La República fue testigo del proceso de identificación y cremación del cadáver. El cuerpo n.º 326-2021, como los forenses han identificado a los restos de Guzmán Reinoso, fue consumido por 1.200 grados centígrados del horno crematorio del Hospital Naval, en Bellavista, Callao.
El cadáver n.º 326-2021 comenzó a incinerarse a las 3 y 20 de la mañana de hoy, viernes 24 de septiembre. Durante tres horas, el cuerpo n.º 326-2021, que es como los forenses han identificado a los restos mortales de Abimael Guzmán Reinoso, fue consumido por los 1.200 grados centígrados del horno crematorio del Hospital Naval Cirujano Mayor Santiago Távara, ubicado en la avenida Venezuela, en Bellavista, Callao.
Lo que quedaba del cabecilla terrorista que falleció por enfermedad el sábado 11 de septiembre, en su celda de la Base Naval del Callao, donde cumplía cadena perpetua, terminó como muchas de sus víctimas: devorado por el fuego. Con la diferencia de que los que perdieron la vida a manos de sus violentos seguidores fueron despedidos y llorados por sus familiares. Durante la cremación, nadie le dedicó una lágrima.
La corresponsal de la cadena de noticias estadounidense CNN, Jimena de la Quintana, el reportero del diario El Comercio, Ricardo León, y Ángel Páez, jefe de la Unidad de Investigación de La República, fueron los periodistas invitados por el ministro del Interior, Juan Carrasco, para que fueran testigos del último destino de lo que quedaba de Abimael Guzmán Reinoso.
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Las cenizas fueron entregadas a los ministros del Interior, Juan Carrasco, y al de Justicia, Aníbal Torres. Ambos acordaron en un acta que sería un secreto de Estado la disposición de las cenizas. A las 5 y 30 de la mañana acabó la cremación.
“Ni siquiera el presidente Castillo lo sabe”, precisó el ministro Carrasco.
“Es mejor, para así evitar que los senderistas conviertan en un lugar de culto y peregrinación dónde terminaron las cenizas de Guzmán”, añadió el ministro Torres.
El proceso, que concluyó con la incineración del cadáver de Guzmán, se inició en la Morgue del Callao, a las 10 y 52 de la noche del jueves, a unas cuadras de la comisaría Bellavista. Por coincidencia, el 13 de abril de 1992 los terroristas de Sendero Luminoso hicieron detonar un coche-bomba en la dependencia policial que mató a cuatro personas. En esa época, Abimael Guzmán creía que estaba muy cerca de tomar el poder para instaurar el régimen comunista que denominó República Popular de Nueva Democracia (RPND). Sin embargo, cinco meses después, los agentes del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) lo atraparon el 12 de septiembre de 1992. Nunca más salió en libertad.
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En las diligencias participaron, además de los ministros Carrasco y Torres, el titular de la Dirección contra el Terrorismo (Dircote), general PNP Óscar Arriola Delgado, y la fiscal Joselyn Purizaca Zeta. Todos concurrieron a la sala de necropsias donde se encontraba el cuerpo de Guzmán para que, en cumplimiento del protocolo recientemente dispuesto por el Ejecutivo, la fiscalía entregue el cadáver a los ministros del Interior y Justicia para dar cumplimiento a la cremación.
El procedimiento se cumplió conforme la Ley 31352, publicada el 17 de setiembre de este año, que precisa el destino de los cadáveres de los internos que cumplían cadena perpetua y traición a la patria, como cabecillas o elemento de la cúpula terrorista.
Lo primero que hicieron los forenses fue verificar que el cadáver correspondía a la misma persona cuyo cuerpo fue levantado en la Base Naval del Callao y luego fue sometido a necropsia en la morgue. En ambos casos se le tomaron impresiones dactilares. El perito dactilográfico tomó las huellas del cadáver y comprobó que se trataba del mismo.
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A continuación, los técnicos necropsiadores tomaron muestras de piel y de los cabellos de la nuca. Luego, voltearon el cuerpo para hacer una incisión profunda en el glúteo derecho de Guzmán, de donde obtuvieron otra muestra de piel.
Durante el procedimiento, Carrasco y Torres estuvieron en el tétrico lugar.
Definitivamente, se trataba de Abimael Guzmán. Para quienes lo vieron en vida durante el juicio por el caso Tarata, como el autor de esta nota, encontramos numerosas coincidencias no obstante el tiempo transcurrido. Las mismas cejas tupidas, los pies patizambos, la joroba pronunciada, la pelambre bajo el mentón, y lo que le quedaba de la enfurecida mirada. Tenía un ojo abierto y el otro cerrado.
Si nadie le decía a uno que se trataba del Guzmán, el feroz líder terrorista de Sendero Luminoso, podría haber confundido los restos como un muñeco de plástico lanzado a la calle, despintado por la exposición al sol.
Al terminar la jornada, los profesionales del Instituto Médico Legal que tuvieron a cargo de la validación de la identificación de Abimael Guzmán Reinoso, el cruel cabecilla de la organización terrorista Sendero Luminoso, nuevamente dieron vuelta a los restos mortales. Entonces fue posible observar con mayor claridad el rostro del autodenominado “presidente Gonzalo”, con el ojo derecho abierto y el otro cerrado. Eran evidentemente sus facciones. Todavía se notaba su barba gris. Se notaban suturaciones por los costados del cuerpo, producto de las necropsias.
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“Este señor nos ha tenido secuestrados 12 días, desde que llegó aquí, no obstante encontrarse muerto”, dijo la jefa de la Unidad Médico Legal, la doctora Daniela Ramos Serrano. A la médico Ramos le correspondió levantar el cuerpo de Guzmán de la Base Naval del Callao e ingresarlo en la morgue chalaca y proceder con la necropsia.
A pesar de las altas horas de la noche, familias residentes al frente del mortuorio, desde el segundo piso, observan las incidencias relacionadas con Abimael Guzmán.
“Nunca imaginé que estaría aquí presenciando al cadáver de Abimael Guzmán y asegurando que se cumpla con el protocolo para su incineración. Yo siento una sensación de alivio. Ya no será nunca más un problema, pero no debemos dejar de mirar a sus seguidores”, manifestó el ministro de Justicia.
Para trasladar el cuerpo de Guzmán desde la morgue hasta el crematorio, el jefe de Dincote, general PNP Óscar Arriola Delgado, llevó un féretro muy sencillo pero revelador. Sobre el catafalco había un Cristo de bronce con los brazos abiertos. Irónico, porque el cabecilla fue un ateo confeso.