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Salud

ALGUNOS ASPECTOS DE LA HIPOCONDRÍA

El factor clave es el aprendizaje. Hay que tener en cuenta que, frecuentemente, la exacerbación de la hipocondría que conduce a una persona a la terapia se relaciona con crisis existenciales y problemas cotidianos como toma de decisiones, duelos, problemas de trabajo, relaciones interpersonales desastrosas, etc. Estos problemas, que producen emociones fuertes y conducen a estados de ánimo duraderos y desagradables, suelen ser vistos por los pacientes como insolubles y los intentan ignorar.

Sin embargo, las sensaciones físicas asociadas a las emociones negativas continúan, aunque nos hayamos olvidado de lo que las provocó. En estas situaciones de depresión o ansiedad básicas altas, cualquier sensación puede ser interpretada como enfermedad grave y produce en las personas predispuestas a ello un incremento grandísimo del miedo a la enfermedad. Se disparan entonces conductas de chequeo y comprobación para intentar asegurarse de que no tienen nada. Estas conductas hacen que las sensaciones que se comprueban se fijen e incrementen y así se establece la hipocondría.

La interpretación de las sensaciones en clave de enfermedad es debida a un aprendizaje familiar o al papel social que se adjudica a la medicina para explicar y aliviar cualquier síntoma físico. El tratamiento de la hipocondría es psicológico.
Suele estar acompañada de problemas de ansiedad y depresión, por lo que la medicación puede ayudar también combinándose siempre con la psicoterapia. Los tratamientos psicológicos que han probado empíricamente su eficacia en el tratamiento de la hipocondría son los cognitivo conductuales. Consisten fundamentalmente en la exposición a los síntomas de enfermedad que nota el paciente, sin que haga nada para controlarlos como ir al médico o intentar descubrir qué es aquello que sienten. También se utiliza la terapia propiamente cognitiva en la que se identifican los pensamientos automáticos, que asocian síntomas y enfermedad, y se cuestionan racionalmente, haciéndose además experimentos en la vida cotidiana que confirman las hipótesis de que los síntomas no corresponden a una enfermedad. Ambos tratamientos tienen como fin mostrar al paciente una interpretación adecuada de los síntomas que siente y a que supere el miedo que le generan. Todas estas aproximaciones: medicación, exposición, terapia cognitiva, se pueden complementar, los tratamientos no son excluyentes y su combinación puede mejorar los resultados obtenidos al aplicarlos de forma independiente. En la práctica clínica se utilizan y se adaptan a las características personales de cada paciente.  que explique lo que realmente siente y le hace sufrir.
Como el médico no le da un diagnóstico adecuado buscan una y otra vez encontrándose con la incomprensión. Lo tremendo
de la sociedad es que niega lo que no sabe explicar. Otros no van nunca por miedo a que les descubran algo. Depende de la persona. Hay algunos que van compulsivamente al médico y se quedan momentáneamente tranquilos cuando les dicen que no tienen nada. Aunque eso les dura poco, porque enseguida piensan: “pero no le dije que…”, “pero no me ha hecho la prueba X…”. Así vuelve la duda, el miedo y el problema cobra nueva fuerza. Otros no van al médico por el propio miedo a que les descubran algo. Lo evitan hasta el punto de que descuidan su salud y dejan de hacer los chequeos que debemos seguir todos. Este es uno de los problemas que tiene la hipocondría y en este sentido es en el que empeora la salud, no que el temor genere un cáncer o el SIDA, es que no van al médico y por eso se les detectan las enfermedades demasiado tarde. Evidentemente. Están convencidos que sus males tienen una causa física y buscan allí la solución. Son enfermos molestos para los médicos porque ellos no pueden hacer nada y, sin embargo no dejan de acudir a su consulta. Se dan cuenta de que tienen que reforzarles la idea de que están sanos y no tienen lo que temen, pero al darles una salida para superar el miedo, la consulta se convierte en una forma de evitación que les sirve para quedarse momentáneamente tranquilos. El médico se convierte así en la única forma de asegurarse de que no les pasa nada y entonces no se los quitan de encima, porque vuelven una y otra vez en busca de alivio aunque sea momentáneo.

Finalmente pueden llegar a enfadar al médico. a algo real y amenazante a diferencia de lo que ocurre en la hipocondría. Puede ocurrir, pero no es lo corriente. El hipocondríaco realmente siente los síntomas que describe, aunque no se sepa a qué responden y no se encuentren
causas físicas, no podemos negar su realidad y su sufrimiento. Al sufrimiento que tienen se le añade la tremenda incomprensión que conlleva por parte de los médicos y de los que más les
quieren. Ellos creen que tienen una enfermedad física, como no les encuentran nada, les dicen que no tienen nada, que todo es imaginación, que se olviden, que solamente es fuerza de voluntad, etc. etc. Nadie se da cuenta de que un problema psicológico, que no saber lo que les pasa lleva a un sufrimiento mucho peor que muchas enfermedades físicas y que los síntomas que tienen REALMENTE los están sintiendo, aunque no correspondan a una enfermedad determinada. Los trastornos mentales hay quien los considera una enfermedad. Este punto de vista tiene la ventaja de poner énfasis en la falta de responsabilidad de la persona que los sufre y asigna un rol social de enfermo a la persona. Nadie se enfada contigo si tienes una gripe y te cuidarán y te liberarán de algunas responsabilidades. Sin embargo no ocurre lo mismo cuando se padece una hipocondría, porque no se entiende lo que pasa y se cree que se está fingiendo o sacando algún provecho. Por eso si socialmente se considerara una enfermedad tendría algunas ventajas. Pero considerarla una enfermedad tiene otras desventajas, las que se derivan de que los trastornos psicológicos no responden al concepto de enfermedad que tenemos todos. Por ejemplo, no existe una causa interna o externa ajena a la conducta, no existe un curso determinado, etc. Por eso este concepto introduce problemas a la hora de llevar a cabo una terapia psicológica. El éxito de la terapia psicológica depende de la persona, de cómo comprenda el problema y de cómo
vaya cambiando su conducta y sus pensamientos, pero con el concepto de enfermedad esto no se fomenta. Hay grados de aprensión, pero lo que puede ser una preocupación normal o exagerada por la salud no tiene por qué desembocar en una hipocondría. La hipocondría implica un sufrimiento muy grande y un deterioro de la vida social, laboral, familiar y personal. La persona aprensiva solamente se preocupa, pero no se deteriora su vida.

NO. Lo que sí ocurre es que lo que hace para evitar el sufrimiento le lleva a sufrir mucho más. Pero nadie se provoca un cáncer o adquiere el SIDA por pensar que lo tien. Que se den cuenta de que sufre y que aunque parezca que todo es imaginario y sin sentido, se fijen en como sufren y lo mal que lo pasa y sepan que sienten realmente síntomas que no saben explicar y creen que son una enfermedad. Para convencerles de que inicien un tratamiento psicológico o psiquiátrico, pueden intentar hacerles ver que mientras se descubre que enfermedad tienen y se la curan tienen que disminuir su ansiedad y su depresión y que tienen que iniciar, al menos, un tratamiento de sus problemas psicológicos. En la hipocondría hay un elemento esencial que es el miedo a la enfermedad y/o a la muerte. Los ancianos tienen la muerte más cerca y la enfermedad y los achaques son para ellos el pan nuestro de cada día. El tenerlos cerca no implica necesariamente que temerlos, posiblemente al revés. El proceso de envejecer nos va llevando por distintas experiencias,
en general lentamente, de forma que nos vamos adaptando a lo que nos va a ocurrir. Por ejemplo, de pronto todos pasamos por frecuentes comuniones, luego bodas, más tarde bautizos, de nuevo comuniones, y luego entierros y funerales. Nos ocurre porque las personas más allegadas o los compañeros de trabajo van llegando a determinada edad en la que se casan tienen hijos, enferman y mueren. Los más ancianos han pasado la experiencia de perder seres queridos y de verlos enfermos y eso les enseña lo más importante que es la aceptación de la vejez, como lo que es: algo inevitable. Los psicólogos no medicamos y por lo tanto no puedo darte una opinión profesional de los problemas de la polimedicación.
Lo que sí es cierto es que existe en la sociedad actual una fe exagerada en el poder de la medicina y que le estamos exigiendo que nos cure todas las enfermedades y que nos proporcione una calidad de vida como cuando teníamos 20 años, pero eso es imposible. Muchísimas veces se toma medicación intentando resolver problemas que no corresponden realmente a una enfermedad, sino a un sufrimiento consecuencia de los avatares amargos que nos ocurren en la vida. Parece que la medicina nos ofrece la vida eterna y feliz; pero por desgracia esto está muy lejos de ser cierto.

 

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