¿Cómo un grupo religioso, casi marginal, se convirtió en una fuerza política y en un movimiento colonizador de consecuencias poco conocidas?
Esta investigación fue producida en alianza con la Red de Investigación de Bosques Tropicales (Rainforest Investigations Network) del Pulitzer Center.
Hace más de 50 años, en la selva central del Perú, un hombre llamado Ezequiel Ataucusi Gamonal fundó uno de los nuevos movimientos religiosos más importantes de Sudamérica. Su doctrina de fe, basada en un profundo sincretismo entre la tradición incaica, andina, así como la fe cristiana, ha sido abrazada por personas en el Perú, pero también se ha extendido a países como Colombia, Bolivia, Brasil, Argentina, Paraguay, Costa Rica y Estados Unidos. Incluso hay grupos en algunos países de Europa, como España.
La Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal, fundada en 1968 por Ezequiel Ataucusi Gamonal, agrupa a miles de personas. Según uno de sus pastores en Ucayali y la investigación de LaMula.pe podrían superar las 100,000 almas. Sus miembros, que se hacen llamar “congregados”, son hombres y mujeres que han adaptado sus formas de vivir, de vestir, de trabajar, a un credo basado en las enseñanzas y órdenes de su profeta y fundador.
Entre sus profecías, Ataucusi anunció grandes cambios para el mundo. Habló de que el sol se acercaría a la Tierra, que eso aumentaría el calor causando una gran sequía y posteriormente, 7 años de gran hambruna. Para ese entonces, los congregados deberían haber ocupado lugares aislados del mundo dedicándose a labores agrarias, de manera que pudieran soportar ese crítico período.
Así, Ezequiel Ataucusi ordenó a sus fieles que se dirigieran a la nueva “tierra prometida”, en la selva amazónica peruana. También, que llevaran el mensaje divino del profeta a los cuatro confines de la tierra. Los israelitas de Ezequiel Ataucusi son, de acuerdo a su doctrina, el nuevo y real pueblo elegido, como antes lo fueron el pueblo de Israel en Asia y los Incas en Perú.
Bajo esa orden, los congregados se han ido desplazando desde la costa y sierra peruana hacia la selva, cruzando muchas veces las fronteras del Perú. Los procesos de ocupación y cambio de uso de las tierras boscosas por parte de los Israelitas, a quienes también llaman “los Ataucusi”, han sido pocas veces violentos, pero más de medio siglo después del inicio de su colonización de la Amazonía y veinte años luego de la muerte del profeta, comprobamos que la migración hacia la selva peruana no se ha detenido.
La Tierra Prometida
“La Tierra Prometida está en la selva”, dice don Albino Ramos, un pastor israelita peruano, que vive en Iparía, al pie de una cordillera selvática que colonizaron hace más de 30 años. Albino, al hablar de Ezequiel Ataucusi, su Maestro, muestra un brillo en la mirada que no se ha apagado en sus más de 70 años. Albino Ramos es uno de los fundadores de Santa Cecilia, una colonia ubicada en Ucayali, en la selva centro oriental del Perú.
“Él nos ha dicho dejen la pobreza, abandonen a los patrones, vamos a donde está la tierra fértil, la tierra de salvación, a prepararnos para la gran venida de Dios”, dice Albino. Sentado en su pequeña ferretería, el hombre de barba y bigotes blancos y espesos cuenta que nació en Andamarca, en los Andes del Perú, pero lo dejó todo para asentarse en las montañas boscosas de Ucayali, en la Tierra Prometida.
Como Albino, decenas, cientos de personas, se vieron inspiradas por Ataucusi. En el año 1964, es que Ezequiel Ataucusi inicia su propio esfuerzo para colonizar la Amazonía Peruana. Aunque los primeros intentos resultaron en fracasos o proyectos de muy corta duración, la fe y el empeño de los colonizadores fue creciendo. Ezequiel, ya por el año 1968 tenía una base de fieles bastante fuerte en Lima, capital del Perú, ubicada en las orillas desérticas del Océano Pacífico. Por esas mismas épocas, la migración andina hacia las ciudades costeras, especialmente a Lima, era muy intensa. Ataucusi vio en ese grupo a los perfectos candidatos para unirse a su movimiento.
El mensaje de Ezequiel Ataucusi, un orador de gran carisma, estudioso e intérprete de la biblia, era poderoso. En una época en la cual la propiedad de las tierras estaba concentrada en unas pocas familias poderosas y sus empresas, Ezequiel promovía la conquista de nuevas tierras, de supuesta gran fertilidad, en las que la novísima iglesia garantizaba un trabajo mancomunado y sin patrones explotadores. Migrantes andinos, pobres y desarraigados, vieron en los cultos israelitas un lugar de refugio, un grupo al cual pertenecer y una nueva fe que ponía a los agricultores, a los pobres, en el centro de la salvación.
Pero la historia personal de Ezequiel Ataucusi, la mitología creada a su alrededor, es también poderosa. En 1958, Ataucusi fundó la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal (AEMINPU). La asociación fue inscrita legalmente en 1968, poco después de que iniciara la dictadura del General Juan Velasco Alvarado, recordado, entre otras cosas, por emprender una profunda reforma agraria, indispensable en un país donde el latifundismo y la explotación del campesinado eran comunes.
Ezequiel Ataucusi, nacido en 1918, pasó por varias religiones antes de fundar la suya. Su credo tuvo como inspiración su paso por el catolicismo, el adventismo y el pentecostalismo. Sus experiencias religiosas, según su propio testimonio, se remontan a cuando tenía nueve años. A esa edad supuestamente empezó a percibir señales de un diálogo con Dios, quien lo guía e instruye en un camino de revelaciones. En otro episodio, a los 16 años, mientras estaba nadando en un río en su Arequipa natal, en la sierra sur del Perú, está a punto de ahogarse y un pez gigante lo auxilia y lo lleva hacia la rivera. En su cama, por las noches, presencia la aparición de una estrella que lo ilumina y reaparece cada mes.
Luego de ser soldado, minero, comerciante y obrero, Ezequiel Ataucusi migra hacia la sierra central, a Junín. Allí, ocurre otro hecho importante. Convertido en zapatero, un cliente adventista deja en su negocio una biblia. Guiado por un impulso abre el libro y encuentra una cita que lo cambió, como dice el testimonio de uno de sus seguidores:
Ezequiel abrió la Biblia una vez y vio que su forma de vida estaba condenada. Otra vez abrió la Biblia y vio que la humanidad estaba condenada. La tercera vez que la abrió vio que Dios declaraba que aunque sus pecados eran como la arena de la playa, a causa de su nombre, Dios decía “Yo te perdonaré y te limpiaré de tus pecados”. Ezequiel entonces se quebrantó y lloró.
Entre sus 30 y 40 años de edad, luego de su paso por el adventismo, Ataucusi empezó a crear un culto propio, que atrajo seguidores que desertaron de otros movimientos, como el mismo adventismo.
Más específicamente, en 1955, Ezequiel recibió en sueños mensajes de que debía viajar desde la ciudad de Tarma, en la sierra central del Perú, hacia Sanchirio Palomar, una de las rutas de entrada a la Amazonía, a unos 90 kilómetros de allí. En Sanchirio Palomar, Ezequiel Ataucusi habría recibido el “llamado divino”. En este llamado le encargaron la misión de evangelizar a la humanidad, conducir a los fieles hacia un nuevo pacto con Jehová (Dios) creando un renovado pueblo elegido, el nuevo pueblo de Israel.
Para finales de los 50, el profeta dijo que Dios le anunció que la Tierra Prometida estaba en la Amazonía y que el momento del fin del mundo se acercaba. También habría recibido de Dios los 10 mandamientos, pero explicados nuevamente para su fiel cumplimiento.
Por eso, Dios le anunció que los creyentes debían aislarse en la selva, en sitios alejados, para prepararse labrando la tierra y criando ganado. Así, se organizaron los primeros asentamientos israelitas. El proceso de colonización de la Amazonía se había empezado a gestar.
En los 60, en los inicios del movimiento israelita, Ezequiel Ataucusi mostró sus dotes de orador persuasivo, carismático y que le hablaba a la gente con sencillez sobre temas religiosos, usando ejemplos de la vida diaria de los agricultores. En ese tiempo creó algunos de los rasgos distintivos del movimiento que se mantienen hasta hoy: empezó a usar túnicas, pelo y barba larga, sandalias y otras prendas, a la usanza de los personajes bíblicos.
La ruptura con el catolicismo fue completa. Empezó a señalar a los católicos como traidores de las sagradas enseñanzas. En más de una ocasión fue a predicar a una iglesia adventista, despertando los celos de los pastores locales, quienes con falsas acusaciones logran que se le aprese. A lo largo de su vida, Ataucusi fue a la cárcel varias veces, acusado de delitos como alborotador, usurpador de tierras o violador. Pero siempre fue encontrado inocente.
Sus hagiógrafos —por ejemplo, el antropólogo Juan Ossio— dicen que las denuncias posiblemente tuvieron que ver con celos de pastores que perdían poder e importancia y por pugnas de poder dentro de su propio movimiento. Eso mismo es señalado por Ataucusi en repetidas entrevistas que le hicieron investigadores interesados en el movimiento religioso.
La primera de las colonias israelitas se fundó aproximadamente en 1964, en la zona de Alto Paucartambo, la parte selvática de Junín, a unos 300 km de la ciudad de Lima, en la selva central del Perú. Se llamó “Piñaplás Tierra Canaán de Palestina”. Pero la primera aventura colonizadora duró poco. Esta terminó con un enfrentamiento violento con una empresa maderera, por lo que los colonos se vieron forzados a reasentarse en la localidad de Boca Samaya.
Luego de fundar Boca Samaya, a lo largo de los años 60 y 70, se crearon más colonias: Presbe, Guacamayo – Orellana (Pasco), Puerto Sira (Huánuco), Puerto Sibonia, Santa Anita (Pasco), Honoria (Huánuco) y Antigua Honoria (Huánuco). Todas se fundaron en la Amazonía central peruana. En otros puntos del Perú, colonias más modestas se iban fundando, abriendo paso a otros colonos. Desde esas épocas hasta la actualidad los israelitas siguen siendo punta de lanza para la colonización de la Amazonía peruana.
La ocupación de territorios selváticos para fundar colonias atrajo la atención de la prensa que acusaba a Ataucusi de farsante y estafador. Para el año 1980, con el regreso de la democracia al Perú, Ezequiel Ataucusi ya tenía una numerosa y fiel feligresía. Los “congregados” sumaban ya varios miles y sus colonias tenían la capacidad de producir alimentos que la AEMINPU distribuía entre la población de menores recursos. La estrategia para captar más fieles era muy efectiva. Sin embargo, Ataucusi sabía que su proyecto religioso era difícil de alcanzar sin un acercamiento al poder político. Así, ofrece un importante lote de alimentos al recientemente electo presidente Alan García Pérez, del Partido Aprista, para que sea distribuido en actividades del gobierno, como las ferias populares. Pero García, rechazó el regalo.
Ataucusi tomó el desplante como el impulso que le faltaba para dar un siguiente gran paso: la formación del Frente Popular Agrario FIA del Perú, el FREPAP. Efectivamente, las críticas de la prensa lo fueron convenciendo de que una carrera política era indispensable para el manejo de la opinión pública y la consolidación de su “misión divina”. Por eso se lanzó tres veces a la Presidencia de la República. Nunca tuvo éxito en esa empresa, pero le dio a Ataucusi y al FREPAP una notoriedad nacional, más allá de sus fieles. Entrevistas en medios lo interrogaban sobre sus planes de gobierno. Ezequiel Ataucusi planteaba la dirección divina, una teocracia, y el desarrollo económico con el “agropoder”.
En el año 2000, cuarenta años después de fundar las primeras colonias, Ezequiel Ataucusi Gamonal, el profeta que dijo que iba a resucitar al tercer día, murió en Lima. Su funeral, cuando no ocurrió su esperada resurrección, costó más de 200,000 dólares, costo que incluyó joyas y una corona de oro y piedras preciosas con la que fue enterrado en un mausoleo construido en tiempo récord. El mausoleo se ubica en el local central del movimiento, en La Molina, casi en las afueras de Lima.
Hasta ese momento, la AEMINPU había sumado 36 colonias amazónicas, un capital no determinado en bienes inmuebles pero que se estimaba en 50 millones de dólares y una feligresía que habría alcanzado 200 mil personas en su mejor momento. Su heredero e hijo menor, Jonás Ataucusi Molina, dirige ahora la iglesia y el FREPAP. Sin el carisma y la oratoria del padre, se pensaba que el movimiento tendría una corta agonía. Más de 20 años después, el FREPAP sigue siendo una fuerza política importante en algunas regiones y las migraciones hacia la Amazonía no se han detenido.
El Camino a la Selva
La migración desde las ciudades costeras y desde la sierra peruana hacia la Amazonía es un mandato para los israelitas, ordenado por el mensaje de su profeta. Florencio Camacho Limaco emigró del Perú a inicios de los años 90. Su rechazo al entonces presidente Alberto Fujimori y su política económica, lo obligó a viajar a Argentina y luego a la frontera entre Paraguay y Brasil. Durante años, solo y con una salud endeble, Florencio la pasó mal, hasta que conoció a un paisano que lo acogió y lo llevó a un templo israelita. En medio de otros peruanos, migrantes como él, Florencio se reencontró con parte de su patria y agradeció el milagro de hallarse, de repente, rodeado de connacionales y amigos. Entonces, la fe en Ezequiel y su doctrina se hizo férrea.
Para el 2006, Florencio, ya había retornado a Lima y vivía en el distrito de Magdalena. Allí se entregó completamente al culto y vendió todos sus bienes para emprender su camino a la capital israelita anunciada por el profeta Ezequiel. Su destino: la triple frontera entre Perú, Brasil y Colombia. Con la barba y el pelo largo, canoso, cansado, pero con una sonrisa enorme, Florencio cuenta cómo tomó la decisión:
“Yo he escuchado al Profeta Ezequiel… en sueños me ha hablado y me ha dicho que yo debo ser salvo. Para eso, debía mudarme acá a Caballococha y reunirme con los demás congregados para fortalecer nuestra tierra. Acá está Alto Monte de Israel, la capital que el propio profeta fundó… es un lugar sagrado para nosotros…” Florencio prosigue: “el señor Jonás (Ataucusi) también me habló en un sueño. Me ha dicho que Él es el verdadero guía hacia la salvación. Él me dijo que la verdad la hallaría en mi viaje y así ha sido. La salvación se nos va dar…”
Maribel Vargas, una varona -es así como los congregados llaman a las mujeres israelitas- emigró desde la región San Martín, en el norte del Perú, para seguir también el deseo del Profeta Ataucusi, en el año 2001. En su peregrinar, acompañada por dos de sus hijos, Maribel retomó la agricultura en Alto Monte de Israel. Ella había abandonado las labores del campo por el terrorismo que asoló San Martín y todo el Perú por más de 20 años. “El señor Ezequiel así nos había dicho, que es nuestra salvación estar acá, para vivir lejos del pecado, que debíamos prepararnos para que se cumplan las profecías que él ha dicho”.
Maribel viste como rigen las normas israelitas. La cabeza cubierta por un pañuelo, ocultando su largo cabello entrecano. Falda larga de color azul. No usa maquillaje que oculte su tez cetrina. Su hablar es sencillo, pero no pronuncia palabras sin pensar. Sus ojos recorren todo el lugar donde conversamos y observa al detalle lo que escribo, pero no quiere ser fotografiada.
Alto Monte de Israel se fundó en 1995, bajo las órdenes y la dirección del mismo Ezequiel Ataucusi. Él personalmente dirigió las obras y negoció con el Gobierno Regional de Loreto, la región más grande del Perú, totalmente cubierta de bosques amazónicos, para la adjudicación de los terrenos. En muy poco tiempo, el Proyecto Especial de Titulación de Tierras – PETT del Ministerio de Agricultura les tituló a los colonos israelitas alrededor de 5,000 hectáreas. Alto Monte de Israel, políticamente, pertenece al distrito de San Pablo, provincia de Ramón Castilla, en Loreto. Se encuentra ubicada en la margen derecha del río Amazonas, a unos 400 km de la ciudad de Iquitos y solo se accede por vía fluvial.
La rápida titulación de las tierras generó que entre los años 1996 y 1998 la colonización fuese masiva. Numerosas embarcaciones fluviales llegaron desde los ríos Marañón (Yurimaguas) y Ucayali (Pucallpa), repletas de familias israelitas, la mayoría de origen andino. Para 1999 la población de Alto Monte alcanzó unos 5000 habitantes y ya ocupaban unas 10,000 hectáreas.
Paralelamente y durante los siguientes años, las colonias israelitas fueron creciendo en la zona, con la llegada de congregados de antiguas colonias de otras regiones del Perú, la mayoría de la zona central y norte del país. La llegada de nuevos congregados tiene que ver no solo con la orden del Profeta Ezequiel. Según Dora, varona de la antigua colonia Nazareth, ubicada también en Loreto, pero en la Provincia de Alto Amazonas, muy alejada de la triple frontera, la migración se dio porque la tierra, con los años, dejó de producir.
“Muchos se han ido de acá, casi todos desde el 2000. Acá la tierra ya no tiene fuerza, entonces mejor vamos a buscar las mejores tierras que el Profeta Ezequiel ha dicho que están por Alto Monte… Yo no me he ido porque acá tengo ya mi negocito y mis hijos mayores están estudiando en Yurimaguas. Vieja también estoy…” dice Dora, mientras sus arrugas se marcan aún más con una media sonrisa. Nos acabamos una botella de agua apenas fresca, ya que en Nazareth no hay electricidad. Lo que se observa en la ruta son campos deforestados, apenas un poco de ganado flaco y cultivos raquíticos a los lados del terral alargado que es la única trocha de acceso.
En Ucayali, los vecinos de don Albino Ramos, asentados en otra colonia israelita llamada Jerusalem, emigraron a la provincia de Mariscal Castilla, en Loreto, alrededor del año 2010. En un solo movimiento, casi la totalidad de la población, que durante 9 años había tenido problemas para obtener los títulos de propiedad de sus tierras, decidieron una vez más venderlo todo y migrar. Solo un par de los colonos originales permanecen en la zona.
En Colombia, donde también se ubica un grupo importante de congregados israelitas, la migración hacia la frontera también se ha dado. Los israelitas llegaron cerca de 1994 a Colombia e inmediatamente empezaron su labor misionera en el Cauca.
Las familias colombianas que han migrado internamente son en muchos casos desplazados por la violencia interna del país y gente que salía por ejemplo del valle del Cauca, alejándose del narcotráfico. Las colonias se han establecido también en las zonas fronterizas del sur de Colombia. Una de ellas era, por ejemplo, León de Judá, cercana a Leticia, y Puerto Ezequiel, en el lado colombiano del río Putumayo, frontera con el Perú.
En una segunda parte del reportaje, abordaremos otros aspectos de este grupo religioso y sus vinculaciones con actividades ilegales y políticos locales y nacionales.
Fuente: La Mula