El presidente ruso ha aprobado una nueva doctrina naval y oceánica que marca sus líneas rojas a Occidente, colocando a EE.UU. como la mayor amenaza para Rusia.
Durante una ceremonia celebrada este domingo en el Museo Estatal de Historia de San Petersburgo, el mandatario ruso, Vladímir Putin, ha aprobado por decreto la nueva Doctrina Naval de Rusia y la versión actualizada del Reglamento Naval, en la que identifica diez “principales desafíos y amenazas a la seguridad nacional y el desarrollo sostenible” de Rusia en el ámbito marítimo.
El primer punto del documento apunta al rumbo de EE.UU. hacia el dominio de los océanos del mundo y su influencia global sobre la evolución de procesos internacionales, en particular, aquellos que están relacionados con el uso de las vías de transporte y los recursos energéticos en lo profundo de las aguas.
Además, la doctrina califica de amenaza las pretensiones de Washington y sus aliados de limitar el acceso de Rusia a los recursos de los océanos y las vías de transporte de importancia vital.
El presidente ruso, Vladimir Putin, advierte que Moscú emprenderá una acción “dura y rápida” si el Occidente traspasa ‘la línea roja’ con el país.
Entre otros retos, la doctrina naval indica las reclamaciones sobre territorios costeros e insulares por parte de otros Estados; la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia las fronteras rusas y el creciente número de ejercicios navales que lleva a cabo en aguas próximas a Rusia; así como el deseo de EE.UU. de asegurarse la superioridad abrumadora de sus fuerzas navales en diferentes partes del mundo.
También, representan una amenaza para Moscú los esfuerzos que buscan debilitar el control de Rusia sobre la ruta marítima del Norte y ampliar la presencia naval de otros Estados en el Ártico; los intentos de cambiar en beneficio propio las normas que regulan la navegación internacional; la escalada del terrorismo internacional, piratería marítima y transporte ilegal por mar de armas, estupefacientes, psicotrópicos y sus precursores, sustancias químicas y radiactivas son percibidos como amenaza para la seguridad de Rusia.