Francisco Durand, un valiente como pocos, se ha despedido. Un hombre que desnudó al contubernio de poderes y en más de un libro, entrevista, artículo, etc. supo explicar el nudo de poder que sigue vigente en Perú. Un hombre de método y rigor, pero también de ternura. De la mejor ternura, la revolucionaria. La ternura que transforma y, por lo mismo, es la que mejor abraza en un país como el Perú. Nos hará más falta hoy que ayer.
Durand supo hablar firme y fuerte para explicar las relaciones entre el poder empresarial, el poder económico, el poder político y el poder mediático. Aprendí de él (y no se lo dije lo suficiente) que ‘poder’ no es una palabra banal. Que el poder no es tampoco una palabra en singular. Que el poder es necesariamente la articulación de muchos poderes. Que cuando hablamos de “separación de poderes” en el Perú estamos mintiendo o predicando a una ilusión que ese mismo contubernio de poderes nos ha querido hacer creer que existe. Aprendí también que ganar elecciones no significa tampoco tener EL poder.
Lo confirmamos con ese Humala que fue doblegado por los poderes y traicionó por dicha presión -y anhelando irresponsablemente ese aplauso- sus promesas y a su gente. Lo comprobamos notoriamente tras el periodo de Pedro Castillo a quien ese nudo del poder peruano se encargó de recordarle que ganar en las urnas no significa realmente tener poder en el Perú. Y lo comprobamos también hoy cuando vemos la dictadura que cogobiernan ese poder económico, empresarial, político y mediático que Durand ya había anticipado con valentía y precisión.
La realidad se repite recrudecida, pero no es original en el guión. Lo que hoy Perú padece es exactamente aquello que se consumó durante la dictadura fujimontesinista donde el poder empresarial y económico fue alfil clave para sellar el pacto. Y por eso su defensa constante de la candidatura de Keiko Fujimori no es una defensa política ni siquiera ideológica en términos principistas, sino en defensa de su pacto de impunidad y beneficios y privilegios para ellos. Por eso es Keiko Fujimori un día, PPK después o Dina Boluarte al día siguiente. Porque es el pacto y el modelo el que ese contubernio de poderes defiende y no a quienes los abanderan que son circunstanciales y útiles eventualmente.
Esa es la motivación detrás de cada portada del Grupo El Comercio avalando cuanto discurso terruqueador sea posible. Esa es la motivación por la cual la Confiep no ha lamentado ni una sola muerte por la represión de Boluarte, pero estuvo muy activa durante todo el gobierno de Castillo disfrazándose de gremio que lucha contra la corrupción. Esa es la motivación por la cual los empresarios y banqueros tan ávidos a hablar de las desgracias económicas que nunca aciertan pero repiten igual cada vez que hay un candidato incómodo, hoy callan. Esa es la razón por la cual durante la campaña el poder mediático pone todas sus apuestas en una candidatura de manera explícita y renunciando a hacer periodismo, pero tras las elecciones se reciclan con nuevos rostros, nuevos columnistas, nuevos periodistas y nuevos nombres de programas televisivos para limpiar esa vergonzosa acción lobbysta electoral. El motivo es siempre uno: sostener el pacto entre poderes que garantizan así nunca dejar de gobernar. Porque ese nudo de poder en el Perú hasta cuando pierde las elecciones, las gana. Hoy lo estamos viendo claramente.
De todo esto hablaba ya hace mucho Francisco Durand. Sobre todo esto nos enseñaba. Apuntaba al nudo y no a la superficie. Articulaba los intereses y nos mostraba la foto completa al hablar de la arquitectura del poder en el Perú y no solo de casos aislados, porque no eran ni son casos aislados, sujetos aislados, intereses individuales. El nudo, el contubernio, el pacto. O, lo que he definido en este espacio como Dictadura Cogobernada. A fin de cuentas estamos hablando de eso mismo.
Hoy que a Francisco se le recordará mucho, he querido hacerlo así. Recordando lo que nos ha entregado. El valioso aporte que nos ha dado y que excede muy de lejos lo que ya es difícil de exceder: su capacidad de debate, su cariño para los amigos, sus aplausos y reconocimientos sinceros cuando algo que habías señalado le parecía pertinente y útil. Me quedo con eso, con las conversaciones largas en algún espacio colectivo, el pollito a la brasa que acompañábamos con una guarnición de reflexión política y otra adicional de reflexión económica. Con la sonrisa honesta, el “vuelve pronto, Laura” y las mil lecciones que todavía no he terminado de aprender.
A Durand hay que recordarlo porque es uno de los pensadores más vigentes y lúcidos en Perú. Y muy subvalorado. Es de los grandes sobre quien podemos decir “tenía razón”. Porque la tiene. Esta dictadura lamentable se la da a cada hora que pasa. Cuanta falta nos vas a hacer, Francisco.
Y por eso les comparto este fragmento de su habitual lucidez narrando exactamente eso que no debemos perder de vista hoy que algunos nos dicen que un adelanto electoral lo resuelve todo sin entender que el problema tiene que ver con la arquitectura de poder del país y, por lo mismo, su democratización es un paso fundamental para cambiar de verdad las cosas y salir de la crisis sistémica. Aquí, Durand, hace un repaso de este nudo de poder peruano, su directa relación con la dictadura fujimontesinista y, por tanto, revela mucho de lo que hoy se mueve tras las bambalinas de una dictadura cogobernada por estos mismos.
Les dejo este fragmento del recomendable documental “Su nombre es Fujimori”, del también maravilloso y querido luchador Fernando Vílchez. Para recordar bien a Francisco hay que leerlo, verlo, oírlo y, sobre todo, tomar nota para incorporar estos valiosos aportes a la lectura del hoy. Vuela alto, querido.