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Medio Ambiente

El hongo que está matando a las ranas en todo el mundo se extiende rápidamente por África

El hongo Batrachochytrium dendrobatidis (Bd) provoca en los anfibios una enfermedad cutánea mortal conocida como quitridriomicosis y, desde hace años, está afectando gravemente a las poblaciones de ranas, sapos, tritones, salamandras y similares en prácticamente todo el mundo.

En los últimos años parecía haberse detectado una ralentización de esta epizootia en zonas de gran biodiversidad en anfibios como África pero un nuevo estudio advierte que el Bd sigue presente y muy activo en este continente, una realidad que pone en peligro a decenas de especies.

Vance Vredenburg, autor principal del estudio y profesor de la Universidad Estatal de San Francisco y el Museo de Zoología de Vertebrados de la Universidad de California, en Berkeley (Estados Unidos), detalla que “el Bd se ha vuelto más frecuente y generalizado en todo el continente africano desde el año 2000”. “Este rápido aumento puede indicar que la disminución y la extinción de anfibios provocadas por enfermedades ya pueden estar ocurriendo en África sin que nadie lo sepa”, indica Vrendenburg en una nota difundida por su universidad. Los resultados de la investigación han sido publicados en la revista Frontiers in Conservation Science.

La serie de terror The Last of Us ocupa una de las primeras posiciones en lo que llevamos de año en la lista de éxitos en las plataformas de televisión y ha despertado la curiosidad de miles de personas (por ejemplo, por consultas en redes sociales en internet), que se preguntan si algún tipo de hongo (como el Cordyceps de la serie, un género que existe realmente) puede poner en peligro a nuestra especie.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que las infecciones por hongos provocan la muerte de un millón y medio de personas cada año pero, por lo que se conoce hasta ahora, no hay ningún patógeno fúngico  capaz de poner en peligro al conjunto de los humanos, como ocurre en la afamada serie televisiva.
En cambio, el Batrachochytrium dendrobatidis ha provocado la extinción de varias especies de anfibios y amenaza a muchas otras.

Vredenburg y sus colegas utilizaron por primera vez PCR cuantitativa en tiempo real para determinar si 2.972 especímenes de museo estaban infectados con alguna cepa conocida de Bd. Estos se recolectaron en Camerún, Etiopía, Kenia, Lesotho, Tanzania y Uganda entre 1908 y 2013 y se guardaron en la Academia de Ciencias de California, el Museo de Zoología de Vertebrados en Berkeley y el Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard.

El tritón de la Font de la Pola.

Los tritones también están en peligro por infección de este hongo  ..

Narcís Serrat

Los investigadores también analizaron muestras de piel de 1.651 anfibios vivos capturados entre 2011 y 2013 en Burundi, Guinea Ecuatorial, Camerún y la República Democrática del Congo para detectar la infección con Bd.

Finalmente, revisaron la literatura científica entre 1852 y 2017 en busca de registros de la presencia o ausencia de infección visible por quitridiomicosis en anfibios de toda África. En total, el estudio analizó patrones de presencia de patógenos en más de 16.900 ejemplares de diversas especies de anfibios.

En este estudio, presentan estimaciones de la prevalencia de la infección por Bd a lo largo del tiempo para África en su conjunto y para países y regiones individuales.

Los resultados muestran que los primeros anfibios positivos para Bd en el conjunto de datos datan de 1933 en Camerún. La prevalencia de la infección en África en su conjunto se mantuvo por debajo del 5% por cada década entre 1930 y 2000. Pero ese mismo año, la prevalencia de la infección saltó repentinamente al 17,2% y aumentó aún más al 21,6% durante la década de 2010.

En países para los que hay más datos disponibles, como Camerún, Kenia, Guinea Ecuatorial y Burundi, este salto después de 2000 en la prevalencia fue aún más pronunciado: por ejemplo, hasta el 73,7% de las muestras estaban infectadas en Burundi.

Una excepción fue Sudáfrica, donde se encontraron muestras positivas desde 1943, y la prevalencia de la infección fue relativamente estable (aproximadamente 23,3 %, incluida la cepa local Bd-CAPE) desde la década de 1970 hasta el final del estudio, indican los autores.

Los autores del estudio concluyen que desde el año 2000 ha habido un gran aumento en la prevalencia de Bd, que se ha pasado por alto en gran medida, “lo que representa una nueva amenaza para los anfibios en toda África; y las regiones de mayor riesgo son África oriental, central y occidental”.

“No tenemos una buena idea de por qué el cambio parece más evidente alrededor de 2000 en África, eso es más tarde que en otros continentes. Esto podría deberse al azar”, dijo Vredenburg.

“Pero también existe la hipótesis de que el estrés inducido por el cambio climático podría hacer que los anfibios sean más susceptibles a los patógenos, o que el clima puede estar cambiando de tal manera que la envoltura climática del patógeno se está volviendo más común. Es probable que el aumento de los viajes aéreos de humanos y el transporte de mercancías también es culpable”.

El Batrachochytrium dendrobatidis originario de Sudáfrica, que ataca gravemente a la piel de los anfibios. Las esporas Bd prosperan en hábitats frescos y húmedos, y se incrustan y se multiplican en las piezas bucales queratinizadas y en la piel de salamandras, tritones y cecilias (gimnofiones), pero especialmente en ranas y sapos. La quitridiomicosis es excepcionalmente contagiosa, ya que no necesita un vector animal para propagarse. La enfermedad rara vez mata a los renacuajos, pero a menudo mata a los adultos, en los que provoca desprendimiento de la piel, letargo, pérdida de peso y, en última instancia, paro cardíaco.
Las primeras epizootias de quitridiomicosis conocidas ocurrieron a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980 en el oeste de América del Norte, a fines de la década de 1990 en América Central y Australia, y a principios de la década de 2000 en América del Sur.

“Lo primero que debe hacerse es averiguar si los anfibios en las áreas que identificamos como de alta prevalencia de Bd están experimentando epizootias. Lo que necesitamos es una imagen dinámica de la interacción patógeno-huésped”, explica el profesor Vredenburg.

“Eliminar este patógeno microscópico en la naturaleza no es posible, pero sabemos que, si se les da la oportunidad, muchas especies hospedantes pueden sobrevivir. Dado que este patógeno parece ser transportado globalmente por humanos, tenemos el imperativo moral de involucrarnos y tratar de manejarlo y mitigar su impacto siempre que sea posible”, explica el autor principal de este estudio.

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