A dos meses de las elecciones y frente a una campaña que empezará, oficialmente, el próximo 16 de agosto, Lula mantiene todo su empeño en consolidar un amplio frente progresista y hasta en sumar a sectores conservadores que se han distanciado de los conflictos generados por Bolsonaro y la extrema derecha que lo apoya.

El capitán de la reserva del Ejército, estancado en un techo del 30% de las intenciones de voto, frente al 45% que ostenta Lula, porfía en una campaña de descalificación contra el voto electrónico, adoptado por Brasil en 1996, que nunca ha sido objeto de denuncias de fraude.

Sin embargo, aunque Bolsonaro fue elegido cinco veces diputado con ese sistema y también llegó al poder en 2018, insiste, sin prueba alguna, en que propicia las trampas.

El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el mandatario Jair Bolsonaro se medirán en las elecciones presidenciales pautadas para octubre 2022. Foto: composición LR/AFP

El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el actual mandatario, Jair Bolsonaro, se medirán en las elecciones presidenciales pautadas en octubre. Foto: composición LR/AFP

El gobernante dio, el pasado 18 de julio, su paso más arriesgado en esa campaña de descrédito e intentó convencer a unos 40 embajadores extranjeros de las “sospechas” que, según él, genera el sistema.

Esa actitud suscitó un repudio generalizado expresado en diversos actos y documentos en “defensa de la democracia”, respaldados hasta por líderes empresariales y banqueros, que hace cuatro años apoyaron a Bolsonaro.

Este martes, a esos movimientos se sumaron tres entidades de los medios de comunicación, que, en una nota conjunta, condenaron las intenciones de sembrar sospechas en la democracia y manifestaron su más pleno respaldo a la justicia electoral y al voto electrónico.

PUEDES VER: Brasil: banqueros, intelectuales y artistas juntos por la democracia

El documento, publicado por los editores de diarios y revistas, y los dueños de radios y canales de televisión, dice que “no existe democracia sin libertad de prensa” y sin “un Estado de derecho fundamentado en el respeto a los resultados electorales”.

Todos esos manifiestos citan veladamente algunas amenazas hechas por Bolsonaro, quien hasta ha insinuado que podría “desconocer” el resultado de las urnas, así como hizo en 2020 el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, su mayor referente político.

Este mismo martes, Bolsonaro respondió a esos manifiestos y dijo que, quienes los firman, son “unos caraduras”; aseguró que su “lucha” es por la “libertad” y la “verdad”, y garantizó que “nadie quiere un golpe”, pero insistió en que las Fuerzas Armadas “fiscalicen” los comicios, una tesis ya rechazada por la justicia electoral.

Además de descalificar al voto electrónico, en una entrevista con una radio local, volvió a exaltar los valores “conservadores”, agitó el fantasma de la “hoz y el martillo” y citó el “fracaso” de lo que llama “comunismo” en países como Argentina y Venezuela.

Al margen de la retórica electoral, Brasil sigue con una elevada inflación, altas tasas de desempleo y una pobreza creciente, que Lula subraya en su campaña, evocando la bonanza que se vivió durante su gestión (2003-2010), con un crecimiento en torno al 4% anual.

“Este país crecía, generaba empleos, distribuía renta, creaba universidades, escuelas técnicas, aumentaba salarios” y, sobre todo, “cuidaba a los más pobres, que es lo que debe hacer un gobernante”, subrayó Lula en uno de sus últimos actos.

En la otra acera de la campaña, una decena de candidatos todavía trabaja para presentarse como alternativa a Lula y Bolsonaro pese a que ninguno de ellos llega al 10% de los apoyos en las encuestas.

Quien mejor se sitúa es el laborista Ciro Gomes, con un 8%, pero que enfrenta serias dificultades para construir alianzas más allá de su propio campo político, al punto de que, hasta ahora, no consigue un candidato a vicepresidente que complete su fórmula.

Eso también lo sufría la senadora Simone Tebet, candidata de tres partidos de centroderecha, que este martes, finalmente, anunció una fórmula “100% femenina” con su colega en el Senado Mara Gabrilli, a fin de intentar mejorar su 2% de intención de voto y pescar entre las mujeres, que representan el 53% del electorado.