Arlene Tickner podría cumplir algún rol en el gobierno de Gustavo Petro.

© Gustavo TorrijosArlene Tickner podría cumplir algún rol en el gobierno de Gustavo Petro.

Usted vive hace muchos años en el país y tiene la nacionalidad colombiana. ¿Alguien objetó su presencia en el empalme o tuvo inconvenientes con el gobierno Duque u otros grupos por haber nacido en Estados Unidos?

No tuve inconveniente alguno en el empalme por ser de doble nacionalidad; por el contrario, creo que mis credenciales académicas reforzaron la credibilidad del proceso que desarrolló la Cancillería. No obstante, debo admitir que, en los 35 años que he vivido en Colombia, el hecho de ser estadounidense me ha traído toda suerte de desafíos. Más allá de ser tildada, en distintos momentos, como agente de la CIA, simpatizante de la guerrilla y hasta “gringa ignorante”, tal vez el rechazo más permanente que he sufrido ha sido frente a mi espíritu crítico, que no siempre es de buen recibo entre quienes me consideran una extranjera sin derecho a cuestionar “su” país.

Imagino que su presencia en el grupo colombiano de acompañamiento a la reunión con la delegación de Estados Unidos debió despertar curiosidad entre los funcionarios del gobierno Biden. ¿Le preguntaron, por ejemplo, “usted por qué es colombiana” o algo similar?

Sí. Me hicieron preguntas de diversa índole sobre mis orígenes y las razones por las cuales me radiqué en Colombia. Obviamente, siempre hay curiosidad cuando te confronta alguien de tu país natal que te pregunta por qué uno está colaborando con la contraparte. Conversé, de manera informal, con varios de los representantes de la delegación de Estados Unidos tanto sobre mí como sobre las perspectivas del nuevo gobierno.

El cambio de gobierno en Colombia siempre compete a Estados Unidos; pero, esta vez, por ser la primera en que va a posesionarse un presidente de izquierda, debe tener mayor interés. ¿Es cierta esta apreciación o el gobierno Biden no le ha dado importancia a la tendencia política del presidente Petro?

Mi sensación es que el gobierno Biden siguió con mucha atención —y preocupación— todo el proceso electoral desde la campaña hasta la segunda vuelta, justamente por la importancia que reviste Colombia para la política exterior de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, por la asociación estratégica que ha caracterizado la relación bilateral y por el hecho de que, por primera vez en su historia, se haya elegido a un presidente de izquierda en este país. De ahí que después de un evidente negacionismo frente a la posibilidad de que ganara Petro, Washington haya asumido rápidamente una posición pragmática con el fin de cultivar una interacción positiva con el nuevo gobierno.

¿“Una posición pragmática” significa que, sin importar si está de acuerdo con las decisiones del gobierno Petro, Estados Unidos mantendrá buenas relaciones con Colombia?

Así es. En Colombia solemos olvidar que en toda relación diplomática pueden surgir diferencias de opinión e, incluso, conflictos y que, sin embargo, esas situaciones no implican que el entendimiento con los otros países no pueda continuar ni que las discrepancias no se puedan discutir y respetar.

¿Qué indica la delegación de alto nivel que envió el gobierno Biden hace unas semanas para reunirse con el presidente electo, empezando por Jonathan Finer, asesor adjunto de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, y Philip Gordon, asesor de Seguridad de la vicepresidenta Harris? ¿Qué señales está enviando a Colombia y a los países vecinos?

Los mensajes principales que, en mi opinión, se quisieron transmitir con el envío de esta delegación —algo atípico antes de la posesión de un nuevo mandatario— fueron: 1. Que Colombia es un socio neurálgico para Estados Unidos y 2. Que Washington está dispuesto a trabajar con el gobierno Petro y a desarrollar una nueva agenda bilateral acorde con los intereses y objetivos de los dos países. El gobierno de Estados Unidos también está diciendo que entiende que las diferencias son naturales en cualquier relación y que es respetuoso de la autonomía colombiana.

¿Por qué la misma actitud de Estados Unidos no se presentó con el gobierno Duque? Por poner un ejemplo, el gesto amable de Biden de hablar casi de inmediato con Petro no lo tuvo con Duque…

La comunicación poco expedita con Duque, claramente, obedece a la injerencia de su partido en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. La búsqueda inmediata de contacto con Petro es el resultado de la necesidad de preservar una relación bilateral robusta con un gobierno de izquierda cuyas posibles posiciones en política exterior generan algo de incertidumbre en Washington.

De todos modos, la delegación del gobierno Biden para la posesión de hoy, del presidente Petro, parece menor a las expectativas. Está conformada, entre otros, por personajes como Samantha Power, cabeza de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) y exembajadora de Obama en la ONU, y Gregory Meeks, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes; pero no llegó Kamala Harris…

Aunque los medios colombianos especularon sobre la visita de la vicepresidenta Harris, su participación en la delegación estadounidense ya se había descartado e informado en la reunión de alto nivel de hace unas semanas. Pero, dada la creciente responsabilidad que está asumiendo Harris en los temas latinoamericanos y el interés que comparte con Francia Márquez por asuntos étnicos y de género, se espera que se produzca algún tipo de encuentro en un lapso relativamente corto.

¿Cuándo se podría concretar una cita entre las vicepresidentas Harris y Márquez?

Hasta donde sé, no hay nada definido pero se sabe que hay acercamientos por iniciativa de la oficina de la vicepresidenta Márquez para concretar el encuentro.

El gobierno Petro restablecerá las relaciones diplomáticas con Venezuela. Siendo Maduro un aliado regional de Rusia y China, ¿qué impacto tiene en Estados Unidos el entendimiento comercial y político directo entre los gobiernos de Colombia y Venezuela?

Es difícil negar que la normalización de relaciones con Venezuela y el carácter específico que tome la interacción entre los gobiernos Petro y Maduro crean un poco de nerviosismo en Washington. Pero, al mismo tiempo, es necesario recordar que Estados Unidos también está en pleno proceso de reanudar las suyas con Venezuela por razones estratégicas asociadas a la guerra en Ucrania. Así, más que un problema, pienso que el restablecimiento de relaciones consulares, comerciales y diplomáticas entre Colombia y Venezuela, además de urgente y necesario, brinda una oportunidad interesante de triangulación positiva con Estados Unidos.

¿El restablecimiento de las relaciones de Colombia con Venezuela fue tema de conversación con la primera delegación del gobierno Biden?

Si bien en las sesiones abiertas en las que participaron los equipos estadounidenses y colombianos no se discutió el caso de Venezuela, no sé si haya surgido ese asunto en las conversaciones reservadas que sostuvieron el presidente Petro, el canciller Leyva y el embajador Luis Gilberto Murillo con los jefes de la delegación de Estados Unidos. Algo interesante para tener en cuenta, no obstante, fue el compromiso, mencionado por el ministro, en el sentido de que no habría sorpresas en este u otros temas sensibles de las relaciones bilaterales.

El gobierno que acaba de terminar desarrolló una política contraria frente a Maduro: agresiva y casi entremetida en asuntos internos venezolanos en acuerdo obvio con el gobierno de Estados Unidos. ¿Trump y Biden son tan opuestos como Duque y Petro?

¡Sin duda Trump y Biden son como el agua y el aceite! Pero más allá de las diferencias de forma y fondo entre los presidentes, la preocupación estadounidense por la crisis migratoria, el deterioro de la democracia en Venezuela y la crisis humanitaria que existe en ese país han sido constantes en las dos administraciones. No creo que esta situación se modifique con la reanudación de compras de petróleo venezolano por parte de Estados Unidos a raíz de las sanciones que le ha aplicado a Rusia, lo que debe entenderse, también, como un intento por “seducir” a Maduro y alejarlo de Putin. En el caso del gobierno Duque, en cambio, la obsesión con el cerco diplomático y la remoción de Maduro del poder terminaron imponiéndose al pragmatismo que debería orientar cualquier estrategia de política exterior. Además de un fracaso, la política miope de los últimos cuatro años hacia Venezuela terminó afectando intereses nacionales neurálgicos, como la atención y la protección de los connacionales colombianos y de la población venezolana en las fronteras. Confío en que el Gobierno entrante priorice las necesidades de nuestro país en lugar de dejarse desviar por caprichos ideológicos como los que caracterizaron al saliente.

Es un hecho que Estados Unidos está rodeado, en esta región, de gobiernos poco amables con sus intereses: Venezuela, Cuba, Nicaragua, y que estas tres naciones tienen, en cambio, cercanía con Rusia y China. En ese contexto, ¿Colombia y su nuevo presidente adquieren mayor relevancia para Biden?

Me parece importante anotar que las inquietudes geoestratégicas que puede tener Estados Unidos sobre la presencia e injerencia de actores extrarregionales como Rusia y China en América Latina y el Caribe son de diversa índole: en el caso de Rusia, las principales fuentes de intranquilidad son el apoyo militar, las ventas de armamento y equipos, el antiamericanismo y, en menor medida, las actividades de desinformación. Las tensiones con Rusia se han agudizado con la guerra en Ucrania y las tentativas de incursión de Putin en la antigua “zona de influencia” de Estados Unidos, comenzando por los tres países señalados: Venezuela, Cuba y Nicaragua.

¿Y en cuanto a China?

China es competidora principalmente en comercio, tecnología, infraestructura e inversión. Por eso, el reemplazo de Estados Unidos por el país asiático como principal socio económico de la región sumado a la adhesión de tantos latinoamericanos y caribeños a la “nueva ruta de la seda” (Belt and Road Initiative o estrategia de grandes inversiones en infraestructura de China en setenta países como pieza central de su política exterior) son motivo de creciente desconcierto en Washington. En ese contexto, los posibles virajes en la política exterior colombiana respecto de Rusia y China son de especial relevancia para Biden.

¿La actual coyuntura mundial —es decir, el enfrentamiento bélico Rusia-Ucrania y, ahora, la molestia china por la visita de Nancy Pelosi a Taiwán— impactará, de alguna manera, las relaciones de Estados Unidos con el gobierno Petro?

Las repercusiones del conflicto entre Rusia y Occidente y las tensiones estadounidenses con China en cuanto a la relación bilateral entre Colombia y Estados Unidos solo se podrán apreciar cuando se materialicen los matices de la nueva política exterior colombiana. Por ahora, el deseo que ha expresado el presidente Petro de mantener las puertas abiertas con el fin de relacionarse constructivamente con distintas contrapartes internacionales —incluyendo algunas frente a las que Duque adoptó posturas antagónicas, con lo que se imaginaba que podía ganarle puntos con Washington— no tendría por qué impactar la relación bilateral con Estados Unidos.

Entonces, ¿el protagonismo de Duque como enemigo de Maduro y dirigente nada amistoso frente a los rusos no le sirvió para “ganar puntos” con los gobiernos Trump y Biden?

Le crearon alguna simpatía en Washington que se tradujo, tal vez, en la aceleración de la designación de Colombia como país aliado estratégico no miembro de la OTAN. Sin embargo, pienso que los costos de estas posturas desmedidas han sido mucho mayores para el país que los beneficios.

¿Cómo fue recibida la designación de Álvaro Leyva como ministro de Relaciones Exteriores, siendo él un caracterizado contacto del establecimiento social con ciertos grupos alzados en armas, en un gobierno demócrata pero tan tradicionalista como cualquier otro de Estados Unidos?

Dada la participación constructiva de Estados Unidos en las negociaciones con las Farc y su apoyo a la implementación del Acuerdo de Paz, es de esperar que Washington sea convocado, nuevamente, para apoyar cualquier proceso futuro con los actores violentos no estatales que siguen operando en Colombia y Venezuela. Como ocurrió con las Farc, habrá desacuerdos e impedimentos que harán difícil, mas no imposible, ese acompañamiento en el caso del Eln relacionados con la designación de ese grupo como organización terrorista, los procesos judiciales en curso contra de algunos de sus miembros y la extradición. Pero, a diferencia de una posible negociación con el Eln, veo improbable que Estados Unidos dé su aval a un proceso de sometimiento de bandas criminales como el Clan del Golfo. De ahí la necesidad de explicarle, en detalle, a Washington y a otras contrapartes internacionales cuyo apoyo ha sido decisivo, el proyecto de “paz total” que piensa desarrollar el nuevo gobierno.

A propósito, ¿las anunciadas y presuntas negociaciones o procesos de “acogimiento” a la ley (como las ha denominado el canciller Leyva) tienen mala presentación internacional no solo ante Estados Unidos, sino ante países como los europeos que acompañaron, prácticamente sin reservas los diálogos con las Farc?

Sin duda este tipo de propuestas, que carece de antecedentes significativos en el mundo, puede crear inquietudes y “ruido” con respecto a Estados Unidos y otros actores extranjeros. Por eso es tan importante que el gobierno Petro ofrezca explicaciones claras acerca del proceso que piensa desarrollar con esos grupos.

Hay otro nombramiento que puede ser significativo para Estados Unidos y la comunidad internacional: el de Iván Velásquez en el Ministerio de Defensa. ¿Cómo puede recibir el gobierno de Estados Unidos la designación de un investigador judicial y defensor de los derechos humanos en la cartera militar y a la cabeza de asuntos de Inteligencia, materias tan cercanas al interés del gobierno Biden?

En principio, el interés compartido del gobierno Biden en combatir la corrupción y defender los derechos humanos, sobre todo en un sector en el que tiene un rol considerable, debe haber sido motivo para la buena acogida del nombramiento de Iván Velásquez como ministro de Defensa. Pese a ello, sospecho que la profundidad y magnitud de la cooperación entre Estados Unidos y Colombia en materia de seguridad, sobre las que tanto Velásquez como el gobierno nuevo solo se estarán enterando ahora, dado el secretismo que ha rodeado este asunto en nuestro país, serán motivo de reajustes como los que señalé antes.

¿Usted tendrá un rol oficial en el gobierno Petro?

No lo sé.

“Hincapié en el carácter igualitario de las relaciones con EE. UU.”

¿Las tradicionales relaciones entre Estados Unidos y Colombia tendrán modificaciones en este periodo presidencial o estarán marcadas por la dependencia en seguridad nacional y lucha contra el narcotráfico como siempre?

Aunque es imposible imaginar que una relación tan profunda pierda importancia en un solo cuatrienio, las propuestas programáticas de la campaña y los distintos pronunciamientos del presidente Petro y la vicepresidenta Márquez antes y después de su elección, hacen pensar que las relaciones colombo estadounidenses sufrirán un proceso de revalorización, restablecimiento de prioridades y cambio de enfoques. Entre estos, se puede esperar un viraje fuerte hacia la región en la prelación de temas como el medio ambiente, la paz y la migración, y la negociación de estrategias alternativas en lo concerniente a drogas ilícitas y seguridad.

¿Serán unas relaciones más equitativas e igualitarias?

Es interesante observar que, en las declaraciones recientes, se hace hincapié en el carácter igualitario y paritario de las relaciones bilaterales tanto por parte de la delegación del gobierno estadounidense como del gobierno Petro. Esos son términos recurrentes desde cuando se produjo el encuentro de Colombia con la delegación de Estados Unidos a mediados de julio.

“Conversación franca y abierta”

Usted hizo parte de los grupos de empalme entre el gobierno saliente y el entrante ¿En cuál estuvo y cuál fue su papel en esas citas?

Fui invitada a participar en el grupo de empalme de relaciones exteriores y actué como una de las coordinadoras del equipo que elaboró el informe sobre el sector. Además, desarrollé una serie de tareas que el canciller designado, Álvaro Leyva, me encargó, en cuanto a la organización de las reuniones bilaterales protocolarias que han tenido lugar con las distintas delegaciones oficiales, el acompañamiento al encuentro de alto nivel con los enviados de Estados Unidos, hace un par de semanas y la construcción de las listas de invitaciones internacionales a la posesión.

¿Cómo llegó a los grupos de empalme? ¿La invitó el canciller Leyva?

Entiendo que el presidente Petro sugirió mi nombre.

¿Cómo describe el ambiente durante la reunión con los delegados de Estados Unidos que vinieron a mediados de julio?

Fue cordial y abierto a la conversación franca entre las partes. Observé una delegación estadounidense y un equipo colombiano dispuestos a escuchar y a dialogar sobre todos los aspectos.