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DANILO RUEDA, LA APUESTA DE PETRO POR LA “PAZ TOTAL”

Uno de los recuerdos que conserva el senador Iván Cepeda sobre Danilo Rueda es haberlo encontrado postrado en su cama y enfermo de dengue por pasar semanas internado en la selva. Rueda venía de acompañar a las comunidades víctimas de paramilitares en el Bajo Atrato chocoano como garante de los derechos humanos.

Es una de varias anécdotas sobre Rueda que muestran su conocimiento de los territorios y su cercanía con víctimas en zonas muy periféricas del país. Dos rasgos que muestran que la selección de Rueda como el nuevo Comisionado de Paz apunta a una paz diferente a la que logró Santos con las Farc.

Su larga experiencia como defensor de derechos humanos y su activismo político de izquierda le dan los pergaminos para liderar la política de ‘paz grande’ de Gustavo Petro.

Pero su trayectoria en la ong del padre Javier Giraldo, su defensa de las comunidades de paz de Apartadó, sus visitas a las cárceles, sus demandas contra el Estado, su cercanía a Piedad Córdoba y Cepeda y su lectura del conflicto y en particular de la rebelión como “un derecho” también levanta muchas suspicacias en la derecha.

Además, organizaciones feministas también criticaron su nombramiento por un supuesto encubrimiento de un acoso sexual del coordinador de Contagio Radio, Elkin Sarria, y que Rueda dirigía. En una carta a Petro manifiestan su preocupación por el nombramiento este como nuevo comisionado de paz, “una persona que ha desconocido los derechos de las mujeres de manera sistemática”, dicen.

Los desafíos del nuevo comisionado

Rueda fue hasta esta semana el director de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz (CIJP), una organización de derechos humanos fundada a finales de los ochenta y formada por personas vinculadas a grupos religiosos, como algunos sacerdotes jesuitas del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep).

Y aunque tiene una larga carrera, es un hombre de bajo perfil y su nombre no era conocido por fuera del mundo de las ONG. Hasta esta semana.

Su nombramiento lo sorprendió incluso a él mismo. “Después de corroborar el nombramiento lo llamé y le dije: ‘Danilo eres el nuevo alto comisionado de paz, mi más fervorosa felicitación’. Me respondió: ‘No puede ser’. Estaba muy sorprendido”, cuenta el senador del Polo Democrático Iván Cepeda, amigo de Rueda desde los noventas.

Ahora que es comisionado, uno de sus desafíos está en retomar las negociaciones de paz con la guerrilla del ELN, además de buscar entablar mesas de diálogo y procesos alternativos de justicia con grupos armados como el Clan del Golfo.

A pesar de la sorpresa, su nombramiento es coherente con los reiterados mensajes de apertura y reconciliación que le ha enviado Petro a múltiples grupos armados, especialmente al ELN. Esto se debe a que Danilo Rueda no solamente ha trabajado con las víctimas, sino que tiene experiencia como mediador con actores armados e incluso estuvo presente en la mesa de diálogos entre el ELN y el gobierno Santos en Quito.

Una formación desde la religión y el territorio

Danilo Rueda primero quiso ser sacerdote. Empezó sus estudios de Teología en el Seminario Mayor de Bogotá, pero los terminó como laico en la Universidad Javeriana en 1987. Allí estudió también Comunicación Social y Periodismo y fue donde empezó su activismo en defensa de los derechos humanos.

“Por las preocupaciones de la violencia de ese entonces nos encontramos un grupo grande de estudiantes de la Javeriana para conocer más sobre el conflicto y manifestar nuestro rechazo por lo que estaba pasando en ese momento”, recuerda el padre Alberto Franco, quien fue compañero de Danilo cuando ambos estudiaban Teología y luego compañero de trabajo en la CIJP.

Franco cuenta que a finales de los ochenta las masacres y el genocidio contra los miembros de la Unión Patriotica (UP) los acercó a defensores de derechos humanos como el padre jesuita Javier Giraldo, quien trabajaba en el Cinep y quien viene de una corriente de pensamiento de izquierda conocida como la Teología de la Liberación.

Fue justamente el padre Giraldo quien lideró la creación de lo que inicialmente se llamó como la Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz (CIJP), conformada en 1988 por diversas comunidades católicas y orientada a trabajar por las víctimas del conflicto armado. “En ese momento algunos laicos se ofrecieron a colaborar con la Comisión y Danilo fue el primero que entró”, recuerda el padre Javier Giraldo.

En esos primeros años, Danilo Rueda trabajó en la Comisión en un proyecto de pedagogía sobre derechos humanos para periodistas, hasta que en 1996 esta organización decidió enfocar sus esfuerzos en acompañar las comunidades del Bajo Atrato (Chocó), donde el conflicto empezaba a escalar.

La Comisión acompañó, por ejemplo, el desplazamiento de las comunidades que vivían en la cuenca del río Cacarica, en 1997. Estas fueron desplazadas a raíz de la operación “Génesis”, lanzada por el Ejército y en la que fueron ayudados por grupos paramilitares. (link).

Los desplazados del Cacarica huyeron por el Atrato hasta el golfo de Urabá y llegaron a Turbo, donde la Comisión hizo un acompañamiento durante 4 años hasta que lograron su retorno. “En ese proceso de acompañamiento Danilo tuvo un liderazgo importantísimo y él fue quien ayudó a despejar ese camino que fue muy largo”, cuenta el padre Giraldo.

Ese fue uno de los primeros acompañamientos de Rueda con víctimas del conflicto y marcó su trabajo que se concentró por años en Chocó, especialmente en el Bajo Atrato. En esos procesos la CIJP y Danilo Rueda denunciaron los crímenes de los paramilitares y señalaron su connivencia con los militares y el Estado. Así como los ataques a comunidades de paz como la de San José de Apartadó, un experimento que generó polémica en ese momento porque no dejaban ingresar actores armados, incluido el Ejército.

Debido a esta denuncia, la CIJP sufrió estigmatizaciones, sus miembros fueron amenazados y el padre Giraldo salió exiliado por 2 años. Estas amenazas fueron reconocidas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que decretó medidas cautelares y ordenó al Estado proteger a esta organización.

Estos años de trabajo en terreno, de denuncia y estigmatización formaron la visión sobre el conflicto armado de la Comisión Intereclesial y de Rueda: el Estado como el gran responsable del conflicto y aliado de los paramilitares, y una insurgencia armada que tiene sus orígenes históricos en las injusticias sociales y cuya violencia es expresión de lo que ellos consideran un “ejercicio del Derecho a la Guerra y a la Rebelión Armada”, como está inscrito en uno de los principios de la CIJP.

Esta visión sobre el conflicto —que riñe con la idea de que el conflicto ha sido una guerra entre guerrillas y paramilitares contra la sociedad o una amenaza terrorista de la guerrilla al Estado— se ve en textos que ha escrito también Rueda.

“El paramilitarismo es el mecanismo que el Estado colombiano, reinterpretando experiencias de otros países y los mismos manuales de la Escuela de las Américas, ha logrado situar como el más “eficaz” para su lucha contrainsurgente o mejor en su confrontación con todo lo democrático, lo alternativo, lo disidente”, escribió en el artículo “La barbarie irracional de la guerra: el desplazamiento”.

“Estar en terreno todo el tiempo haciendo acompañamiento nos daba otra visión de lo que pasaba. Danilo durante mucho tiempo fue acompañante en terreno y eso daba una mirada realista, que era contraria a la mirada que nos daba la sociedad y los medios de comunicación”, dice el padre Alberto Franco, quien fue director de la CIJP hasta 2020 y fue reemplazado justamente por Danilo Rueda.

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