El personaje es reconocido como uno de los grandes protagonistas de la política contemporánea del Brasil equiparándose al presidente gaucho Getulio Vargas quien en el siglo pasado destaca por su carisma como el gran articulador político de la transformación nacional socioeconómica durante el tránsito de país rural y cafetalero a urbano e industrial después de la Revolución de 1930. En el presente sí Lula resulta electo por tercera vez presidente podría reactivar al Brasil como la gran locomotora impulsora de la Sudamericanización dentro del nuevo contexto del Sur Global, que se proyecta hasta África gestado, en las posibilidades del Siglo XXI. Esta situación de ocurrir le abre una nueva vía alterna de desarrollo al Brasil deslastrándose de la dependencia de los Estados Unidos cuestión dominante durante el pasado siglo. En esta etapa Lula podría proyectar su perfil de concertación ampliamente aceptado por todos.
El personaje toma notoriedad nacional en 1972 cuando deja de ser el anónimo y desconocido migrante procedente del empobrecido Nordeste para aparecer indiciado por la temida policía represora de la dictadura militar como el sindicalista violador de la Ley de Seguridad Nacional al instigar la huelga reivindicativa de los obreros de la fábrica de la Volvagen en Sao Paulo. Desde entontes Lula se mantiene en la primera fila del acontecer político brasileño y en 1980 pasa a convertirse en el primer vocero del Partido de los Trabajadores (PT) surgido de la convergencia entre dirigentes sindicales, intelectuales de izquierda y católicos ligados a la Teología de la Liberación Militar para enfrentarse a la dictadura militar, después en 1990 gana reconocimiento regional con la fundación del Foro de Sao Paulo una institución internacional de izquierda opuesta al neoliberalismo y al Consenso de Washington que mantenía la propuesta de la Alianza de Libre Comercio de la Américas (ALCA) como su punto dominante en la agenta económica Latinoamericana.
La propuesta teniendo a los Estados Unidos como centro capitalizador del comercio del hemisferio en la última década del pasado siglo termina descalabrando la unidad de la región entre México, en el norte el tradicional puntal protagónico del sentimiento nacionalista de la región y heredero de la gran revolución agraria de 1917 que termina siendo cooptada en 1994 por el poder económico norteamericano y Brasil, en el sur, heredero de la lengua, cultura portugués y el único imperio americano independiente exitoso durante el XIX permanece indefinido ante el acoso del capitalismo estadounidense. Esta situación lo mueve a convertirse en agente proactivo en Sur América dejando su desconfianza tradicional contra sus países vecinos y en el año 2000 cuando el país festejaba su descubrimiento en 1500, por Portugal, el presidente y prestigioso sociólogo, Fernando Henrique Cardoso del Partido Social Democrático Brasileño (PSDB) aprovecha la oportunidad para invitar a sus homólogos del continente a reunirse en Brasilia y los 12 gobernantes acuerdan por primera vez convertir el continente en una región geoeconómica productiva de sus enormes potencialidades en función de elevar el nivel de vida de sus pobladores. Esta situación experimenta un viraje determinante proclive a la concertación del continente con la llegada de Lula a la presidencia en 2003 quien actuando con la asesoría del prestigioso Itamaraty declara a Sur América como el principal objetivo internacional de Brasil. Durante los siguientes ocho años de los dos periodos presidenciales (2003 – 2010) se convierte en el núcleo central coordinador de la nueva formación socio-histórica continental la cual, aparece a modo de nuevo paradigma latinoamericano impulsada, entre otros por, la interrelación entre Lula y Néstor Kirchner de Argentina para transformar la política de Mercosur en un frente común contra el neoliberalismo y con el presidente Hugo Chávez, de Venezuela, elevando las relaciones binacionales a un nivel estratégico lo que mueve al gobernante venezolano a la afirmación de que ellos dos había hecho más por las relaciones binacionales que tolo lo hecho en la historia de las relaciones entre los dos países. Estas gestiones virtuosas alcanzan su pleamar el 23 de mayo de 2008 cuando se firma el tratado de constitución de “Unasur” en Brasilia y el presidente Lula en su discurso de orden afirma que América del Sur unida movería el juego de poder del mundo y reconocía, “Estamos dejando atrás una larga historia de indiferencias y aislamientos recíprocos. Nuestra América del Sur no será más un mero concepto geográfico, A partir de hoy es una realidad política, económica y social con institucionalidad propia”.
Para desmontar este gran salto de la realidad sudamericana emprendida por los sectores progresistas y coordinada por Lula, los poderosos intereses del neoliberalismo desplazados del poder se agrupan con el propósito de neutralizarlo y sacarlo del juego político. Esto los consiguen a partir de 2016 cuando tomando de referencia el Congreso brasileño actuando bajo la cobertura legal de esa importante institución del Estado , la convierten en el parapeto de sus intereses desde donde lanzan el certero golpe del impiachment como un contundente torpedo que alcanza el nivel de flotación de la presidenta Dilma Rousseff la figura gobernante del lulismo, sacándola del poder y en su onda expansiva, un año después, logra poner a Lula en la cárcel acusado por corrupción por 580 días. Para llegar allí sus enemigos manipulan el argumento de la moral pública a gran escala mediante la politización de la justicia y desplegando una amplia acción inquisitorial denominada “Operación Lavajato” en la cual, toma notoriedad como ajusticiador el magistrado Sergio Moro quien persigue los actos de corrupción ocurridos en Petrobras hasta llegar al supuesto indicio de la malversación de Lula consistente en recibir un lujoso apartamento en las playas de la ciudad de Guaraja, cerca de Sao Paulo. Mientras tanto el certero golpe contra Dilma repercute a nivel regional desarreglando la armonía entre las elites gubernamentales y hace florecer el enfrentamiento entre las tendencias progresistas contra las conservadoras.
En estos últimos años los eventos ocurren como una gran secuencia de incidencias de jugadas estratégicas entre las posiciones políticas en pugna, presentados a modo de un parteaguas entre la vieja y la nueva política creada dentro de la pugna por la inserción en el nuevo orden internacional. Sin embargo, los límites de la política regional aparentan estar regidos todavía por la moral y la definición de la democracia liberal cuando en realidad asistimos a la crisis final de las estructuras sociopolíticas de los estados nacionales sudamericanos vigentes del pasado siglo. Algo importante de destacar en el desarreglo de las relaciones gubernamentales sudamericana de los últimos años fue la actuación y desempeño de la multinacional brasileña Odebreht señalada del peculado brasileño sistemático percibido por las estructuras jurídicas de todos los países del continente, en mayor o menor grado y en algunos casos como en Perú indujo al impactante suicidio el 17 de abril de 2019 del abogado y político Alan García figura prominente del partido Apra y presidente de su país en dos oportunidades. Sin embargo, con agudeza crítica podríamos ver más allá del soborno que usualmente todas las multinacionales practican en la región lo sobresaliente en el caso de Odebrecht es el grado evolutivo del capitalismo brasileño, su incidencia en la región y su rechazo por las fuerzas conservadoras en los países sudamericanos.
Actualmente, como es del dominio público, Lula enfrentado la situación con entereza y gran habilidad política ha logrado revertir la enorme campaña en su contra y aparece en todas las encuestas electorales de su país con la primera opción para ganar la presidencia de la república. En esta oportunidad reformula su imagen para aparecer como el adalid defensor de la democracia amenazada por el fascismo encarnado en Bolsonaro, su candidato opositor, quien cuando dice “Brasil por encima de todo” lo hace para despotricar de los países vecinos por no aceptar la vía de salvación del capitalismo. La candidatura de Lula aparece acompañada con la del presidente Geraldo Alckmin un respetado político social-demócrata, gobernador del Estado de Sao Paulo por el PSDB entre 2011 y 2018, antes su adversario político y en estas elecciones aparecen unidos todas las tendencias de izquierda superando sus desavenencias fortaleciendo con otros sectores el pacto civil democrático. En tal sentido, de concretarse el triunfo electoral de Lula además de intentar una recuperación económica inclusiva en Brasil se abrirían las posibilidades para que nuestro continente unido “mueva el juego del poder mundial” mediante una toma de conciencia de su espacio histórico y sobre la verdadera base de la riqueza sudamericana consistente en la producción resultante del trabajo humano de sus pobladores y del empleo inteligente de sus ingentes recursos naturales