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Lula arremete contra los banqueros y llega a llamarles “imbéciles”

Lula afirmó que si gana las elecciones va a gobernar para los 220 millones de brasileños, pero que “todos tienen que saber desde ahora que los pobres tendrán la prioridad”.
JUAN ARIAS
El exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva participa en un acto, en Bahía, en la ciudad de Salvador.FELIPE IRUATA (EFE)

Lula, quien sigue apareciendo como vencedor de las presidenciales, sabe que no cuenta con el gran capital, con la banca, con la gran industria y con los banqueros que, a pesar de todo, apuestan por Bolsonaro. Ello ha quedado patente días atrás, durante un acto de la Confederación Nacional de Industria en Brasilia al que habían sido convocados para participar los principales candidatos a las elecciones de octubre próximo. Lula no apareció a la cita. Hizo bien, porque los 1.200 empresarios solo dieron interés al presidente de extrema derecha, que fue interrumpido varias veces en su discurso con aplausos de la asamblea en pie y con gritos de “¡mito, mito!”.

Lula no se intimidó y dos días después en una entrevista a Radio Metropóle de Bahía arremetió contra el gran capital y contra los banqueros a los que llegó a calificar de “imbéciles” y les preguntó para qué quieren acumular tanto. Después de recordarles que durante sus gobiernos incluyó millones de personas en el sistema financiero con aumento de poder de compras, criticó que a los grupos empresariales se les llena la boca solo con el “techo de gastos y con la política fiscal sin considerar la política social”. Con una pizca de pimienta populista, Lula arremetió: “En la cabeza de esa gente no existe pobreza, no existe hambre, no existe gente durmiendo en la calle, ni niños muriendo de desnutrición”. Según él, ese mundo de la riqueza “vive en una redoma de vidrio en la que el mundo gira a su alrededor y de sus intereses”.

Lula en su desahogo afirmó que si gana las elecciones va a gobernar para los 220 millones de brasileños, pero que “todos tienen que saber desde ahora que los pobres tendrán la prioridad”. Dijo abiertamente que está seguro que los banqueros no lo van a votar: “Ellos miran y dicen: ese individuo ni sabe hablar correctamente, es nordestino, no tiene diploma universitario. Después ese individuo si gana va a querer aumentar el sueldo del trabajador, va a querer regular el trabajo de las empleadas domésticas, después la empleada de mi mujer viene a trabajar el viernes con el perfume que usa mi mujer”.

En otra de sus investidas contra los ricos, Lula afirmó que lo que ellos buscan es un gobernante que sea neutro en los temas sociales y con su lenguaje colorido afirmó: “Ese presidente va a incentivar a los pobres a viajar de avión y así los aeropuertos se van a convertir en una estación ferroviaria. Y eso no puede ser, tiene que llegar alguien que no huela mal”.

El término de “imbéciles” dirigido a los muy ricos tuvo, sin embargo, un doble sentido, ya que según el viejo sindicalista con el ascenso de esos millones de excluidos al consumo ellos serán los primeros favorecidos. Aseguró, por ello que en su nuevo Gobierno no habrá sorpresas en el campo económico y que todas las propuestas serán de amplio debate sea con la empresa que con el mundo del trabajo y se comprometió a volver a atraer el capital extranjero, a bajar el dólar y la inflación. Concluyó pidiendo a los empresarios que se resisten a votarle que le ayuden “a acabar con la miseria del país”.

Lula sabe muy bien que en este momento crítico que vive Brasil, con su recesión económica agravada por la guerra de Ucrania y por un Gobierno sin rumbo, el problema que acucia a millones de personas aquí y en el mundo no es tanto la desvalorización de la democracia y de sus valores, sino la crisis económica que amenaza con retrocesos a los tiempos de la miseria y del hambre. Por ello se está dirigiendo fundamentalmente en su campaña a ese mundo del desamparo y del retroceso de las conquistas del pasado desnudando lo que él considera el ansia desmedida del mundo de los que siempre ganan hasta con las grandes crisis y a los que parecen impasibles y distraídos frente al monstruo de una grave recesión mundial que multiplicará al cubo el dolor de los eternos perdedores.

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