Esto se vio exacerbado por la advertencia temprana de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que el virus podía propagarse a través de superficies contaminadas. Investigaciones posteriores, sin embargo, concluyeron que las superficies presentaban un bajo riesgo de transmisión de enfermedades. Pero, ¿la limpieza profunda realmente ayuda a prevenir infecciones y nos protege de enfermedades? Según los expertos, hay que tener cuidado de no confundir limpieza con buena higiene.
Para Sally Bloomfield, presidenta del Foro Científico Internacional sobre Higiene del Hogar y profesora honoraria de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, es preocupante el hecho de que la pandemia haya llevado a muchas personas a adquirir hábitos de limpieza poco útiles.
Por ejemplo, fregar obsesivamente los pisos en lugar de centrarse en buenas prácticas de higiene que ayuden a prevenir la propagación de enfermedades.
“La gente está obsesionada con la limpieza como un medio para protegerse contra los gérmenes”, dice Bloomfield.
“Está en algún lugar de nuestro ADN que asociamos la limpieza con la salud… Hemos evolucionado para evitar las cosas desagradables o malolientes”, agrega.
Pero limpieza e higiene no son lo mismo, dice la académica.
“La limpieza se trata de lograr una apariencia del área para que se vea limpia. Pero la higiene se trata de protegerse de los microbios dañinos”, asegura.
Según Bloomfield, estos microbios dañinos incluyen patógenos como el norovirus, la gripe, la covid-19 y la salmonela.
“La higiene es un conjunto de acciones, no un estado, que llevas a cabo cuando es necesario, en lugar de hacerlo en un momento prescrito”, indica.
“Se trata de intervenir en los momentos clave”.
Para la académica, todos deberíamos practicar una “higiene específica” en nuestra vida diaria y reconocer cuándo es probable que se propaguen los microbios que son dañinos.
Por ejemplo, cuando manipulamos alimentos crudos, usamos el baño, tocamos mascotas, nos sonamos la nariz o tiramos basura.
Una encuesta realizada por la Royal Society for Public Health (RSPH) en el Reino Unido reveló que muchas personas están confundidas acerca de la diferencia entre higiene y limpieza.
Muchos de los encuestados dijeron que ser higiénico implica eliminar la suciedad.
Más de un tercio (36%) dijo que la suciedad era generalmente dañina y un 61% dijo que tocar las manos de un niño después de haber estado jugando al aire libre probablemente propagaría microbios dañinos.
Pero la RSPH señala que las principales fuentes de patógenos no suelen estar en los lugares que se consideran “sucios”, sino en alimentos contaminados, animales domésticos y personas infectadas.
Aún más: la investigación señala que ensuciarse puede proporcionar muchos beneficios importantes para la salud.
Por ejemplo, los estudios científicos muestran que los niños que crecen en granjas sufren menos asma y alergias y tienen menos probabilidades de desarrollar enfermedades autoinmunes (como la de Crohn) debido a su exposición temprana a una gama más diversa de microorganismos que les ayudan a regular su sistema inmunológico.
La creencia de que la limpieza y la higiene son lo mismo ha persistido desde finales de la década de 1980, cuando el epidemiólogo británico David Strachan postuló la “hipótesis de la higiene”.
Strachan argumentó que la exposición en la primera infancia a gérmenes e infecciones ayuda a desarrollar el sistema inmunológico de los niños y protege contra las alergias..
Según el epidemiólogo, el aumento de las alergias infantiles y el asma a fines del siglo XX se vinculaba con la reducción de la exposición de los niños a los microbios a través de la disminución del tamaño de las familias, la interacción limitada con los animales y los estándares más altos de limpieza.
Ahora, sin embargo, los científicos argumentan que no hay evidencia que demuestre que la limpieza esté relacionada con el desarrollo de alergias.
Graham Rook, profesor emérito de microbiología médica en University College London (UCL), dice que la hipótesis de la higiene debería reformularse como la “hipótesis de los viejos amigos”.
Esta teoría dice que la exposición a organismos no infecciosos (llamados “viejos amigos”) que han existido durante gran parte de nuestra historia evolutiva es en realidad lo que entrena al sistema inmunológico para que no reaccione de forma exagerada a los microbios inofensivos.
“Nacemos con un sistema inmunitario completamente formado que necesita programación”, dice Sally Bloomfield.
“La programación la realizan los ‘viejos amigos’ que enseñan al sistema inmunitario a no reaccionar a cosas como el polen y los alérgenos alimentarios, que son perfectamente inofensivos”, añade.
Por lo tanto, según los científicos, la susceptibilidad de un niño a desarrollar alergias no tiene nada que ver con la limpieza, sino con su exposición a diferentes tipos de microorganismos a través de su intestino, su piel y el aire que respira.
En un estudio publicado en 2021, los académicos Rook y Bloomfield concluyeron que no somos demasiado limpios por nuestro propio bien.
Así mismo, aseguran que los niños reciben todos los aportes microbianos que necesitan para desarrollar un sistema inmunológico saludable a través de las vacunas, de su entorno natural y de la microbiota beneficiosa que obtienen de sus madres durante el parto.
“Definitivamente necesitamos encontrar la microbiota de nuestras madres y del entorno natural. No hacerlo contribuye ciertamente a los trastornos inmunorreguladores como las alergias”, dice Rook.
Pero limpiar el hogar “no necesariamente reduce la exposición del niño a la microbiota de la madre o a la naturaleza”.
“Las prácticas de higiene específicas en momentos y sitios de riesgo clave pueden maximizar la protección contra una infección y minimizar cualquier impacto en las exposiciones microbianas esenciales”, afirma el estudio.
“No puedes mantener tu casa higiénica. Si quisieras hacer eso, tendrías que ponerla en una caja esterilizada”, dice Bloomfield.
“Pero si intervienes en los momentos clave, te enfrentarás a la mayoría de los riesgos”, concluye.