El primer informe del Instituto del Mar del Perú (Imarpe), en base a muestras tomadas tres días después del desastre ecológico ocasionado por Repsol, concluye que hubo “altísimas concentraciones de hidrocarburos totales de petróleo” y daños no solo en la “calidad acuática del litoral” sino también en las especies de plantas, animales y otros organismos que habitan en el mar.
A un mes de los hechos, especialistas entrevistados coinciden en que más allá de una limpieza superficial del crudo de las playas, tomará años remediar los ecosistemas y zonas afectadas por el derrame del último 15 de enero.
A poco más de una hora en auto desde el centro de la ciudad de Lima, los puestos de pescadores artesanales lucen vacíos desde hace casi un mes. Los pocos revendedores, instalados de manera provisional en una esquina del terminal, desconocen cuándo retornarán los antiguos comerciantes a sus negocios y aseguran haber tenido la suerte de que el derrame de crudo de Repsol, ocurrido el 15 de enero pasado en el distrito de Ventanilla —a 10 kilómetros de Ancón—, no se haya expandido hacia el lugar donde pescan a diario pequeñas embarcaciones.
Niveles en alerta
La noche del 15 de enero de este año, un representante de La Pampilla registró el derrame de hidrocarburos como una emergencia en el sistema del Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA). Tres días después, el Imarpe —adscrito al Ministerio de Producción—inició un trabajo en campo para estimar el nivel de afectación del suceso sobre el ecosistema marino así como en las actividades de pesca y recreación en las playas Cavero, Ventanilla y Costa Azul.
Los resultados de esta visita arrojaron niveles de hidrocarburos totales de petróleo (TPH) muy por encima del establecido en los Estándares de Calidad Ambiental (ECA) para agua, parámetros aprobados por el Ministerio del Ambiente en 2017.
“Los daños causados por esta masiva presencia de TPH no solo en la calidad acuática del litoral sino también sobre la biota marina, es bastante evidente”, concluye el informe de 24 páginas donde también se detallan los primeros impactos generados por el derrame en los ecosistemas acuáticos de las zonas analizadas.
Para monitorear avances y comparar los datos con los primeros hallazgos, el recojo de muestras ha continuado en otras dos oportunidades, la última el pasado 7 de febrero. Según fuentes al interior de la institución, el segundo reporte todavía no está cerrado porque faltaba la revisión de los cinco sectores del Ejecutivo que integran el comité de crisis para enfrentar el derrame, un grupo creado en enero por la expremier Mirtha Vásquez. Con la reciente crisis política no se han vuelto a reunir para analizar este tema pendiente.
Al ser consultado sobre los resultados del documento, el coordinador del área de investigaciones marino costeras del Imarpe, Piero Villegas Apaza, dijo que los valores servían de “referencia” para saber si en el futuro existe una reducción de las cantidades y concentraciones de hidrocarburos, y también para comparar la información con más datos como biodiversidad, fauna, entre otros.
El especialista comentó que, con el transcurrir de las semanas y recojo de nuevas muestras que todavía no son públicas, identificaron que en la playa Cavero “ha habido una reducción significativa [de los niveles de hidrocarburos], pero aún está muy por encima de los ECA”.
En un comunicado del último 7 de febrero, Repsol indicó que se encontraba en la etapa final de limpieza de las playas y quedaba “poco hidrocarburo por retirar” que estaba “acumulado en algunas zonas rocosas de difícil acceso”. Pese al optimismo mostrado por la compañía, el proceso de remediación será más complicado e incierto.
El biólogo marino y director científico de Oceana Perú, Juan Carlos Riveros, considera que por el momento los niveles detectados convierten en “insalubres” a las playas afectadas. El especialista también comenta que el proceso de remediación dependerá de diferentes factores como el ecosistema o el tipo de corriente que entra al mar que no hacen posible estimar un período específico.
“No sabemos cuánto petróleo ha quedado en la zona porque no se distribuye de manera uniforme. Podría mezclarse con la arena que se queda en el pozo para siempre. La recuperación toma años para que la zona vuelva a ser normal y es posible que no podamos comer lo que crezca allí al menos en 20 o 30 años”, explica Riveros. Además, sostuvo que se le debería exigir a la empresa que comparta un “plan público” para conocer los indicadores de la remediación.
Fuente: Ojo Público