El exministro de Economía y docente de PUCP aseguró que la desigualdad social es un fenónemo que se ha ido acrecentando y repercutiendo en los diferentes sectores del país. Es por ello que Francke apoya la idea de una reforma económica, es decir, un impuesto a la riqueza dirigidas a las grandes empresas. “Los bancos sí nos cobran intereses y no nos perdonan un día por nada”.
A raíz del World Inequality Report 2022, que nos coloca en el podio de los países más desiguales del mundo según un análisis de Latinometrics, el exministro de Economía Pedro Francke discierne sobre los factores que agigantan las brechas entre peruanos, en medio de un sistema que no ha logrado asegurar una calidad de vida justa para todos.
— ¿Cómo entender la desigualdad?
La desigualdad tiene múltiples dimensiones. La desigualdad de ingresos es muy usada por los economistas: cuánto es tu sueldo y utilidades ganadas. Otra variable es la desigualdad de riqueza: cuánto acumulaste, aunque aquí hay una paradoja.
— ¿Por qué una paradoja?
Por ejemplo, Google ha perdido la última semana una brutal cantidad de dinero al igual que Elon Musk con Twitter, pero siguen siendo billonarios. Entonces qué importa el flujo de ingresos o menor valor de sus activos si tienen tanto dinero. Medir con precisión es difícil porque los más ricos esconden su riqueza. El investigador Gabriel Zucman ha reflejado en los últimos años que se esconden en los paraísos fiscales, como se ha visto en el Perú y otras partes. Esta información es parcial, incompleta y no individualizada. Cuánto dinero de empresas peruanas hay en los paraísos fiscales no sabemos. Vimos algunos casos en los Panama Papers, pero no tenemos una medición precisa.
— Independientemente del debate técnico, ¿qué factores debemos ver?
En vez de reducirlo a si subió o bajó, creo que sí hay indicadores que muestran la concentración de la riqueza. Lo más importante es entender que existe una fuerte desigualdad en el Perú no solo económica, sino en salud, educación y oportunidades. La pandemia lo reflejó claramente.
— ¿Algunas taras más?
Es una desigualdad que tiene un componente de discriminación y racismo muy fuerte. Hay ciudadanos excluidos por 200 años que no tienen las mismas oportunidades de quienes dominan la economía y política. Hay una buena dosis de corrupción abierta o vía acomodo de leyes que favorecen esa acumulación de la riqueza.
De acuerdo con Pedro Francke, la desigualdad social es una problemática que ha existido desde los inicios de la República. Foto: difusión
— ¿Qué rol juegan las empresas?
— Las utilidades de las empresas trasnacionales tuvieron su récord en el 2021 de US$ 15.700 millones; y en plena pandemia, cuando faltaban camas UCI, este pequeño grupo concentraba las utilidades. Las medidas tradicionales de desigualdad en el Perú no incluyen esto por un tema técnico y metodológico.
— Nadie desmiente que somos un país con enormes desigualdades.
— Me parece que no. Creo que nadie ha dicho eso. Sería difícil de sustentar, más allá de si estamos en el puesto cuatro del mundo, o el seis o el ocho, es claro que en el Perú hay desigualdades muy pronunciadas y afectan la vida de millones.
— ¿Un ejemplo?
— La anemia en Puno es del 60%, el doble que en Lima. Podemos extrañarnos de que los puneños se sientan discriminados por el Estado cuando la anemia es tan grande. En la pandemia, el acceso a cama UCI no era igual. Las probabilidades (de no morir) no eran las mismas según dónde vivías y cuánto tenías en el bolsillo. Hay desigualdades pronunciadas en diversos aspectos que generan, a mi juicio, una injusticia por la cual es razonable que la gente proteste.
— ¿Es consecuencia de la desconexión entre la fortaleza macroeconómica y el predominio de la informalidad e ingresos estancados?
— Las estimaciones diversas sobre la informalidad no son concluyentes. Lo clave es que sigue siendo sumamente alta. Y es que durante los periodos en los que tuvimos un buen crecimiento económico la desigualdad no se redujo sustancialmente. Sigue habiendo 60% de anemia en Puno. Muestra un problema serio por atender.
— Entonces, ¿ya quedó descontinuado este sistema en el que llueve para todos con el crecimiento macro?
— Efectivamente nos muestra que en estos temas tan sensibles como la educación, desnutrición, salud y pobreza hay brechas enormes respecto, no solo a individuos, sino a distritos, provincias y regiones completas. Esa enorme desigualdad está detrás de las protestas y de la fractura política.
Un impuesto a la riqueza aportaría en gran escala al desarrollo de nuestro país, según el economista.
— ¿El modelo ya cumplió su ciclo?
— Creo que hace falta un cambio profundo y estructural que tiene que ver con la economía, política y el funcionamiento del Estado en servicios básicos que provee.
— El FMI volvió a recomendar un impuesto a los más ricos, una de sus cartas cuando fue ministro pero que no prosperó.
— Hay una discusión e incluso ha habido un acuerdo internacional para establecer un piso al Impuesto a la Renta a nivel mundial del 15% porque hay un problema global como los paraísos fiscales y que algunos países tratan de aprovecharse al tener condiciones particularmente ventajosas.
— ¿Y al Perú cómo lo ve?
— Acá se agrava con la decisión del Tribunal Constitucional de que a los grandes deudores no hay que cobrarles intereses. Los bancos sí nos cobran intereses y no nos perdonan un día por nada, sea de quien sea la culpa. El TC obliga a que el Estado no cobre esos intereses y ahora las empresas postergarán. Es un incentivo a la corrupción. Vamos a contracorriente de la situación mundial. Hasta Joe Biden planteó cobrarles más impuestos.
— ¿Falta voluntad política para gravar a los que más tienen?
— Eso está clarísimo. Ese tema (la negativa de impuesto a la riqueza) pasa por una decisión del Congreso, pero, desde luego, el actual Congreso tampoco desea eso y ha mantenido una serie de condiciones tributarias que favorecen a las grandes empresas, y nombró a un TC que ha dado un fallo sin ningún sentido económico, ni de justicia ni financiero.
— ¿Cuánto ayudaría una reforma?
— Planteamos mejorar la recaudación cerca de 2% del PBI. Más o menos US$4.000 millones. No es un gran salto porque la presión tributaria es 6 puntos debajo del promedio de Latam y 20 del promedio OCDE. Pero recuperar 2 puntos de presión es empezar a cerrar la brecha con nuestros similares y una pequeñísima parte de acercarnos al criterio OCDE.