
La invasión de Ucrania por parte de Rusia comenzó hace ya ocho meses, y las economías occidentales están sufriendo cada día más sus consecuencias. A la incertidumbre propia de un conflicto bélico se suma el uso de la energía como arma de guerra, y todo ello exacerba los problemas que ya se venían arrastrando de meses atrás, como el crecimiento de la inflación o los altos niveles de endeudamiento público y privado. Ninguna de estas cuestiones es susceptible de ser resuelta en el corto plazo, por lo que el Fondo Monetario Internacional calcula que la mitad de las economías de la eurozona entrarán en recesión a lo largo de este invierno.
En su nuevo informe de perspectivas económicas para Europa, titulado ‘La niebla de la guerra nubla la perspectiva europea’, el FMI da por seguro que Alemania e Italia entrarán en recesión al terminar el último trimestre del año y mantendrán el crecimiento negativo al menos hasta marzo, mientras Croacia, Polonia y Rumanía también experimentarán “recesiones técnicas en la segunda mitad del 2022”. En conjunto, el organismo internacional prevé que las economías europeas avanzadas crezcan tan solo un 0,6% en 2023 (0,7 puntos menos de lo estimado en su informe de julio).
En este sentido, el director del Departamento para Europa del FMI, Alfred Kammer, ha resumido las cifras subrayando que “este invierno, más de la mitad de los países de la eurozona experimentarán recesiones técnicas, con al menos dos trimestres consecutivos de reducción de la producción”. A ellas se sumarán Croacia, Polonia y Rumanía, con retrocesos aún más pronunciados. “El próximo año, la producción y los ingresos de Europa estarán cerda de medio billón de euros por debajo de las previsiones del FMI anteriores a la guerra, una cruda ilustración de las graves pérdidas económicas del continente a causa de la guerra”, incide Kammer.

El mercado laboral confronta la incertidumbre con 103.499 afiliados más y 27.027 parados menos
Para alcanzar estas previsiones, el Fondo da por supuesto que la guerra continuará; que las sanciones a Rusia seguirán vigentes y sus exportaciones de gas a Europa permanecerán un 85% por debajo de lo habitual; que el precio de la energía y las materias primas sería alto y volátil; que la caída de la demanda aliviará las disrupciones en la cadena de suministro; que la pandemia y sus consecuencias económicas irán a menos en el Viejo Continente; y que seguirán las subidas de tipos del BCE en los próximos meses.
A este respecto, Kammer cree que la inflación seguirá muy por encima del objetivo habitual del 2% – del 6,2% para las economías avanzadas y del 11,8 para las emergentes, según el informe -, ralentizando el crecimiento. Y considera que, aunque Europa se ha pertrechado oportunamente rellenando sus reservas de gas, un corte de suministro mayor del esperado o un invierno duro podría traducirse en “cortes de energía, racionamiento y pérdidas del PIB superiores al 3% en algunas economías del este y el centro de Europa”.
Pero ahí no queda todo. El director del Departamento para Europa recuerda que la inflación podría permanecer a niveles altos aunque mejore la situación energética, dado que “la mayor parte de la subida de la inflación es fruto del alto precio de las materias primas“, lo que incluye la alimentación, especialmente en la zona de los Balcanes.
Y todo ello tendrá su traducción en la ciudadanía, como advierte el documento: “Las tensiones sociales pueden intensificarse en respuesta a la crisis del costo de la vida, lo que resultará en una postura fiscal expansiva que podría obligar a los bancos centrales a endurecer aún más la política monetaria”, entrando en un bucle de difícil salida.
“Finalmente, la implementación constante de reformas que mejoren la productividad, alivie las restricciones de suministro en energía y el mercado laboral, y expandir la capacidad económica – incluyendo la aceleración de la implementación de los programas Next Generation EU – siguen siendo esenciales para aumentar el crecimiento y aliviar las presiones sobre los precios en el medio plazo, al tiempo que se garantiza la seguridad energética, acelera la transición verde y contrarresta tendencias demográficas adversas”, recomienda el FMI.
Las sanciones a Rusia apenas surten efecto
El informe del FMI pone de manifiesto el escaso efecto que las sanciones internacionales están teniendo sobre la economía rusa. “Se estima ahora que el PIB de Rusia caerá un 3,4% en 2022, que es cerca de la mitad de la contracción esperada inicialmente”, reza el documento. El texto explica que el país liderado por Vladimir Putin ha conseguido paliar buena parte de los efectos perniciosos de las sanciones redirigiendo sus ventas de petróleo hacia terceros países, manteniendo los niveles de empleo gracias al peso del sector público, abandonando la disciplina fiscal y logrando la apreciación del rublo.
Pese a ello, el FMI sí cree que habrá un efecto negativo en el medio plazo sobre la economía rusa, aunque no se atreven a cuantificarlo: “Un gran éxodo de multinacionales, la pérdida de capital humano, el aislamiento de los mercados financieros globales, un acceso complicado al conocimiento y las tecnologías avanzadas obstaculizarán la economía rusa en el medio plazo”.
Por el contrario, Ucrania sufrirá un castigo descomunal a todos los niveles. El Fondo recuerda que, a la pérdida de vidas como consecuencia del conflicto, hay que sumar “más de 7,5 millones de ucranianos que han dejado el país, y un número similar se ha mudado dentro del país”. El organismo internacional estima que el PIB nacional cayó un 15,1% interanual en el primer trimestre y un 37,2% en el segundo, y marca sus previsiones para el conjunto del año con un retroceso del 35%. Los fuertes descensos en exportaciones e importaciones, y el incremento del déficit fiscal son solo algunas de las terribles consecuencias económicas que está dejando la invasión rusa.
Fuente: El Economista