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Existen pocos países en el mundo completamente aislados, uno de ellos podría ser Corea del Norte. Este país, aunque reconocido como tal por toda la comunidad internacional, mantiene vínculos con muy pocos Estados y es muy difícil de acceder a él (tanto en términos políticos, como turísticos y comerciales). Bajo estos parámetros, difícilmente el Perú pueda ser considerado un país aislado.
Sin embargo, el aislamiento también se denota por la desconfianza que un país genera (por diferentes razones), impidiéndole desarrollar su accionar internacional y menos, satisfacer sus intereses nacionales. En este sentido, Corea del Norte no es el único país aislado en el mundo. Existen muchos casos, algunos extremos como Haití, Sudán o Afganistán, otros no tanto, pero que generan mucha preocupación como Guatemala, Egipto o Perú.
Tratándose de nuestro país, a finales de la década del noventa, el Perú era considerado por gran parte de la comunidad internacional como una nación muy poco democrática, gobernada por una mafia corrupta y con graves acusaciones en materia de derechos humanos. Uno de los peores pasivos del régimen fujimorista fue haber dejado al Perú bastante aislado de su entorno internacional. Los años siguientes, la política exterior peruana tuvo como prioridad recomponer nuestros vínculos internacionales, muy venidos a menos con socio importantes como EE.UU. y la Unión Europea.
Pero ¿qué sucede en la actualidad? De alguna forma, el Perú está comenzando un proceso de aislamiento, en tanto empieza a ser considerado como un país, nuevamente, con una democracia muy endeble (The Economist evalúa el régimen político peruano como uno de carácter híbrido) y poco comprometido con los derechos humanos (el reciente informe de Amnistía Internacional dice mucho al respecto).
Si bien la crisis política en el Perú no es nueva -tener seis presidentes en siete años lo demuestra-, lo que viene sucediendo en los últimos meses es alarmante. Diversos países y organizaciones internacionales vienen recomendando la pronta realización de elecciones. La Organización de los Estados Americanos se ha pronunciado en este sentido, también EE.UU. y otros países de la región. Parece existir un consenso interno (tal y como lo dicen las encuestas) y de alguna forma externo, acerca de la importancia para el país de transitar por un camino electoral como un medio para hacer frente a la crisis. Lamentablemente, ni el Ejecutivo ni el Legislativo, parece tomar en serio este camino.
Por otro lado, también existen serias acusaciones sobre posibles violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas del orden durante las protestas realizadas en el país. Muchos gobiernos, algunos más cautos, otros mas duros, han mostrado su preocupación sobre este tema. Incluso las Naciones Unidas han enviado una solicitud formal al Perú pidiendo respuesta a una serie de hechos que dejan muy mal al gobierno peruano en materia de respeto a los derechos de las personas. En este contexto, los medios internacionales también han jugado un papel muy importante, pues han dado a conocer la situación de violencia que se dio durante las protestas, haciendo visible el dolor de las víctimas de los abusos.
A esto habría que añadir, el debilitamiento de nuestro vínculo con gran parte de nuestro vecindario, y con países de gran importancia regional como México (un G20). Si bien algunas veces es necesario tomar medidas radicales frente a criticas insostenibles (como la defensa del presidente mexicano al ex presidente golpista Pedro Castillo), esa no debe ser la ruta a seguir en todos los casos. Dañar nuestra relación bilateral con diferentes países de la región, sumado a los cambios políticos que comienzan a consolidarse en América Latina, pueden dejar muy solo al Perú. Por lo pronto, no cabe duda que uno de los primeros afectados será la Alianza del Pacífico, bloque regional que ha sido una de las prioridades de la política exterior peruana en los últimos tiempos.
Finalmente, no olvidar las alertas que muchos países hacen a sus ciudadanos acerca de viajar al Perú -el Departamento de Estado de EE.UU. recomienda reconsiderar cualquier viaje a nuestro país-, las mismas que dicen mucho acerca de la reputación del Perú en el ámbito internacional. ¿Qué país en el mundo quiere desarrollar proyectos con un país tan cuestionado en materia de democracia y derechos humanos como el Perú? ¿Qué empresa quisiera invertir en un país tan inestable como el Perú? ¿Qué extranjero le gustaría viajar para hacer turismo a un país tan caótico como el Perú? Esto recién es el comienzo de algo que puede ser muy negativo para nuestros intereses.
Oscar Vidarte es profesor Asociado del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Además, Coordinador del Grupo de Investigación sobre Política Exterior Peruana (GIPEP).
Fuente: Pata Amarilla