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Opinión

Raúl Mendoza Cánepa: La universalidad del conocimiento

La universidad, decía Luis Alberto Sánchez, es la ambición cósmica del conocimiento. Recuerdo haberlo escuchado en un audiovisual de la PUCP en los 90, cuando Letras era el asombro permanente del descubrimiento de lo que llamo “el todo”.

Arqueología, Historia, Filosofía, Psicología, Ética, Literatura, Cine, Música, Introducción al Derecho, Lengua, Introducción a las Ciencias Sociales y hasta ciencias… era una tromba de conceptos y relaciones, de datos y libros que completaban la base racional. La inteligencia crece cuando sorbemos más palabras, conceptos y materias, solo entonces aprendemos a formar relaciones. Sumar al vocabulario es tener más elementos que relacionar y relacionar es pensar. A más complejidad más inteligencia racional aplicada.

Letras es “el todo” y el salto cualitativo y extrañamiento, que mide la distancia entre la universidad y la escuela.

Ese asombro a intramuros no hubiera sido posible sin Estudios Generales, que son el campo abierto de la universalidad, que no es lo mismo que “universidad”, cuyo origen histórico medieval nos refieren “gremios” y no universalidad.

En los tiempos modernos la universidad sí es universalidad, pero pese a Letras, existe la tendencia a la especialidad rigurosa y el utilitarismo. La expectativa por hacer de la universidad una entidad útil le ha restado en lo que debería tener de renacentismo, humanismo y ciencia, del todo como una integración enriquecedora de la mente.

La existencia de facultades y, dentro de las facultades, de cuartos cerrados de objetivos individuales, hace de la universidad un espacio de desintegración, de desarticulación de la sabiduría y hasta de ocultamiento del otro saber, que por interés material no propende a nuestro interés.

Se percibe un muro entre las especialidades y publicaciones de cada facultad, que se cierran en el término  “carrera”, y carrera es correr hacia un objetivo, perdiendo el paisaje. Nada desuniversaliza más al claustro que el desdén por la integración.

No se perfilan actividades conjuntas, reuniones multidisciplinarias de alumnos resolviendo problemas “fuera de la caja” y de fuera de la universidad (¿qué puede aportar un estudiante de psicología y uno de Derecho, economía, ingeniería…juntos para resolver un problema empresarial o social. Por qué no una consultoría a cargo de posgraduados de diversas disciplinas reunidos para juntar perspectivas desde una oficina de la universidad, por qué  no revistas madres que sean santo y seña de todos los saberes que la universidad ofrece, por qué no la puesta en valor de las tesis que se amontonan en los repositorios que no se exploran.

Hay universidades que son más universidades que otras, otras que son empresas, imperios comerciales educativos que desde los 90 han disfrazado de universidad lo que son apenas centros de desarrollo de carreras.

La interferencia del Congreso en el tema Sunedu puede consolidar el concepto comercial de universidad y abrir las puertas a empresas educativas y nada más lejos de la universalidad que el reduccionismo utilitario, Ariel y Calibán en un combate que el Congreso ya resolvió.

Que la ambición cósmica del conocimiento de Sánchez, frase memorable de mis primeros años en el claustro no se pierda y que el ideal romántico de la sed “del todo” no se pierda en nombre de la especialización, fábrica de hombres unidimensionales que no empatan con el concepto clásico y genuino de universidad.

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