En los últimos 50 años los hombres han perdido el 51,6% de los espermatozoides por eyaculación. Una tendencia que, a corto plazo, inquieta a las parejas que desean formar una familia. El debate se abre el pasado otoño cuando científicos de la Universidad Hebrea de Jerusalén publican un metaanálisis en la revista Human Reproduction Update comparando diversos registros espermáticos entre 1973 y 2018. Los participantes en esos estudios eran hombres sanos, procedentes de 57 países y sin problemas previos de salud que pudieran condicionar su fertilidad. El equipo se centró en dos parámetros: la concentración espermática y el recuento total de esperma.
La concentración espermática es la cantidad de espermatozoides por mililitro de semen. Se considera normal cuando la concentración es superior a 15 millones. El recuento total es la concentración de espermatozoides en todo el eyaculado. Lo normal es que se encuentre por encima de los 39 millones de espermatozoides. Valores por debajo de estos parámetros se consideran como oligozoospermia (la patología que determina una baja concentración de espermatozoides) y pueden comprometer la fertilidad.
Desde 1973, cuando comenzaron los primeros estudios, el número de espermatozoides ha pasado de 335,7 millones de espermatozoides por eyaculación a 126,6 millones en 2018. La concentración también se ha desplomado: de 101 millones por cada mililitro en el primer año del que hay registros a 49 millones ya entrado este siglo. Lo más preocupante es que el ritmo de caída se acelera a medida que nos acercamos a la actualidad: si en los 70 la concentración espermática disminuía a un ritmo anual del 1,16%, en el nuevo milenio la tendencia se acelera peligrosamente hasta el 2,64% en 2018.
Los autores del trabajo recalcan que ellos solo exponen la realidad numérica, no las causas de este declive. Señalan explícitamente la necesidad de profundizar en los datos con nuevos estudios que examinen las posibles causas, aunque abren la puerta a que las explicaciones estén en los hábitos de vida e, incluso, en la exposición a ciertos disruptores hormonales u otros condicionantes ya desde el vientre materno.
La situación es crítica. Tanto que incluso una pareja sana puede tener problemas de fertilidad a causa de factores ambientales que afectan la producción y la calidad de esperma en el hombre y la alteración del ciclo menstrual en la ovulación de la mujer.
Sin embargo, también es cierto, que cada vez son más las soluciones que ofrece el mercado para aumentar las probabilidades de concebir.
El largo recorrido hacia el óvulo y el pH vaginal convierten este periplo en una carrera en tierra hostil para los espermatozoides. Para facilitar este viaje y aumentar las probabilidades de embarazo hay sistemas que incrementan la presencia de espermatozoides cerca del cérvix.
Es el caso de enna fertility kit. Incluye un gel – enna fertility gel – que ayuda a la supervivencia, motilidad y viabilidad de los espermatozoides; y, fluidifica el moco cervical para facilitar su paso hacia el útero. También mejora la microbiota vaginal, es decir, el conjunto de microorganismos (el 90% Lactobacillus) que habitan en la vagina, para evitar infecciones y que el entorno no se vuelva hostil para la concepción.
El método es sencillo. Se aplica a diario entre los días 11 y 17 del ciclo menstrual, así como justo después de la eyaculación. A continuación, se introduce en la cavidad vaginal el enna fertility cap, una especie de tapón flexible de silicona de grado médico. Este dispositivo, reutilizable, lavable y biocompatible con la mucosa vaginal, retiene y empuja suavemente el esperma hacia el cuello uterino. Este ‘empujoncito’ manual aumenta sus posibilidades de llegar vivos y en plenas facultades reproductivas al útero. Además, hace de barrera y protege a los espermatozoides de las condiciones no favorables de la vagina, como el pH y la osmolaridad.
