De acuerdo con los periodistas del equipo de investigación Bellingcat, las tropas estadounidenses revelaron accidentalmente los nombres de las bases que disponían de las armas nucleares y, en algunos casos, los espacios exactos en los que se almacenaban, las posiciones de las cámaras de seguridad, la frecuencia con la que se patrullaban, los códigos secretos, contraseñas, información sobre sensores y sistemas de radar y otros diseños de seguridad local.

Los soldados utilizaron aplicaciones de estudio y tarjetas de memoria comunes como Chegg, Cram y Quizlet, pero aparentemente se olvidaron de cambiar la configuración de las aplicaciones de pública a privada, por lo que toda la información acabó en dominio público en internet, explica el investigador Foeke Postma, de Bellingcat.

Algunos de los mismos soldados aparentemente dejaban sus nombres completos e incluso las fotos del perfil, las mismas que habían usado en sus cuentas de LinkedIn, lo que facilitó su localización.

Postma afirma que pudo averiguar gran parte de esta información simplemente buscando en Google términos y acrónimos oficiales asociados con el programa de armas nucleares de EEUU. Así, encontró los datos sobre las bases militares Volkel, en los Países Bajos; Aviano y Ghedi, en Italia; la base turca de Incirlik, la alemana Buechel y la belga Kleine Brogel, entre otras.Las fuerzas armadas estadounidenses o europeas nunca confirmaron ni desmintieron dicha información, por lo que se desconoce si Bellingcat está en lo cierto, aunque sí hubo muchos rumores sobre ellas.

Debido a las posibles implicaciones en torno a la seguridad pública, antes de la publicación de su estudio Bellingcat se puso en contacto con la OTAN, el Comando Europeo de EEUU (EUCOM), el Departamento de Defensa de EEUU y el Ministerio de Defensa de los Países Bajos. Desde entonces, las tarjetas de memoria asociadas con estas filtraciones han sido eliminadas, aunque algunas siguen disponibles en el archivo Wayback Machine.

Un portavoz de la Fuerza Aérea de EEUU, a su vez, confirmó que estaban al tanto de que sus soldados usaban este tipo de aplicaciones, pero se negó a hablar sobre los protocolos de seguridad.

Los autores del estudio opinan que a raíz de este hallazgo los funcionarios del Gobierno estadounidense no deberían hacer uso de aplicaciones públicas. Se preguntan cómo pudo ser posible que no hubiera algún tipo de aplicación de estudio emitida oficialmente con encriptación de grado militar.