundial. En este momento el BRI tiene 138 países miembros o en proceso de formar parte del memorándum de entendimiento. Después de Naciones Unidas, que tiene 194 países miembros, la nueva
ruta de la seda se coloca como el segundo espacio más importante de coordinación intergubernamental a nivel planetario. Pero, además, el BRI actúa también como una especie de gran paraguas, bajo el cual se articulan otros espacios subregionales de coordinación, como es el ASEAN, anterior al BRI; la Unión Económica Euroasiática, donde Rusia ocupa un papel central o el tratado RCEP (Alianza Económica Regional Ampliada), que nace en noviembre del 2020 como un espacio de cooperación bajo el liderazgo de China y sin la participación de EE. UU. El RCEP, formado por catorce países de Asia y
Mónica Bruckmann, Miguel Ángel Barrios y Tamara Lajtman.

Es decir, mientras China avanza y está desplazando el centro hegemónico del Atlántico al Indo-Pacifico, EE. UU. desarrolla una estrategia defensiva que tiene como principal objetivo contener a China y su acelerada expansión económica y política. Muestra de esta estrategia defensiva de EE. UU. es la creación de QUAD (Quadrilateral Security Dialogue) formado por Japón, Australia, India y el propio EE. UU., que trata de aproximarse nuevamente a países cada vez más
centrales en la esfera de intereses geoeconómicos de China. En este contexto, parece evidente que la India comienza a jugar un papel sumamente importante entre el Atlántico y el Indo-Pacífico y entre los intereses de EE. UU. y de China.

Miguel Ángel
Pienso que la Posguerra Fría que parecía que se dirigía a la famosa “pax americana” y al “fin de la historia”, ha sido una falacia y al mismo tiempo estamos ante el surgimiento, acelerado por la pandemia, de un mundo multipolar de Estados continentales industriales. Hay que repasar que toda pandemia en la historia, antiguamente llamadas plagas, epidemias o pestes, no solo es una crisis sanitaria sino, también, una crisis de un modo de producción y acumulación económica, una crisis social y política y un cambio de orden mundial.

Y, por lo tanto, el COVID-19 ya aceleró el ascenso del epicentro geoeconómico del mundo actual que, por primera vez en la historia, va a ser el Asia-Pacífico. Y en este aspecto, evidentemente vamos hacia un nuevo orden. Yo me inclino más hacia un orden multipolar que bipolar, como hay algunos autores, como por ejemplo Henry Kissinger, que habla de una bipolaridad EE. UU.-China.

Evidentemente, acompañando a toda la crisis de EE. UU. que explicó Mónica, quisiera agregar que hay una crisis que advirtió Huntington en su último libro, que no es el que más se nombra, o sea que no es el Choque de Civilizaciones sino Quiénes Somos, que fue el último libro antes de fallecer, y allí plantea que la identidad o el ethos cultural Americano se estaba viendo hackeado por la inmigración hispánica y asiática, y que ponía en crisis al ethos fundante calvinista
de las trece colonias originales. Por lo tanto, EE. UU. cada vez más se vuelve una nación multicultural y esto lo hemos visto con la presidencia de Trump. Ese multiculturalismo se evidenció en la votación en EE. UU., ya que está dividido culturalmente y toma fuerza la identidad en lo que respecta a América Latina. Esto es muy importante ya que su fuerza y motor es hispano-mexicano, es decir, México. Los inmigrantes mexicanos van hacia aquellos lugares que EE. UU. conquistó y arrebató a México en su momento por la fuerza, en el siglo XIX.

De este modo, EE. UU. está en estos momentos en una gran crisis de identidad cultural y de fragmentación, agregado a que está perdiendo la cuarta revolución tecnológica industrial con China. La está perdiendo al igual que sus aliados de la Unión Europea [UE]. En este sentido, la OTAN están en [situación de] debilidad con respecto a la Organización de Cooperación de Shanghái. De todas maneras, todo esto vuelve más peligroso a EE. UU., porque, en mi opinión, EE. UU. ha iniciado una militarización de la doctrina Monroe, que es una declaración unilateral. Por lo tanto, esto nos debe poner más atentos a
los latinoamericanos.

Tamara
No hay posibilidad de volver a una hegemonía imperial como la del pasado, y si bien es cierto que EE. UU. impone a su antojo sanciones unilaterales, inicia guerras, presiones económicas, domina en cierta medida organismos internacionales y conserva fundamentalmente el poderío comunicacional, es clave percibir que en los últimos años van apareciendo de forma muy palpable hechos concretos que ponen en evidencia que el mundo ya no es bipolar, como se pensó que sería o como fue momentáneamente tras la desaparición de la URSS.

Y quizás la mal llamada guerra comercial con China, como la caracterizó Trump, y por supuesto la situación de pandemia, da muestra la situación terminal de la hegemonía. Ya no existen consensos sino dominación sin hegemonía. Creo que de manera esquemática también ampliando lo que decía Mónica de dos grandes ejes, yo pienso en por lo menos cuatro grandes pilares que dan cuenta de ese declive hegemónico: el económico, tecnológico, supremacía militar y la dimensión ideológica o cultural.

En lo que se refiere al dinamismo económico que le permitió a los EE. UU. de posguerra representar por lo menos el 50 % del PIB mundial, hoy es una cifra que se redujo, por lo menos a la mitad, y todo indica que seguirá descendiendo, por lo menos es la tendencia. A lo que también hay que agregar una infraestructura decadente en EE. UU., que, a diferencia de China que tiene una extensa red de trenes de alta velocidad, sigue con el uso de camiones para movilizar su mercancía, lo cual genera una pérdida de competitividad económica.

En el plano tecnológico y de innovación, también es notorio el traslado de la capacidad tecnológica hacia los países asiáticos, Mónica profundiza más en este tema. En el plano militar, EE. UU. sigue siendo sin duda la primera potencia, pero es una supremacía que no ha logrado traducirse en una dominación efectiva, como muestran claramente los casos de Irán y de Afganistán. Igualmente ¿cómo reacciona EE. UU. ante esta situación?, hace pocas semanas se aprobó un presupuesto adicional para la defensa que va a costar más o menos 700 mil millones de dólares,para modernizar y mejorar capacidades militares con el objetivo declarado de disuasión de China y Rusia.

Otro tema que quisiera destacar es la dimensión cultural e ideológica, cada vez más compleja. EE. UU. sigue intentando manufacturar un consenso negativo en torno a la amenaza de China y Rusia como enemigos de la democracia, que socavan el poder estadounidense. Pero es un relato cada vez más difícil de sostener y eso se vuelve más claro con el impacto de la pandemia.
El ascenso de China como megapotencia global ¿Será China el nuevo hegemón del sistema-mundo capitalista? ¿Es posible una transición pacífica de un ciclo hegemónico a otro, sobre todo en los tiempos contemporáneos? ¿Cuándo China desplazará definitivamente a EE. UU. como primera potencia global? ¿Cómo analizan las relaciones de China con AMLC?

Mónica
Para responder a esas preguntas conviene echar un vistazo a la economía mundial. Si tenemos en cuenta el ranquin de las mayores economías del mundo de acuerdo al PIB en dólar ajustado a su poder de compra local [PPP], China ha pasado a ocupar el primer lugar desde el 2014, y las proyecciones que teníamos antes de la crisis COVID-19 indicaban que hacia el 2030 el PIB de EE. UU. representará apenas dos tercios del PIB de China, y hacia el 2050 la India pasaría a EE. UU., colocándose en segundo lugar en este ranquin de las mayores economías a nivel mundial, desplazando a EE. UU. a un tercer lugar. Todo indica que estas proyecciones elaboradas algunos años antes del COVID-19 tienden a acelerarse.

Los datos muestran que en el 2020 las inversiones chinas para el avance del BRI fueron superiores a la planificación anterior a la crisis COVID-19, permitiendo una reorganización de las cadenas de suministro asiáticas para atender las industrias chinas, además de los avances importantes en proyectos de infraestructura al servicio de las nuevas cadenas de valor subregionales y, por imposición de las cuarentenas, más próximas al territorio chino. Desde nuestro punto de vista, todas las condiciones que China está generando en relación a la creación de esta gran economía euroasiática, que ahora incluye
prácticamente todo el continente africano, inclusive con proyectos de infraestructura extremadamente importantes de decenas de nuevos y antiguos puertos que se están repotenciando en el continente africano y alrededor del Mar Rojo, conectados a una gran red multimodal de carreteras y trenes de alta velocidad que atraviesan el continente, siguen potenciando a la economía china.

Estos avances de China en África, Asia Central y con proyección hacia el medio oriente y el Mediterráneo, están obligando a Europaa establecer acuerdos importantes dentro del marco de la nueva ruta de la seda. Si no lo hicieran, simplemente quedarían fuera de muchos ciclos tecnológicos, industriales y de servicios, sin posibilidad de competir en la economía mundial.

Coincido con Miguel Barrios cuando afirma que estamos avanzando hacia el establecimiento de un nuevo orden económico
mundial, no necesariamente bipolar ni unipolar, sino muy probablemente hacia un orden multipolar, donde Asia juega un papel central, pero también África en la medida que recupera su visión Panafricana, que es exactamente lo que está haciendo para poder sentarse a la mesa de negociaciones con China, que comienza a asumir un papel central en la definición y conducción de la economía mundial, pero con la participación de algunas economías emergentes de África y
Asia que tienen participación cada vez más destacada en el ranquin de las mayores economías del mundo. Estamos viendo la configuración de un mundo multipolar. El día de ayer un alto funcionario de EE. UU. se reunió con el primer ministro hindú, precisamente paradiscutir la creación de un acuerdo en el marco del cual se permita aproximar la India a EE. UU, dentro de esta política externa que hemos calificado como “defensiva”, en el contexto de una disputa geopolítica que se desplaza del Atlántico hacia el Indo-Pacífico.

Cabe preguntarnos ¿cómo EE. UU. conseguirá contener la política externa china, contener su creciente dinamismo económico? Creo que esta transición hegemónica no será una transición pacífica, pues estamos viendo crecientes tensiones y amenazas de intervención militar en algunos países de Asia e, inclusive, de América Latina. Este proceso fue muy evidente durante la gestión Trump, pero con Biden esta política se mantiene, tal vez con otros elementos más
sofisticados. Nos referimos a este conjunto de estrategias sobre las cuales ya existe una literatura importante, como las llamadas “guerras híbridas”, las “revoluciones coloridas” y, en general, los intentos de desarrollar una dominación de espectro total, que parece estar en la base de estas nuevas estrategias, digamos, más sofisticadas y que
utilizan mecanismos altamente tecnologizados para impactar a laopinión pública y crear condiciones y mecanismos de intervención en la política interna y la soberanías de muchos países que se definen como “amenazas” e inclusive “enemigos” de la seguridad nacional de EE. UU. al no compartir su visión de defensa y política externa. Entonces, el mundo para EE. UU. se divide entre los amigos y aliados, y los países enemigos. Desde esa visión, no hay espacio para posiciones intermedias.

De otro lado, la política externa China sigue la tradición del pensamiento político de Sun Tzu, que se expresa en una estrategia de disuasión de cualquier conflicto armado, para lo cual ha iniciado, hace algunos años ya, una ampliación de su gasto militar y actualmente desarrolla una creciente cooperación con Rusia en esta área. Los datos del Instituto Internacional de Pesquisa para la Paz de Estocolmo [SIPRI] muestran que China ha pasado del 2 % del gasto militar mundial en el 2010 al 13 % en el 2020, mientras que EE. UU. ha disminuido su participación del 50 % al 39 % en el mismo periodo. No me parece que a China le interese promover una guerra más en el mundo, pero sí está creando mecanismos de disuasión frente a pretensiones militaristas de EE. UU. en algunas regiones que considera áreas de influencia estratégica, como lo es América Latina.

Miguel Ángel
Suscribo lo que se analiza. Pienso primero que la transición del ascenso y declinación no es tan rápida, es decir, EE. UU como toda “República Imperial” en la definición de Raymond Aron, va a pelear, va a ejercer políticas agresivas en regiones del mundo, por lo tanto, la transición, como todo cambio de orden mundial, no va a ser pacífica. Nunca hubo un cambio de orden mundial sin guerra de por medio.

De hecho, estamos viendo ya guerras cibernéticas que son las nuevas guerras del futuro pero que ya están, y la guerra por los recursos naturales nos toca mucho a nosotros. Con respecto a África, por ejemplo, EE. UU. como dijo Mónica,
creó hace aproximadamente siete años la sexta flota o sexto comando. África es uno de los continentes más ricos del mundo en biodiversidad y minerales.

También en América Latina la situación va a ser tensa. Por ejemplo, en Argentina hay cierta tensión porque hay una base científica que se creó en la provincia de Neuquén durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, con el gobierno chino, y durante el gobierno de Macri hubo una gran presión de Donald Trump para que se cierre ese polo científico en Neuquén y allí instalar una base militar de los EE. UU.

Y por el otro lado está la política de disuasión. Evidentemente China lo hace con esa filosofía confuciana y de aproximación indirecta de Sun Tzu, que está en su esencia de nación, y se ve hoy más poderosa que EE. UU. Hay que estudiar bien la organización dentro del poder militar, cuando analizamos a la Organización de Cooperación de Shanghái, que ha reemplazado a la OTAN como la organización más poderosa del mundo, compuesta por China, Rusia, Irán, la India,
Turquía, o sea países observadores y países miembro. Dentro de eso, evidentemente, hay una alianza militar muy específica entre China, Rusia e Irán. Eso se ve en medio oriente, en Siria, por ejemplo, dónde el objetivo final era Irán y no pudieron llegar porque la Organización de Cooperación de Shanghái venció a EE. UU. La cara visible de este triunfo fue Hezbolla y las fuerzas populares sirias, pero en realidadya estaban apoyados por la Organización de Cooperación de Shanghái, quien actuó en esa guerra, más la diplomacia multilateral del Papa Francisco.

Tamara
Estoy totalmente de acuerdo, y también estoy más inclinada a pensar que la crisis transitoria no va a dar lugar a una hegemonía mundial tal como se configuró en el mundo de post Segunda Guerra, sino que más bien policéntrico, hacia el centro de mayor dinamismo, pero policéntrico al fin. Algunas cifras como para complementar lo que dijeron Mónica y
Miguel Ángel. Por ejemplo, el rol protagónico de China en la cadena de suministros global. China lidera con poco más del 30 % del comercio mundial de artículos electrónicos y del 80 % de las tierras raras del mundo, representa alrededor del 77 % de la producción mundial de las baterías de litio y produce alrededor del 56 % del acero a nivel mundial, sin duda la situación de pandemia fue un catalizador de esa tendencia que ya venía de años anteriores. En relación con la magnitud del crecimiento chino, por ejemplo, se puede pensar en la elaboración y la distribución de las vacunas, lo que se conoce como
la diplomacia de las vacunas. China lidera con muchísima ventaja mientras que Biden recién va empezando. Era algo que Trump no había empezado y que Biden comienza algunos meses tarde, con la donación de vacunas y con el mecanismo COVAX. Pero bueno, más allá del rol de la distribución de vacunas, por ejemplo, el 90 % de los antibióticos se hacen en China que, además provee cerca del 80 % de las materias primas para todos los medicamentos a nivel mundial.

En el plano de la salud quizás no se hable tanto de ese protagonismo. Enfocándome en la parte de las preguntas sobre la posible transición pacífica, son muy pocos los analistas que esperan enfrentamiento directo en territorios entre EE. UU. y China, pero la escalada de la guerra económica, tecnológica, política puede tener impacto concretos en los mercados, en la posibilidad de financiar deudas, en la presión para mantener una línea de acción diplomática con EE. UU. o con la UE frente a alianzas con China o con Rusia.

Siempre me acuerdo de un libro de Brzezinski donde decía que la peor pesadilla era una alianza chino-soviética, que es algo que está muy vigente, y muchos thinks tanks occidentales van ubicando ese relato del retorno de la Guerra Fría. Pero algo que quisiera destacar para tener cuidado al movernos dentro de estas apreciaciones es que la Guerra Fría nunca fue fría en los territorios periféricos y en América Latina en particular. Quizás estemos presenciando algunos paralelismos en ese sentido, por ejemplo, la guerra híbrida contra Venezuela, que sigue siendo la zona de principal tensión regional,
especialmente con la frontera con Colombia. Si bien ese es un escenario de conflicto interestatal, sigue siendo una opción reservada, aunque se planteó con fuerza bajo la administración de Trump. Hay que atender a qué repercusiones pueden tener todas las acciones y tensión que vive Colombia hoy, seguidas de un despliegue contrainsurgente y represivo contra Venezuela.

Quizás otro punto en ese sentido es que existen conflictos en otras zonas del mundo que pueden llegar a tener repercusión en nuestra región. Un ejemplo es la estrategia de expansión propuesta por la OTAN para enfrentar la tensión entre Ucrania y Rusia, por supuesto promoviendo la desestabilización de las fronteras que podría llegar a ser replicada en la región mediante un mayor acercamiento a Colombia que es socio global de la OTAN desde el 2018. También hace poco leí un informe del profesor Evan Ellis, del Instituto del Colegio de Guerra del Ejército de los EE. UU., asesor del Comando Sur de EE. UU., que fue publicado por el CSIS, uno de los think tanks más influyentes en el plano de seguridad y defensa dentro de EE. UU. Él planteaba la posibilidad de que China pudiera llegar a disuadir o a persuadir a algunos actores estatales en América Latina, para permitir que el ejército use sus puertos, sus campos aéreos u otras instalaciones, en el apoyo de instalaciones militares contra EE. UU. También hay que destacar que, en todos los discursos y documentos a nivel militar de
seguridad, los argumentos son disuadir a China y a Rusia, pero también a Irán.

Posibles reacciones de EE. UU. hacia nuestra región frente a su creciente tensión con China.Desde la Doctrina Monroe en adelante, Estados Unidos ha visto a nuestra región como su “patio trasero” y se ha caracterizado históricamente por
intervenir sobre aquellos gobiernos que ha considerado contrarios a sus intereses. ¿Cuáles creen Uds. que serán las políticas de EE. UU. hacia nuestra región bajo el Gobierno de Biden y lo que resta de esta tercera década del siglo XXI? ¿Cómo visualizan Uds. las estrategias de control y dominación política de la región por parte de EE. UU.?

Mónica
Creo que tenemos que establecer una diferencia entre el discurso de Estados Unidos en relación con América Latina, y lo que realmente puede hacer para reorganizar sus intereses estratégicos en la región frente a China, que ya se ha convertido, desde hace varios años, en el primer aliado comercial de prácticamente todos los países de la región, y, en este momento, es el país que representa la mayor inversión extranjera directa en prácticamente todos los países latinoamericanos, inclusive en aquellos que históricamente fueron aliados estratégicos de EE. UU. Es importante analizar este proceso desde la
perspectiva que Tamara planteó, es decir, la dimensión ideológica.

El discurso oficial de Estados Unidos con Obama, el que tuvo Trump y ahora el que está redefiniendo Biden, siguen una misma línea ideológica y expresan la misma estrategia militar para América Latina. Sin embargo, la materialidad económica para llevar adelante esas pretensiones y esas estrategias se ha debilitado mucho. Infelizmente todavía continuamos siendo el lugar de los “cachivaches” deEE. UU. Todavía tenemos algunos gobiernos totalmente sometidos a la visión de mundo de una potencia en declinación y de un país cadavez con menores condiciones diplomáticas, económicas y políticas de concretizar su proyecto estratégico y reorganizar sus intereses en la región. Y es justamente en ese contexto que se fortalece la estrategia de fuerza, la estrategia militar y otras estrategias más sofisticadas, como las que ya mencionamos, de interferir en la política interna de los países de la región a través de mecanismos altamente tecnologizadas de manipulación de la opinión pública, etc.

Me gustaría compartir una anécdota para mostrar que se trata de una tendencia de hace ya algunos años, más antigua inclusive que la administración Trump. En la última fase de la administración del presidente Obama, EE. UU. aprobó un decreto que declaraba a Venezuela una “amenaza inusual y extraordinaria” a su seguridad nacional. EE. UU., lleva este decreto para ser discutido y aprobado en una reunión de jefes de Estado y de Gobierno de los países de la OEA. En viaje hacia la sede de esa reunión, el presidente Obama hace una parada en Jamaica, pequeña isla del Caribe que no recibía a un
presidente de los Estados Unidos hace algunas décadas. Obama es recibido con gran destaque de la prensa nacional y como visita ilustrísima, además de recibir honores diplomáticos durante las casi 24 horas que duró su breve estadía. Al día siguiente, en la votación de la OEA para aprobar la declaración de Venezuela como amenaza inusual a la seguridad nacional de EE. UU., Jamaica vota en contra de la propuesta. Este hecho anecdótico es muy interesante. Vale destacar que Jamaica dependía del petróleo venezolano y tenía relaciones muy estrechas con Petrocaribe, la empresa de petróleos venezolana
para el Caribe.

A esto me refiero cuando digo que hay una dimensión ideológica y hay una materialidad que está destruyendo las condiciones reales de llevar adelante esas estrategias. Es evidente que es un camino de crecientes tensiones que se expresaron en innumerables amenazas del presidente Trump, durante su gestión, de intervención de todo tipo, incluso militar, a Venezuela. ¿Cuál fue la respuesta de China y Rusia frente a estas amenazas? Enviaron algunas embarcaciones
marinas de guerra a la zona del Caribe. Una típica acción de disuasión militar. Yo creo que el papel que están jugando China y Rusia en este momento en América Latina es un papel de disuasión de pretensiones de intervención militar de Estados Unidos en la región.

Existen también otros elementos poderosos de disuasión económica, como el impacto que tiene China en la economía de Estados Unidos y en la economía mundial. Tal vez se ha dado poca visibilidad a los fracasos de la política económica de Estados Unidos a nivel global. El primero es en relación a la tecnología 5G, que como sabemos tiene enorme impacto en los nuevos ciclos industriales, ya que es la base tecnológica de la Revolución 4.0. O sea, impacto en las tecnologías de información y comunicación de cara a los nuevos ciclos tecnológicos en pleno desarrollo; la internet de las cosas, la telemedicina, etc.

Ciertamente la pandemia ha acelerado este proceso. Gran parte de la actividad económica mundial se hace ahora remotamente a partir de una diversidad de plataformas de comunicación y gestión a distancia que se han perfeccionado de una manera impresionante durante los últimos 18 meses y que eran muy poco usadas antes del 2020. Es evidente el gran fracaso que ha tenido EE. UU. en impedir la difusión de la tecnología de comunicación inalámbrica 5G, que no domina, y en relación con la cual China tiene, sin lugar a dudas, una supremacía tecnológica. Estados Unidos impuso a sus aliados y socios en el mundo y a su principal empresa de telefonía móvil, Apple, no asumir la tecnología 5G. Algunos países inicialmente aceptaron, pero paulatinamente han tenido que aceptar esta nueva tecnología, por una simple razón: si quedan fuera de ella, pierden competitividad y, en buena cuenta, quedan fuera del nuevo patrón tecnológico dominante. La empresa Apple acaba de anunciar hace algunas semanas que en el 2021 comenzarán a producir teléfonos con tecnología 5G, con lo cual será una de las últimas grandes empresas productoras de telefonía móvil en migrar hacia ese patrón tecnológico. Podemos imaginar el precio económico y comercial que Apple tendrá que pagar por la demora en esta mudanza, quedando a la saga de sus principales competidoras en el mundo.

Otra gran derrota de EE. UU. es en el campo de las redes sociales. China viene invirtiendo hace algunos años en productos culturales en el marco de lo que denominó la “hegemonía cultural”. La plataforma china Tik Tok, que permite crear y compartir pequeños videos, se convirtió en la principal red social del mundo, con más de mil millones de usuarios. Estados Unidos prohibió esta red social en su territorio, prohibió que sus empresas de capitales estadounidenses trabajen con esta red social, pero la prohibición no duró más de 48 horas. Fue anulada por la propia Justicia de los Estados Unidos. Esta
fue la segunda gran derrota con relación a China.

Miguel Ángel
Pienso que la característica principal del nuevo orden mundial es su multipolaridad. Para hacer una proyección de la geopolítica global, es que los actores serán estados continentales industriales. Estados continentales, o sea el estado-nación ha quedado ya desplazado.

China es un estado continental industrial, una nación-estado continental. Rusia lo mismo, EE. UU. lo mismo, la India lo mismo. Entonces ahí vemos al desafío de América Latina. Brasil es más de la mitad de Sudamérica, pero no la historia de Brasil. Solo va a haber integración de América Latina a partir de la integración de América del Sur, porque México está fuera de la “isla latinoamericana”, más allá de todo el esfuerzo que hace AMLO (Andrés Manuel López Obrador). Claro que tiene fuerza cultural, que es la fuerza mexicana, que es como dijo Porfirio Díaz, “tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Ese es el problema de México.

Entonces, nosotros en este momento dependemos en lo inmediato de qué va a pasar en Brasil en dos años. Fundamental es la derrota de Bolsonaro y por supuesto que, al mismo tiempo, lo que yo siento es que hemos fracasado. Pero en términos constructivos lo digo, no en términos de autocondenarnos. Se ha señalado que la política de la cultura no es buena. Cómo puede ser que el MERCOSUR no haya podido implementar, salvo algunos procesos educativos, el sistema inmediato de homogenización de títulos de todos los niveles. Es decir, se habla de eso, de política cultural, pero en los hechos no ocurre.

En el tema de intercambio, donde más se logró fue en los colegios militares paradójicamente, y no en las universidades.
Nos seguimos pensando como islas, entonces, también entender desde Brasil ¿qué pasó con la guerra de la Triple Alianza? De lo contrario, un paraguayo, siempre en sus concepciones culturales del encierro, de la mediterraneidad, va a seguir desconfiando del brasileño. Música de desconfianza común. En el inicio de una política de la cultura, voy a rendir un homenaje sincero al comandante Chávez, porque creó TELESUR. Brasil, a pesar de la oposición venezolana, llevó al carnaval de Río la estatua de Simón Bolívar, y 200 millones de brasileños se enteraron quién era Simón Bolívar. Entonces, en ese
sentido pienso que, sin una política de la cultura, que retome, por ejemplo, la concepción Sanmartiniana para la hermandad argentino-chilena o la hermandad Sudamericana, es imposible avanzar en la integración. Sin una política de la cultura, América Latina no va a lograr la integración Sudamericana y no vas a ver, por lo tanto, integración latinoamericana.

Tamara
Creo que lo primero que hay que hablar sobre ese tema es una continuidad de una política exterior de Estados Unidos hacia América Latina. Esto va mucho más allá del gobierno de turno. Para pensar en un cambio de política hacia América Latina, hay que pensar en un cambio de sistema político estadounidense y eso está muy lejos de ocurrir, eso no se avizora en el escenario político de ese país en mi opinión.

Entonces, voy a ser sintética. Empecemos con Cuba. Biden empezó con silencio con relación a Cuba, pero la semana pasada quedó muy claro cuál va a ser la política. Ya se impuso una sanción del Departamento del Tesoro a un funcionario del gobierno cubano y a una brigada del Ministerio del Interior, si no me equivoco, por su papel en facilitar la represión a las protestas en la isla. Esto marca de manera muy clara esos primeros pasos para presiones al régimen cubano.
Otro punto clave es que, al ser un gobierno demócrata, es esperable que tome la asistencia para el desarrollo como uno de los pilares fundamentales articulados a la diplomacia. La asistencia para el desarrollo es una reconocida arma de poder blanda y entre sus numerosos objetivos, están el cambio de régimen y la de desestabilización. Pero Biden en continuidad con Trump, viene impulsando la asistencia para el desarrollo como un condicionante a la lucha anticorrupción, esa es la clave. Por ejemplo, hace poco el director para el hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense definió literalmente la lucha contra la corrupción como uno de los ejes principales de la política de Biden hacia la región.

Eso sin duda es uno de los rubros prioritarios para los años que vienen y contribuye a las posibilidades del Lawfare contra la izquierda regional.
Articulado también con la asistencia para el desarrollo, hay que pensar en todo lo que es la política migratoria. Lo cierto es que Biden empezó con un discurso de cambiar la política de línea dura de Trump, pero frente a un primer desafío en la frontera sur que, aunque no se diga abiertamente, es una situación de crisis humanitaria, no se notan cambios. También está la dramática situación de Haití, que todo indica que ya se viene configurando en altas instancias del gobierno como potencial desestabilizador, que va profundizar aún más esa crisis migratoria y humanitaria.

Lo cierto es que, actualmente, lo que viene promoviendo la nación estadounidense es una continuidad con la política esencialmente punitiva, articulada a la asistencia para el desarrollo, más condicionada a medidas anticorrupción. O sea, se asigna x cantidad de plata con la condición de que se implementen medidas anticorrupción.

Eso principalmente en el Triángulo Norte de Centroamérica. Y eso se vincula de manera muy clara con la seguridad nacional de Estados Unidos y, por supuesto, está vinculado con la asistencia para la seguridad.

En ese punto, también hay que destacar que van a seguir siendo prioritarios los esfuerzos antinarcóticos en el continente y el brazo militar va a seguir fortalecido. Se pensaba que se iba a suavizar con Biden, pero, por ejemplo, hace poco el almirante Craig Faller, quién pronto dejará de ser el jefe del Comando Sur, en una intervención ante el comité del Senado, solicitó activos de inteligencia adicionales, un incremento de fondos para cooperación en seguridad, más programas como IMET, más ejercicios conjuntos con el argumento de que son el principal método para bloquear los intereses militares
chinos en el continente. Otro tema clave es la ciberseguridad que tendrá un protagonismo importante. Por ejemplo, la presencia de la empresa Huawei en el hemisferio occidental se considera como una amenaza al ciberespacio, y a la inteligencia cibernética. El rubro de la infraestructura  también es clave, ya que hay una serie de proyectos vinculados a eso,
al financiamiento de infraestructura para tratar de contener lo que va avanzando china en ese rubro.

Y por último hay que destacar, y ya para cerrar, la cuestión de la diplomacia de la vacuna, con Biden tratando de llegar a alcanzar la influencia china en este rubro, y de Rusia en menor medida. Es interesante observar que todas las donaciones de vacunas que se hacen, por ejemplo, en Paraguay quedó muy claro, la dinámica es “te doy vacunas y te doy una serie de condicionantes financieras, de acercamiento en términos de seguridad”, bueno, todo el paquete. Esta mirada sería, muy esquemáticamente, la situación que creo que se viene.

Oportunidades y desafíos de América Latina y el Caribe en la primera mitad del siglo XXI ¿Qué pasa con la situación interna de AMLC frente a esta situación? ¿Cuáles son las oportunidades y desafíos que enfrenta y enfrentará América Latina y el Caribe, frente a esta tensión de poder global entre EE. UU. y China, principalmente? ¿Qué debemos hacer?

Mónica
Yo diría que, a grandes dimensiones, desde el punto de vista académico-político, tenemos grandes desafíos teóricos. Evidentemente, para comprender la complejidad del momento es necesario un análisis más profundo y de larga duración de lo que estamos viviendo.

Pero yo quería referirme a algunos aspectos que tienen que ver con una disputa ideológica teórica en el campo del conocimiento y en el campo estrictamente académico, cómo influencia en la dimensión política de la articulación de este proceso. Existen algunos conceptos que fueron creándose y que toman de repente gran relevancia en las investigaciones, los estudios, la prensa, que tienen que ser profundamente cuestionados, porque son conceptos orgánicamente articulados a procesos de intervención, de injerencia de todo tipo en otros países. Tal vez uno de los ejemplos más claros de estos conceptos sea el de “estado fallido”, o sea que no es capaz de autogobernarse, que ha perdido la posibilidad de controlar el territorio y que por lo tanto tiene que tener una intervención desde fuera para poder hacer de ese estado un país gobernable. Es el caso de Haití, con este concepto muy elegante y sofisticado de estado fallido se justificó la
intervención “humanitaria”, militar y de todo tipo.

De igual forma, hay otro nuevo concepto que empieza a ponerse muy de moda y comienza a tener una presencia muy grande en la prensa, en los informes de algunas agencias internacionales, es el de diplomacia coercitiva. La OTAN particularmente, está produciendo algunos informes utilizando el concepto de diplomacia coercitiva, también muy elegante, que no significa otra cosa que la justificación teórica y política de los bloqueos económicos, que hicieron históricamente a Cuba y qué están haciendo a Venezuela. Y que de repente aparecen como un instrumento legitimado internacionalmente a partir de un concepto elegante y sofisticado pero que reedita viejos mecanismos de intervención a las soberanías nacionales. Entonces,
yo creo que desde el punto de vista teórico tenemos este gran desafío.

Desde el punto de vista político hay una palabra clave aquí quees el de soberanía; de los estados, de las naciones, de los pueblos. Soberanía como principio fundamental de la carta de Naciones Unidas, como principio fundamental de todo el movimiento de países no alineados, el tercer mundo que surge el año 1955 y que crea todo este debate y la acción política tan importante en los años sesenta y setenta. Yo creo que estamos frente a la necesidad de recuperar estos principios fundamentales de convivencia internacional y de relaciones interestatales. Y la soberanía en nuestra casa, en América Latina, tiene que ver con tomar el pulso a que se nos viene como proceso económico. Es decir, nuestra región tiene recursos naturales estratégicos fundamentales para los ciclos tecnológicos e industriales y los ciclos emergentes. Uno de los grandes debates que hemos tenido las últimas semanas es sobre la descarbonización de la economía mundial, la necesidad de adoptar una serie de medidas globales para frenar el cambio climático y conseguir lo que el acuerdo de París estableció: la neutralidad climática en el 2050.

China es uno de los pocos países que dice: “vamos a alcanzar esa meta de la neutralidad climática el 2060, con una emisión de carbono más alta hasta 2030 y luego vamos a empezar a bajar hasta una neutralidad el 2060”. O sea, diez años después que el resto del mundo, según las estrategias planteadas. Pues bien, cuando uno hace el análisis de qué van a significar estos proyectos de descarbonización de la economía mundial en Europa, China y Estados Unidos, o sea el desarrollo de tecnología de bajo carbono, con producción de vehículos eléctricos y producción de instrumentos de energía renovable, como
las turbinas de energía eólica, las placas fotovoltaicas, vemos que va a ocurrir un consumo intensivo de minerales críticos o estratégicos, donde de una paleta de ocho a once de estos minerales críticos, América Latina cuenta con una de las mayores reservas mundiales.

Entonces, lo que tenemos adelante hacia el 2030, o por los próximos 30 años, o sea al 2050, cuando se consiga la neutralidad
climática según las planificaciones actuales, es que vamos a tener un consumo que se va a multiplicar exponencialmente de estos minerales o recursos estratégicos. Entonces, vamos a tener una pirámide de la economía mundial, que en su punta van a estar estas tecnologías limpias, pero en su base se verá un efecto devastador ampliado, destructivo y contaminador, ya que en la base de esta economía mundial estará la actividad extractiva en los territorios que tienen grandes cantidades de estos recursos, como es exactamente el caso de América Latina. Eso es lo que tenemos como panorama.

¿Cómo actuamos frente a esto? ¿Vamos a continuar siendo exportadores de materias primas con esta elevación de los costos ambientales, económicos y sociales, o es necesario crear los instrumentos para posicionarnos adecuadamente en el proceso y poder actuar, yo diría, a partir de esta visión de soberanía, también desarrollando un pensamiento estratégico de posibilidad de pensar nuestros proyectos de desarrollo a partir de los intereses nacionales, regionales, locales y de bienestar de nuestros pueblos, no de las transnacionales que operan en el sector o de los centros de la economía mundial?. Entonces, yo creo que aquí hay un todo, una reflexión política qué es necesario desarrollar junto a una visión estratégica. Pero la historia reciente nos ha demostrado que no es suficiente una visión estratégica que no tenga los instrumentos para concretizarse. Si no tiene estos instrumentos para concretizarse puede ser una literatura muy interesante, puede ser incluso hasta un esfuerzo poético, pero se inviabiliza desde su formulación.

Entonces, yo creo que cuando hablamos de los instrumentos para concretizar, hablamos, lo que dijo Miguel, de recuperar los espacios de integración nacional y regional. El mundo se está regionalizando.

Y mientras en el mundo se están fortaleciendo los proyectos de integración y colaboración regional, América Latina es la única región del planeta que se está dividiendo, que está destruyendo los espacios de integración creadas a inicios del siglo XXI.

También estoy hablando de una banca del desarrollo, no estoy hablando de la banca privada, sino de la banca de desarrollo, una banca articulada a estos proyectos estratégicos nuestros, a centros de investigación para pensar la dinámica de la economía mundial de América Latina, 24 horas por día, siete días a la semana, como lo hacen los centros de pensamiento en los países del norte global. Entonces, yo creo que este es un desafío gigantesco, pero las potencialidades que tiene nuestra región son enormes. Nuestra región tiene recursos fundamentales para que toda esta maquinaria de la nueva economía mundial pueda continuar funcionando de la manera que se está proponiendo.

Y, por estos motivos, nuestra región tiene un papel importante que jugar en la recuperación de la soberanía, no solo sobre sus recursos naturales y estratégicos sino en todos los aspectos.

Miguel Ángel
Estamos reflexionando desde las perspectivas que nos espera a nuestra América, al decir de Martí. A mí me parece que el concepto de soberanía no es un concepto estático, es lo que acaba de decir Mónica, soberanía ampliada, quedamos en un concepto de comunidad internacional.

El concepto de soberanía ampliada implica espacios de integración. Yo creo que la mejor experiencia que tuvimos en los últimos años, más allá que el MERCOSUR tuvo aspectos negativos y positivos, ha sido el esquema de la Unasur, donde se llegó, inclusive, a crear, pero no se llegó a materializar, el Colegio de Defensa Sudamericana del Centro de Estudios Estratégicos con sede en Buenos Aires.

Nosotros no contamos con esas herramientas. Pasaron casos graves con la nueva táctica de la doctrina Monroe, que es una combinación de poder duro y de poder blando. Me refiero a la mal llamada “doctrina Guaido”. O sea, que un legislador que se sube arriba de una tarima y dice que es el nuevo presidente de un país y a las dos horas es reconocido por la principal potencia mundial, es realmente sentar un mal precedente, porque el día de mañana puede aparecer un presidente de la mal llamada triple frontera o un presidente de la Patagonia, o sea, sirve para estimular un nuevo proceso de fragmentación de América del Sur, teniendo en cuenta nuestros potencialidades auríferas, alimentarias, gasíferas, energéticas, etc.

Entonces, acá también tenemos el crimen organizado. Si no hay una política de inteligencia criminal sudamericana, el “crimen organizado” es un aliado pro statu quo de la República Imperial de los Estados Unidos, actores del blanqueo que se hace en el propio sistema financiero de los bancos anglosajones. El ejemplo más concreto es Ciudad del Este, a la cual luego en el discurso dicen que desde ahí se financió el atentado a las Torres Gemelas, cuando en realidad es el hito de las Tres Fronteras, no la triple frontera, que es un concepto creado por la CIA, así como el del estado fallido.

Y estamos lejos de eso, pero tenemos que ir al fondo, a veces sacarnos los prejuicios y desde la academia crear las carreras de Seguridad Ciudadana, de intercambio donde estén las policías, porque, si no, ocurre lo contrario, o sea, el sistema de inteligencia sirve de penetración de la DEA, del FBI, y generan una intervención interna firmando convenios de cooperación y ya está, van por nuestros recursos naturales.

En Argentina, la cuestión de antinarcóticos, que es la política de penetración que tiene Estados Unidos, ya está instalada en varias provincias. Es en esto en lo que nuevamente quiero insistir, y en lo que es fundamental el rol de la academia, desde donde podemos generar insumos propios. Lamentablemente, tengo que decir, que hay una anglosajonización de los temas de estudio en las Ciencias Sociales y no se habla de estos y otros temas que son vitales para nuestro destino.
Tamara
Yo quería empezar hablando de lo que creo es uno de los principales problemas de la región, de cara a la pandemia, que es un nuevo ciclo de crisis de la deuda, de crisis económica. Según la Cepal la deuda de la región alcanzará el 79,3 % del PIB regional y, además, habrá una reducción del 7,7 % del PIB de la región. ¿Qué hacemos con eso? Las deudas son uno de los mayores retos que pueden comprometer las cuestiones de soberanía de las naciones en términos individuales.

¿Qué hacemos? Buscar mecanismos regionales, más allá de préstamos con China y con instituciones de préstamos internacionales, debería ser una prioridad para evitar ese escenario que fue la década perdida de los ochenta del siglo pasado, ya que sabemos que en otras ocasiones el pago de la deuda implica enviar al exterior cantidades de recursos naturales para que se complemente el pago de la deudacomo amortizaciones. Y eso, claro, profundiza la situación de dependencia de la región.

Ante este panorama, y sumado a todo lo que hablaban Mónica y Miguel Ángel, coincido totalmente en que uno de los desafíos es reforzar los mecanismos de integración. Se debe tener presente que relacionarse con las grandes potencias, ya sea China o Estados Unidos, con la lógica bilateral, es un problema porque, generalmente, salimos perdiendo en ese juego. Es necesario unirse y, claramente, la Unasur es la experiencia más avanzada que tuvimos en este sentido. Esperar un escenario optimista de integración tras el triunfo de Castillo en Perú es fundamental, aunque sin la presencia de Ecuador, Colombia y Uruguay, por el momento. Pero bueno, el escenario más favorable para activar la Unasur, indudablemente, pasa por el retorno del progresismo en Brasil con Lula el año que viene. No podemos prescindir de Brasil para poder pensar en una Unasur reactivada. Quizás la CELAC más que la Unasur a corto plazo sea lo que tenemos más a mano.

Con AMLO, México ha refundando la CELAC. En esta semana fue la reunión de la CELAC. AMLO dio un discurso bastante imponente.

Quisiera compartir como modo de cierre y para abrir la discusión, algunas interrogantes más que afirmaciones, y las interrogantes las comparto sobre la base de un trabajo que estamos haciendo en la unidad de análisis geopolítica de CELAC sobre integración.

Una pregunta es: si históricamente no se ha logrado romper la inversión subordinada de la región y los modelos de integración abierta profundizan la dependencia regional, ¿cómo podemos plantear una integración regional que logre rescatar las mejores de las  experiencias de integración sin reproducir el subdesarrollo y alentar no solo el comercio interregional, como por ejemplo de Alianza del Pacífico, sino crear valor agregado con bienestar social?

Ante esa interrogante: ¿Es el estado y la inversión pública la vía para empezar ese horizonte? ¿Se deben conciliar intereses con el capital nacional sin repetir los errores en la industrialización ocurrida en el siglo XX?

Otra pregunta es: si Estados Unidos y China se están disputando regiones por materias primas, incluyendo las energéticas como petróleo, gas, litio, etcétera, ¿cómo mantener la región al margen de ese conflicto? ¿Es probable o deseable plantear la integración energética regional prescindiendo del capital extranjero y de la tecnología sin que esto implique conflicto con el capital internacional? Esta es una interrogante que hay que considerar.

El ejemplo de Petrocaribe plantea otras formas de comercio energético. ¿Cómo potenciar este tipo de acuerdos regionales en una región con potencial petrolero, con infraestructura para transformarlo y en una actividad (como la petroquímica) que agrega valor, pero es disputada por las principales potencias, considerando el colapso climático en curso?

Creo que son varias interrogantes para pensar esta problemática, pero sin duda rescatando lo que decían Mónica y Miguel Ángel, la soberanía de América Latina para fortalecer los esquemas de integración regional, yo creo que es el mayor desafío y el gran potencial que tenemos en este siglo.

Respuestas a preguntas del público
¿Cómo interpretar la activación de la presencia y giras de altos mandos militares estadounidenses del Comando Sur por países de América Latina, como Argentina y Brasil, entre otros, así como de importantes representantes del Departamento de Estado del gobierno de Biden?

¿Qué se puede esperar de las políticas de Biden para América Latina, con relación a su oposición a la creciente presencia económica de China en la región? ¿Vamos a ver nuevas intervenciones de EE. UU. en la región en contra de gobiernos de izquierda o críticos a los Estados Unidos, bajo el pretexto de promover y defender la “democracia” en la región?

Mónica
Con relación a la pregunta de Cristian, que me parece muy central y que se refiere a ese reposicionamiento militar de los Estados Unidos en América Latina, en el cono sur del continente, pero también en el Caribe, yo creo que se han visibilizado por los elementos de intervención y de injerencia. Creo que el elemento militar ha continuado desarrollando sus mecanismos de ocupación territorial.

En el caso peruano estás muy claro. Aquí la presencia de efectivos militares extranjeros estadunidenses ha sido muy intensa en los últimos años. En un principio los ejercicios militares eran en las costas con penetración al territorio peruano; después, a partir del 2015 en adelante, se ve una disminución de efectivos militares con relación al periodo del 2004 / 2011 que debió bordear cerca de 120 mil ingresos de militares estadounidense al territorio peruano, pero, como decía, desde el 2015 el número de ingresos disminuye, pero el tipo de actividades se especializa en ejercicios de contrainsurgencia y ahí,
yo creo que estos ejercicios de contrainsurgencia están ligados a una política ideológica. Tamara lo dijo, pero, además, hay una política que tiene que ver con lo que Miguel Ángel planteó, o sea, un conjunto de otros instrumentos más sofisticados para intervenir en la región, y que también se refleja en la forma de reproducir algunos conceptos en la academia.

Entonces, son cosas muy complejas pero que se inscriben dentro de una visión más general de esta dominación de espectro total de toda la visión y en la forma en que se destinan las estrategias en el lenguaje estadounidense. Inclusive, esto significa utilizar todos los instrumentos simultáneamente para conseguir interferir en la política de un determinado país que se ha definido como una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. Entonces, en esta simultaneidad de uso de instrumentos, no solamente están los más visibles, sino también incluyen otros aspectos, que se han mencionado.

Y yo diría que esta diplomacia coercitiva de alguna manera significa la legitimación de la intervención en la política interna de un país, a partir de instrumentos concretos, y a partir de lo que significaría una política de “defensa de la democracia”, de “la libertad”, que vemos forma parte de un discurso que se repite en cada uno de los
casos donde EE. UU. interviene. Entonces, creo que estamos en una situación de gran complejidad, como lo dijeron los colegas que plantearon la pregunta.

Creo que vienen años muy tensos. De un lado, tenemos esta nueva reorganización de estrategias y de políticas concretas en un escenario de disputas hegemónicas en el sistema mundial, y de otro lado, un intento en América Latina de colocar en práctica todo un proyecto económico y político que ha fracasado flagrantemente, como lo demostró una vez más la pandemia, que son los proyectos neoliberales, o sea un estado mínimo en una serie de servicios públicos y de servicios en general. Proyecto neoliberal que de alguna manera se coloca en el horizonte como un potencial de reorganizarse nuevamente como un discurso de futuro. Yo creo que en esto sí las fuerzas más conservadoras han demostrado su capacidad de reorganizarse, de reelaborar conceptualmente, de elaboración simbólica de aquello que ha sido un flagrante fracaso económico y social una vez más.

Entonces, este intento de revivir un proyecto neoliberal en la región está trayendo consecuencias absolutamente nefastas en términos de aumentos de la miseria, de la pobreza, de la desigualdad social a niveles que nos hacen retroceder 15 o 20 años, dependiendo del indicador que uno quiere analizar. Esto va a provocar una protesta social creciente. Lo que hemos visto en Colombia, inclusive con una arremetida de criminalización de la protesta social muy fuerte, yo creo que lo vamos a ver con mucho más impacto en el resto de América Latina. El crecimiento de la protesta popular frente a este tipo de proyectos y, al mismo tiempo, una reorganización a partir de nuevas fuerzas. Tal vez veremos a las policías de América Latina criminalizando la protesta y arremetiendo contra este tipo de movilizaciones populares que volverán a tomarse las calles y las plazas nuevamente.

Por lo tanto, frente a la coyuntura que estamos viviendo, no podemos dejar de reconocer que enfrentaremos momentos de gran tensión. Pero, al mismo tiempo, estás tensiones dan la posibilidad de ser conducidas por las fuerzas políticas progresistas, de diferentes sectores políticos que sean capaces, no solamente de sumarse a este proceso, sino que de crear una visión continental. O sea, podemos estar en presencia de un nuevo ciclo de acumulación de fuerza política.

Entonces, al mismo tiempo, vivimos un momento de gran tensión, pero dentro de un nuevo ciclo de acumulación de fuerza política, con todas las dimensiones que tiene un proceso de este tipo en términos del debate, de la discusión y de nuevas propuestas que puedan surgir en los próximos años.

Miguel Ángel
Pienso que la palabra crisis significa decadencia. Estamos en una gran crisis de oportunidades que genera la pandemia si la aprovechamos, pero puede ser una crisis de decadencia si no aprovechamos el momento. Evidentemente vamos a ver gran rebeldía social por la inequidad en la distribución de la riqueza. No nos olvidemos que América Latina es el continente con mayor cantidad de homicidios.

El más violento del mundo en términos de Seguridad Ciudadana y, por lo tanto, yo voy a dar dos o tres ejemplos de esa presión diplomática militar e integral combinando poder blando y poder duro de Estados Unidos.

Por ejemplo, el BID, a contrapelo de lo que se cree, que era un apéndice del FMI, ha sido una inspiración, una oportunidad que en su momento tuvo América Latina de crear un banco de financiamiento y de desarrollo. Un chileno, el gran Felipe Herrera, ministro de Economía de Ibáñez, fue el primer presidente del BID. El BID siempre debía tener un presidente latinoamericano y el año pasado Estados Unidos puso un “gánster” estadounidense devenido en diplomático,Clavel Carone, quién era el que amenazaba a Venezuela. Después de una combinación de golpes de estado inéditos, como fueron el golpe parlamentario a través del juez Moro en Brasil –y como todos sabían, lo denunció Moni Bandeiras, se había formado en Harvard y en la estructura de seguridad de Estados Unidos– y las acusaciones contra Lula, que fue un hecho inédito y que ahora se descubrió su trama. También tenemos el golpe parlamentario a Lugo en Paraguay. Y, cuando parecía que ya no iba a haber golpes convencionales clásicos, vemos el golpe de estado en Bolivia, que fue un golpe de estado duro, con los Estados Unidos ejerciendo mucha presión a las policías y a las fuerzas armadas. Este es un tema que hay que estudiar muy bien, y cómo contó con la ayuda de los laboratorios neoliberales que surgieron en América Latina con Bolsonaro en Brasil y el gobierno de Macri en Argentina, que apoyó con armamento el golpe (me refiero al golpe contra Evo Morales) y que ha salido al debate en estos días en Argentina. Y también, hay un nuevo tipo de penetración, y esto quiero decirlo con mucha prudencia, pero me baso en las evidencias objetivas, se trata de las iglesias evangélicas electrónicas norteamericanas que ejercen un gran papel en el golpe parlamentario a Lula, inclusive hay legisladores en Brasil y de Bolsonaro que pertenecen a estos grupos, así como también se usan para blanquear dinero.

Todos estos elementos no se pueden escapar del análisis para no cometer el error de dejar escapar la última oportunidad. Jaguaribe decía: tenemos 30 años (para avanzar en nuestra unidad), o si no seremos parte del cementerio de la historia, eso es lo que yo digo.

Tamara
Yo me quedo con la última pregunta que hablaba de la promoción de la democracia, y eso es algo que hay que tener en cuenta, por lo menos desde la Guerra Fría, y es de continuidad muy marcada en la política exterior de EE. UU. hacia la región. Por ejemplo, muchos documentos desclasificados de Seguridad Nacional de esa época, como la Alianza para el Progreso de Kennedy, buscó entregar asistencia para la democracia en sentido de generar estabilidad para la inversión, para el acceso a los materiales estratégicos. Entonces, eso ha sido como una constante de su política exterior, o sea, hablar de
unidad con la región o promover la democracia con el fin de asegurar la estabilidad necesaria para acceder a sus riquezas, grosso modo,la verdad es como lo más continuo de la política exterior estadounidense. Y por supuesto, cómo hablaba Miguel Ángel, con este signo de poder blando o poder duro. Entonces, ahora con Biden, una característica de las administraciones demócratas es el fortalecimiento de la diplomacia, pero lo que vamos viendo es que siempre va de la
mano lo otro, la parte de la mano dura, la parte militar propiamente dicha. Por ejemplo, yo estoy de acuerdo con todos de que la reciente elección de Castillo genera mucha emoción, pero también mucha preocupación, por lo que decía Mónica. Perú es uno de los países con más presencia militar estadounidense en su territorio.

Cómo podemos ver a Perú en esa situación. ¿Va a poder doblegar esa situación o no? Es una interrogante que preocupa mucho, que deriva del particular entendimiento de la cuestión de la promoción de la democracia por parte de Estados Unidos. Para las elecciones en Bolivia 2020, se metió nuevamente la oficina de transiciones de la USAID, qué fue de las agencias estadounidenses que más activas estuvo y que el gobierno boliviano expulsó en el 2013. Tras el golpe contra Evo, retornó a Bolivia, sin embargo, no lograron el objetivo que seguramente era evitar la victoria de Arce. Ahí está esa doble moneda en constante, y no hay horizontes de cambio de Estados Unidos hacia la región.

Urge una política de integración regional. Rescatando lo que dijo Miguel Ángel y también sobre una pregunta del submarino nuclear en el Atlántico Sur, cerca de las Malvinas. Urge entonces una política regional sobre el Atlántico Sur, que será cada vez más relevante en cuanto a la existencia de recursos, pero también la importancia que tienen en las rutas comerciales globales actuales.

Comentarios finales de los panelistas

Mónica
Lo primero que me gustaría señalar es que es probable que regrese un movimiento integracionista en la región con más fuerza, con más contenido de visión estratégica y con más capilaridad en términos institucionales que la que hemos vivido. Los últimos 15 años del siglo XXI muestran que estos ciclos de retorno son más profundos cada vez. Entonces, si hacemos un análisis de la larga duración sobre las crisis de todo el siglo XX y parte del siglo XXI, este nos dice que, si este proceso regresa, posiblemente regresará con el legado del momento anterior y con la posibilidad de profundizarse.

En segundo lugar, yo diría que la regionalización en el mundo es una tendencia de la que América Latina no puede quedar fuera por mucho tiempo, pues se estaría aislando. Si analizamos la crisis que tuvo la Unión Europea [UE] con la salida de Gran Bretaña, vemos que la UE no desapareció y que continúa siendo un gran espacio de articulación del continente europeo occidental. Asia nos muestra su gran dinamismo en la integración y la articulación de sus intereses regionales, inclusive África. Entonces, América Latina está quedando fuera de este proceso, pero no puede seguir así por mucho tiempo, porque la propia dinámica del sistema mundial va a llevar a la necesidad de recuperar espacios de articulación para poder organizar los intereses a nivel global. Claro que es necesario que las fuerzas progresistas retornen al gobierno de la región, sobre todo en algunos países estratégicos, como ya se mencionó, lo que permitiría que este proceso integracionista avance de manera más rápida y contundente. Entonces, yo diría que estos dos aspectos habría que tenerlos en cuenta
en el análisis de una introspección regional de América Latina.

Miguel Ángel
Pienso lo mismo que dijo Mónica. Me parece que Vasconcelos escribió un libro que habla de este discurso de “bolivarismo versus monroísmo”, entonces creo que sigue siendo el dilema: patria chica o patria grande. Pienso que es fundamental Brasil, que es la mitad de Sudamérica.
Y pienso que es necesaria, que es fundamental, una “revolución cultural”, porque yo creo que el gran drama es que somos un gran todo que no sabemos totalizar, porque somos una nación inconclusa que fragmentaron desde afuera, desde la diplomacia británica en el siglo XIX, y eso es necesario retomar como insumo estratégico político para generar estos procesos que se dieron en la década del 50 con los movimientos nacionales populares de Ibáñez, Perón y Vargas, y se profundizaron con los movimientos nacionales –que yo digo que fue en respuesta al consenso de Washington– que dio origen a procesos como la creación de Unasur. Pero pienso que es fundamental la revolución de la cultura para conocernos más. No se puede amar lo que no se conoce.

Tamara
Yo pienso en la situación de crisis sanitaria regional y mundial, pero en este caso regional, y me pregunto, ¿cómo hubiera sido la pandemia en América Latina si tuviéramos un mecanismo como la Unasur efectiva? La Unasur tenía una serie de mecanismos y comisiones funcionando como los consejos de ministros de salud, entre otros.

Cómo hubiera sido el acceso a la vacuna a nivel regional con un mecanismo regional eficiente funcionando. En mi opinión hubiera sido mucho más fácil que la lógica de la negociación bilateral. Por la tanto, la crisis de la pandemia nos pone sí o sí en la necesidad de avanzar en la integración.

Estamos frente a una integración neoliberal como la Alianza del Pacífico, o una integración para los pueblos, que es nuestra opción. Pero una integración para los pueblos, pasa por la victoria de Lula el año que viene, tenemos que ir por eso. Sin Brasil no podemos. Pienso en el ALBA, que junto a la crisis que tiene Venezuela y Cuba producto de las sanciones, fue uno de los únicos esquemas de integración que logró acuerdos para acceder a la vacuna, y crear un banco de vacunas.

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