Sara es una castañera que cuida su concesión de bosque otorgada para la recolección de castañas en Madre de Dios. Ella usa drones y los maneja con destreza para monitorear que no haya actividades ilícitas en el bosque. Jorge, mirando su teléfono, sabe si hay intrusiones de mineros ilegales en su comunidad en San Martín. El recibe alertas a través de un app que le avisa a tiempo casi real cuando hay indicios de perturbaciones en el bosque, identificadas por satélites que dan la vuelta al mundo varias veces al día. Un foco de calor detectado por estos medios tecnológicos, producto de un incendio forestal, es inmediatamente ubicado por los funcionarios del SERNANP para enviar una brigada de guardaparques bomberos para apagarlos antes que dañen los bosques del Santuario histórico Machu Picchu. Unos diminutos micrófonos instalados en la copa de los árboles avisan a los custodios del bosque de la presencia de motosierras y cazadores ilegales. Estos son solo algunos de los ejemplos de cómo hoy, y en el Perú, se usa la tecnología para proteger los bosques de nuestra Amazonía.
Los avances tecnológicos para la conservación e investigación son impresionantes, al punto que, por ejemplo, con solo analizar el contenido de una taza de agua de un río, se puede saber no solo cuántas especies de peces hay, sino también de su estado de conservación. Parece ciencia ficción, pero no lo es. Hay docenas de satélites -algunos del tamaño de una caja de zapatos, midiendo la deforestación, cuantificando los impactos de la construcción de carreteras, la presencia de minería ilegal en comunidades y áreas protegidas, el avance de los menonitas en Ucayali y Loreto, e inclusive de los niveles de fijación de carbono en el suelo para mitigar el cambio climático. El Ministerio del Ambiente usa esta información para medir la deforestación, y la eficacia de las áreas protegidas y la de sus programas, y también para cumplir con nuestros compromisos internacionales relacionados.
Ahora, ¿puede la tecnología sola detener la deforestación en la Amazonía? Definitivamente no, pero al paso que va, la tecnología se está convirtiendo en una herramienta indispensable para lograrlo. La información es cada vez más precisa y sofisticada, pero si esta no logra articularse con acciones en el campo, de la fiscalía, de las instancias policiales, de los custodios forestales, de los interesados en cuidar sus bosques, y más que nada, si no orienta las políticas nacionales de protección ambiental, seguiremos siendo dedicados documentadores de desastres ambientales y testigos de la continua degradación de nuestros recursos naturales.
Esta lucha por proteger los bosques se está realizando desde varios frentes y para ello tanto el Ministerio del Ambiente y el de Desarrollo Agrario y Riego están activos para ponerse a la par con los avances tecnológicos. Aunque aún lejos de lograr su objetivo (las tasas de deforestación siguen muy altas), el Perú ha asumido una posición de liderazgo a nivel amazónico en ese intento de articulación. La problemática es compleja, que incluye no solo políticas insuficientes, si no de incentivos perversos para la deforestación, de una fuerte debilidad institucional a nivel nacional y regional de aquellos responsables, de presupuestos limitados, además de una rampante corrupción en algunas entidades de gobierno encargadas de proteger los bosques a nivel local y regional.