Perú ha mostrado cierto malestar por no sentirse incluido en el nuevo eje progresista latinoamericano
El primer viaje internacional de Gustavo Petro será finalmente a Perú. El nuevo presidente de Colombia mantendrá un encuentro en Lima con Pedro Castillo, un mandatario en apuros. Castillo asumió el cargo hace poco más de un año como un político progresista que venía a representar el Perú olvidado históricamente, pero en este tiempo apenas ha tenido estabilidad, ha cambiado a 40 ministros —todo un récord— y está siendo investigado por seis delitos de corrupción. Sin embargo, Petro prioriza visitar un país vecino para mostrar que Colombia quiere tener un papel protagonista en la región.
El canciller colombiano, Álvaro Leyva, ya se encuentra el Lima, donde prepara el encuentro bilateral del lunes. Petro regresará a su país el mismo día. El encuentro supone una cortesía con Perú, cuya diplomacia se ha mostrado molesta por no sentirse incluida en el nuevo eje progresista del que a menudo habla Petro, en el que incluye a Chile con Gabriel Boric, Argentina con Alberto Fernández y en el que espera contar con Lula en Brasil cuando gane las elecciones. El Gobierno de Castillo está siendo tan accidentado que nombrarlo no conlleva ahora mismo ningún rédito.
Eso quedó evidenciado cuando el presidente mexicano López Obrador, Petro y el boliviano Luis Arce se unieron para firmar una carta de repudio a lo que consideraron una “injustificable persecución judicial” contra la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner h. El texto decía que la solicitud de 12 años de cárcel por presunta corrupción presentada por un fiscal solo buscaba “apartar a Kirchner de la vida pública, política y electoral, así como sepultar los valores e ideales que representa, con el objetivo final de implantar un modelo neoliberal”. Los presidentes avalan la tesis persecutoria esgrimida por el peronismo gobernante. Castillo se quedó fuera de la foto.
Con esta visita exprés, Petro inaugura su agenda en el exterior. El presidente quiere liderar la región. Colombia ha sido históricamente un país muy ensimismado, sin mucho liderazgo en sus relaciones internacionales, muy dependientes de la agenda de Estados Unidos. Esta semana ha recibido la visita del primer ministro español, Pedro Sánchez, que le mostró todo su apoyo en la búsqueda de una pacificación total del país, que pasa por negociar con la guerrilla del ELN y someter a la justicia a los cárteles de la droga. Además, el 20 de septiembre irá a Nueva York para participar en la asamblea general de la ONU.
El gesto de Petro supone sumar a Castillo en ese club progresista, que comenzó a formarse en 2018, con la llegada al poder en México de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y Claudia Sheinbaum como alcaldesa de la capital. Un año después, ganó el kirchnerista Fernández, tras un mandato de cuatro años del conservador Mauricio Macri. Más tarde, el Movimiento al Socialismo (MAS) volvió al poder en Bolivia con Luis Arce tras un año de convulsiones marcado por el gabinete interino de Jeanine Áñez. En Argentina y Bolivia fue clave el empuje de Cristina Fernández de Kirchner (que acompaño a Fernández como vicepresidenta) y de Evo Morales, quien había sido forzado a dimitir por el Ejército y abandonó el país en medio de acusaciones de fraude. Ambos representan la generación de los padres fundadores, gobernantes que a partir del año 2000 dominaron Sudamérica, junto con Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela o el propio Correa en Ecuador.
El siguiente en la lista fue Castillo, un maestro rural desconocido. Con una campaña por los pueblos del Perú rural se impuso el año pasado a Keiko Fujimori, la candidata de las élites de Perú. El profesor generó una enorme ilusión entre los más desfavorecidos del país, que veían en él a alguien de los suyos que por fin lograba el poder. La inestabilidad, sin embargo, le ha lastrado. En su Gobierno reina la improvisación y el descontrol. Ahora mismo, los continuos cambios en el gabinete solo apuntalan su continuidad en el poder, pues ofrece pequeñas cuotas a los partidos que le apoyan. Las preocupaciones ciudadanas han quedado al margen en la eterna crisis política que vive.
La presidencia de Petro ha empezado con otro cariz. Se ha embarcado en la búsqueda total de la paz de un país inmerso en continuas disputas durante décadas. Su hoja de ruta parece clara. Los nombramientos en los ministerios de personalidades con distintas sensibilidades le han dado un margen de confianza entre los que no le votaron, casi la mitad del país. Ahora irá a Lima a darle la mano a un colega en apuros.