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Casi un millón de brasileños firman un manifiesto contra la deriva autoritaria de Bolsonaro

La carta, leída en la facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo, rememora otra similar difundida en 1977 contra la dictadura

Lectura en Facultad de Derecho de la Universidad de Sao Paulo de uno de los dos manifiestos en defensa de la democracia, el 11 de agosto de 2022.ANDRE PENNER (AP)

Brasil lleva los últimos años muy acostumbrado a comunicados oficiales, notas de rechazo, manifiestos y todo tipo de escritos para expresar malestar ante las embestidas del presidente Jair Bolsonaro contra las instituciones democráticas. En los últimos días, no obstante, un texto se convirtió en ‘la madre de todas las cartas’ y promete ser el intento más sólido y unitario de frenar la retórica golpista del presidente, que sigue cuestionando la fiabilidad del sistema electoral cuando faltan menos de dos meses para las elecciones.

Organizado por la prestigiosa facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo (USP), el manifiesto lamenta que Brasil, a las puertas del inicio oficial de la campaña electoral, está pasando “por un momento de inmenso peligro para la normalidad democrática, riesgo a las instituciones de la República e insinuaciones de desacato al resultado de las elecciones”. Sin citar directamente a Bolsonaro ni a ningún otro político, el texto critica los “ataques infundados y ausentes de pruebas que cuestionan el rigor del proceso electoral y el Estado Democrático de Derecho tan duramente conquistado por la sociedad brasileña”; y pide que los brasileños estén alerta en defensa de la democracia y del respeto al resultado de las elecciones.

La carta, lanzada a finales de julio, suscitó un consenso sin precedentes: al cierre de esta edición ya suma más de 940.000 firmas, incluyendo las de políticos de izquierda y derecha, empresarios, artistas, jueces, activistas y ciudadanos de a pie. Para ilustrar esa transversalidad, la carta se leyó este jueves en un acto en la Facultad de Derecho de la USP en el que pudo verse, codo con codo, a banqueros con sindicalistas, académicos o activistas del movimiento negro, una imagen de unidad poco frecuente en un Brasil extremadamente polarizado. Incluso la Federación de las Industrias de São Paulo (FIESP), poderoso lobby económico nada sospechoso de tendencias progresistas, se sumó al movimiento con otra carta en la misma línea. La fecha se escogió en alusión a otra histórica Carta a los brasileños, lanzada en la misma facultad en 1977 contra la dictadura militar.

El manifiesto protagonizó el calentamiento de la campaña electoral, que arranca formalmente la semana que viene. Lo firmaron todos los candidatos a la presidencia, incluido el favorito en todas las encuestas, Lula da Silva. Bolsonaro ridiculizó la iniciativa en sus últimas declaraciones públicas, afirmando que no hace falta ninguna “cartita” para defender la democracia y dando muestras de nerviosismo ante el hecho de que banqueros y grandes empresarios, una élite económica que mayoritariamente siempre estuvo a su lado, también se hayan sumado. “Los que firman esa carta son unos sinvergüenzas, no voy a decir ningún otro adjetivo aquí porque soy una persona bastante educada”, decía en una entrevista radiofónica.

La gota que colmó el vaso y que se convirtió en germen del ya famoso documento fue una polémica reunión que Bolsonaro organizó en julio con una treintena de embajadores extranjeros para hablar del sistema electoral. El presidente insistió en difundir sospechas de fraude en las urnas electrónicas, que se usan en Brasil desde hace más de dos décadas sin problemas, y dijo que el sistema es “totalmente vulnerable”. Fue la escenificación más clara, esta vez ante la comunidad internacional, de que su estrategia pasa por culpar al sistema de voto y no reconocer el resultado en caso de una eventual derrota. Esta semana, la Fiscalía acusó a Bolsonaro de propaganda electoral anticipada por ese acto y YouTube eliminó el video de la reunión, en el marco de su política contra la desinformación.

Aunque el movimiento suscitado por los manifiestos es significativo por las personalidades que se han sumado, no es algo masivo y (al menos de momento) no ha derivado en manifestaciones de unidad en las calles. El brasileño de a pie sigue más preocupado con la economía y la inflación, que dio una tregua en julio (los precios cayeron un 0,68%) gracias al recorte de impuestos sobre los combustibles. Bolsonaro, además, tiene otro as en la manga, unas ayudas sociales que empezaron a repartirse esta semana. Más de 20 millones de familias de los estratos más pobres (un voto que normalmente tiende a ir a Lula) recibirán 600 reales al mes (113 euros), un desembolso millonario para las arcas públicas que se espera que catapulte la popularidad del actual presidente.

Las ayudas sólo duran hasta diciembre y Lula y la oposición en general las califican de electoralistas, pero saben que tendrán un efecto en las encuestas. La ventaja del líder de la izquierda, que ahora tiene un 47% de intención de voto frente al 29% de Bolsonaro, según el último sondeo de Datafolha, aún es muy amplia, pero tiende a acortarse en las próximas semanas. En los sondeos, el líder ultraderechista viene sumando apoyos tímidamente, mientras que Lula parece estancado.

La primera prueba de fuego de la campaña electoral se espera para el 7 de septiembre, cuando Brasil celebra el Bicentenario de su Independencia. Bolsonaro ha convocado a sus seguidores para un acto masivo en Río de Janeiro, en paralelo al tradicional desfile militar. El año pasado ya aprovechó la fecha para movilizar a sus fieles en unas marchas de fuerte carácter antidemocrático.

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