Pregunta. ¿Cómo está Chile?
Respuesta. Chile se está recuperando, avanzando. Ha sido un período muy convulso y nos estamos volviendo a levantar. Ni nosotros ni nuestro país podemos caer en la autocomplacencia porque tenemos muchos asuntos pendientes, pero podemos enfrentarlos con un ánimo distinto, a propósito de la experiencia reciente.
P. ¿Se refiere a la organización de los Juegos Panamericanos (la aprobación del presidente subió cuatro puntos, al 37%, tras el evento)?
R. Un gran ejemplo son los Panamericanos. Puede parecer cliché, pero, cuando decimos que si jugamos en equipo podemos obtener grandes triunfos, es real. El mundo privado con el Estado nos pusimos las pilas, trabajamos en equipo, y logramos sacar adelante estos juegos, junto a una sociedad civil involucrada que llenó los estadios. Por la evidencia, a pesar de las diferencias políticas, cuando ponemos en el centro objetivos muy claros, centrados en las personas, salen cosas adelante. Cuando no –si caemos en la utilización política y en la guerra de trincheras– nadie gana: ni el Gobierno, ni el Parlamento, la oposición ni la gente.
P. ¿Es realista pensar que en la política chilena hoy se pueda jugar en equipo? Pareciera que no está el horno para bollos.
R. Hay dos caminos: o decimos que no está el horno para los bollos o cómo preparamos el horno para los bollos. Y nosotros estamos en la línea de insistir que, ante la fragmentación social y política, la respuesta para avanzar es mayor cohesión, unidad, trabajo en equipo. El sálvese quien pueda es el fracaso absoluto de todos y todas.
P. ¿Lo que hace es un llamamiento a la oposición?
R. Es un llamado a todos. A la oposición, obviamente, porque esto no hay que pensarlo solamente respecto de un período de Gobierno. Si no somos capaces de sacar adelante la reforma de pensiones para aumentarlas ahora y construir un sistema de mayor seguridad social para las personas, si no somos capaces de hacer avanzar el pacto fiscal, puede ser una derrota circunstancial para el Gobierno. Pero lo más importante es que sería una derrota para la gente y un tema pendiente que seguirá causando mucho malestar a la población, que le rebotará a los siguientes gobiernos y, lo peor, a la institucionalidad democrática.
P. Ustedes fueron una oposición dura con la Administración anterior (Sebastián Piñera, 2018-2022).
R. Tras el estallido social de 2019 todos tenemos que sacar aprendizajes. El estallido cambió las perspectivas. A partir del estallido, el centro estuvo en ponernos de acuerdo en temas que antes nos distanciaban profundamente. Sin perjuicio de que la crítica a las violaciones a los derechos humanos no la vamos a dejar de sostener, aunque nos digan que fuimos muy críticos respecto de eso. Pero sí defendemos la necesidad de que tras el estallido seamos capaces de mirar las cosas de manera distinta en la política y no caer en la lógica de la vendetta.
P. ¿A qué se refiere?
R. Uno puede respetar las críticas de la actual oposición respecto a nuestro rol en la oposición de su momento, pero la pregunta que uno tiene que hacerse frente a esa crítica es si eso les da derecho a ser igual o peor que nosotros. Si en política vamos con el ojo por ojo, todos nos vamos a quedar ciegos. Y nuevamente quienes pierden son las personas, la democracia, las instituciones.
P. De alguna forma usted le pide a la derecha que no cometa los mismos errores que cometieron ustedes siendo oposición.
R. Si ellos consideran que nosotros cometimos errores siendo oposición, lo que uno esperaría es que ellos no repitieran esos mismos errores. Porque entrar a discutir si fueron errores o no…Hay cosas que sí. Probablemente en el tono del debate hubo momentos muy álgidos, pero el tema central al final es: ¿ellos quieren repetir la misma historia o quieren que el país evolucione y evolucionemos en conjunto en la forma de hacer política? Uno echa de menos esa evolución en algunos sectores.
P. El presidente Boric, al recibir la nueva propuesta de Constitución el lunes, dijo que “Chile debe decidir si esta es una propuesta que nos une”. ¿Cuál es el mensaje?
R. Más allá de que el presidente respeta su rol y su responsabilidad desde la institución presidencial frente a un proceso que tiene que ser de todos y todas, y de la importancia de que el Ejecutivo promueva una campaña informativa y que la gente pueda acceder al sufragio de manera informada, el gran desafío que nos planteó el plebiscito de septiembre de 2022 era si íbamos a ser capaces o no de tener una Constitución que uniera al país y que representara a Chile en su diversidad. Eso no se vio reflejado ahora en cómo se dio la propuesta y es un dato de la causa por cómo se dio la votación [el texto fue apoyado en el pleno del Consejo Constitucional por los 33 votos de las derechas y rechazada por los 17 del oficialismo], por los acuerdos que no se dieron. Pero será la ciudadanía la que tenga la palabra final que se va a expresar en el voto.
P. La primera propuesta tampoco era un texto que uniera y, sin embargo, el Gobierno abiertamente estaba por aprobarla.
R. No el Gobierno. Tuvimos posiciones como ciudadanos y, cuando nos preguntaron, nos manifestamos frente a lo que creíamos que era una oportunidad histórica, pero la ciudadanía fue la que determinó qué es lo que quería realmente [lo rechazó por un 62%]. Por eso la gente tiene que decir si esta propuesta va a cumplir con eso que demandaba. No se trata del Gobierno, sino del pueblo de Chile, que tendrá que expresarse en las urnas el 17 de diciembre a partir del aprendizaje que hubo en la experiencia anterior.
P. Y como ciudadana, ¿va a marcar A favor o En contra?
R. Nosotros estamos hoy día con prescindencia total.
P. Hablando del proceso anterior, que usted define como “oportunidad histórica”, el analista Alfredo Joignant escribió que “un mínimo de honestidad obliga a reconocer que todas las izquierdas, cada una a su manera, se farrearon la ventana de oportunidad que fue abierta por el estallido social” y “es en las izquierdas en quienes hay que buscar el responsable principal de todo este bochorno”. ¿Qué opina?
R. Hay que esperar el resultado del 17 de diciembre para saber si fracasa lo que fracasa y de quién es la responsabilidad de ese fracaso. Me cuesta mucho adelantarme a eso.
P. De aprobarse un texto conservador o de rechazarse y que se mantenga vigente la Constitución actual, será una mala noticia para las izquierdas.
R. Una mala noticia para el país. Evidentemente, si nuestro país determinó que quería una nueva Constitución y eso está todavía en ascuas, no sabemos si se logrará o no… Pero las razones de por qué se logre o no se logre van a ser parte del análisis post 17 de diciembre.
P. No coincide, entonces, con el análisis de la responsabilidad de la izquierda.
R. Yo creo que en el mundo de izquierda y progresista, obviamente hubo responsabilidad en el primer proceso constitucional. Pero el segundo proceso que tenemos ahora fue un acuerdo transversal. Entonces lo que digo es que obviamente en el primer proceso nos farreamos esa oportunidad. Había que habilitar una segunda oportunidad para el país, y esa segunda chance se dibujó de manera transversal, no solo por la izquierda.
P. ¿Es de las que cree que, de rechazarse la nueva propuesta de Constitución, aumentaría la incertidumbre en Chile?
R. No, yo creo que sea cual sea el resultado, nos guste o no nos guste, se cierra un proceso al menos en el corto y mediano plazo y eso fija certezas en Chile. Es claro lo que tenemos al día siguiente en materia de debate constitucional. Y lo que da más certezas en nuestro país es que los grandes temas que hoy están trabados en el Parlamento van a poder destrabarse o no: el tema impositivo, de pensiones.
P. Y de rechazarse quedaría vigente un texto que, como dijo el presidente Boric, fue redactado por cuatro generales a puerta cerrada. Habiendo tenido la oportunidad de cambiarla.
R. Eso lo ha dicho el presidente, como también ha hablado de todo el proceso que ocurrió después. Sabemos que el origen de la Constitución actual es de la dictadura, pero que hubo reformas, que es necesario cambiarla, pero la ciudadanía tiene que determinar si la propuesta es mejor, peor o lo mismo. Obviamente que los procesos democráticos son avances para un país. Ahora, una cosa es el proceso y otra es lo que implica la propuesta -el contenido- y eso lo define la gente.
P. ¿Qué ha significado en lo político y personal para usted el Caso Convenios [que ha impactado sobre todo en el oficialismo], que ha sido catalogado de corrupción desde el mismo Gobierno?
R. Una rabia tremenda, en primer lugar. Los esfuerzos humanos que hay detrás de sacar adelante un programa de Gobierno, con todas las dificultades que hay, toda la gente que dedica muchas horas de su vida para que esto funcione. Y, de repente, viene un grupo de personas que comete errores y delitos probablemente -eso lo tiene que determinar la justicia- o actos reñidos con la probidad y echa atrás tantos avances. Eso da rabia. En segundo lugar, obviamente que fue un golpe muy duro para el Gobierno. Y nos tomamos muy en serio ese momento y todavía lo enfrentamos con mucha seriedad y responsabilidad. Pero también ha sido una oportunidad para mejorar.
P. ¿Una oportunidad?
R. A propósito del caso Democracia Viva se vislumbró toda la brecha institucionalidad que existe en la modalidad de transferencias de recursos para campamentos con fundaciones sin fines de lucro. Y gracias a eso estamos hoy en día con los resultados de la Comisión Jaraquemada, tenemos modificaciones a la ley de Presupuestos. El gran debate es cuánto el mayor control que estamos incorporando nos puede debilitar o no la capacidad de ejecución de los gastos y es el equilibrio que tenemos que lograr mantener. Es cerrar un círculo complejo, pero necesario. Porque el origen de esto lo pensaron en el Gobierno anterior [de Piñera] para flexibilizar y agilizar la ejecución de gastos y terminamos generando estas brechas institucionales que se prestaron para actos de corrupción.
P. Que haya un diseño institucional determinado no implica que haya corrupción ni actos reñidos con la ética. En el Gobierno anterior no tiene estos casos.
R. Ahora apareció uno. Se empezó a ejecutar en el último año de Gobierno, pero eso se tendrá que investigar. Yo no voy a hablar de las intenciones, sino de cuando partió esta modalidad. Es un diseño institucional sin mucho control central –poco y nada–, reglas laxas, que permite la discrecionalidad y que algunos vieron como una oportunidad para mal utilizar ese espacio. No es un tema de interpretación, es la realidad y está en el informe de la Contraloría, de cuándo parte este modelo de traspaso de recursos a fundaciones sin fines de lucro, que efectivamente parte en el Gobierno anterior. Y otra cosa es quiénes, cómo y cuándo aprovecharon esa brecha institucional para defraudar.
P. Y eso es lo que sucede, sobre todo, en este Gobierno [con fundaciones ligadas al oficialismo].
R. Sucedió con Democracia Viva, con este otro caso que le nombro y el resto está en el Ministerio Público, efectivamente.
P. Estas cosas siempre terminan mal: producen desangramiento al Gobierno, la oposición pide cabezas, y finalmente, hay que sacar ministros. ¿Por qué se fue Giorgio Jackson y no el ministro de Vivienda, Carlos Montes, que está en situación igualmente compleja políticamente?
R. Contra el ministro Jackson se cometió una injusticia tremenda porque se le imputaron delitos que no había cometido de manera bien injuriosa. Y lo que está pasando hoy día con el ministro Montes era muy predecible, no me sorprende que dada la oportunidad que da el informe de la Contraloría se quiera nuevamente ir a la discusión de pedir cabezas y no del fondo del asunto, que tiene que ver con la agenda en materia legislativa que tienen que sacar adelante los mismos parlamentarios.
P. Usted recordaba de los Panamericanos y hubo un grupo de deportistas cubanos que prefirieron quedarse en Chile y no regresar a Cuba con su delegación. ¿Por qué jóvenes cubanos deciden desertar?
R. No es mi rol interpretar los motivos que tienen las 4.000 personas que al año pide refugio en Chile.
P. Desde su partido, el PC, lo explicaron como un asuntos de escasez por el bloqueo de Estados Unidos, pero esa interpretación desconoce problemas políticos y de derechos humanos en Cuba.
R. Es que no puedo saber lo que hay detrás de las razones. Los partidos pueden opinar, pero yo no hablo a nombre del Partido Comunista, sino como ministra de Estado.
P. Como ciudadana, política y ministra, ¿reconoce que hay problemas de derechos humanos en Cuba?
R. No me cabe interpretar como ministra las razones que hay detrás de quienes solicitan refugio, porque las desconozco.
P. ¿Cuánto ha cambiado el presidente y usted en estos 19 meses en el Gobierno?
R. Él ha tenido -desde antes de ser presidente- una tremenda evolución humana, que le ha dado el ejercicio de la política y el trabajo en el Gobierno. Y yo, yo estoy muy contenta con mi trabajo, a pesar de que es difícil. Me gusta mucho estar donde estoy y sentir que puedo colaborar en un proyecto colectivo.
P. Siempre lo niega, pero usted es política y resulta difícil creer que no quiera alguna vez la presidencia.
R. ¿Por qué es tan obvio que un político o una a persona quiera ser presidenta? No hay cargo más difícil y bajo presión que tener la primera autoridad de un país.