A 450 metros sobre el río Urubamba, se alza una ciudadela, que desafía los confines del tiempo y la realidad. Machu Picchu, la mítica ‘ciudad perdida de los incas’, despliega un entramado de piedras dispuestas con precisión, como si cada una resguardara secretos ancestrales que murmuran al viento. Al transitar por sus senderos, rodeados de una vegetación exuberante, el viajero experimenta un sobrecogedor sentimiento de reverencia, sintiéndose invitado a desentrañar los enigmas que este enclave sagrado sigue resguardando.
La joya de los Andes se sitúa en una cresta montañosa de pendientes dramáticas, un entorno que resalta el ingenio de sus constructores. Este paisaje complicado hizo que uno de los antiguos pobladores y civilizaciones precolombinas del área andina de América del Sur tuviesen que emplear técnicas avanzadas para construir en un suelo tan irregular.
En diálogo con National Geographic, el arquitecto Vince Lee señaló que ninguna civilización elegiría construir en un terreno tan exigente como el de Machu Picchu sin una buena razón. “Desde un punto de vista técnico, el lugar escogido es difícil. (…) El área de trabajo es pequeña, está sobre una empinada cordillera; no hay tierras planas”, dijo.
Ahora bien, ¿por qué se eligió un terreno complicado para construir Machu Picchu? Esta es solo una de las muchas interrogantes que surgen cuando peruanos y curiosos extranjeros se aventuran a hablar sobre uno de los tesoros más preciados del Perú. Con el paso del tiempo, algunas de estas dudas se han ido aclarando, gracias a los resultados de estudios que han arrojado luz sobre los enigmas que envuelven a la ciudadela. Uno de los más recientes se enfoca en desentrañar el origen de sus habitantes.
Machu Picchu, un lugar habitado por personas de diferentes orígenes
Un estudio científico publicado en la revista Science Advances desveló que Machu Picchu no solo albergó a sus residentes locales, sino que también fue un punto de encuentro para personas procedentes de casi toda Sudamérica, e incluso de la vasta Amazonía. Constructores y sirvientes habrían provenido de distintas latitudes del Tahuantinsuyo.
El equipo de investigadores liderado por Lucy Salazar de la Universidad de Yale (Estados Unidos) llevó a cabo la secuenciación y el análisis del ADN de hace 500 años preservado en los restos dentales de 34 individuos encontrados en la ciudadela inca. Según los científicos, estos individuos llegaron desde todas partes del Imperio incaico, incluyendo regiones costeras y montañosas de Perú, así como áreas de Ecuador, Colombia, Brasil y Paraguay.
A través del estudio se pudo conocer que entre los años 1420 y 1532, la mayor parte de los habitantes eran sirvientes conocidos como ‘yanacona’ (hombres) y ‘aclla’ (mujeres), quienes eran étnicamente diversos.
Los investigadores compararon la información genética obtenida de estos restos con la de personas de yacimientos en los alrededores de Cusco y el valle de Urubamba, además de 30 genomas modernos de Sudamérica, para analizar su parentesco. Este enfoque interdisciplinario permitió obtener una visión más completa de la diversidad genética presente en la ciudad.
En un apartado del artículo científico se señala que individuos procedentes de distintas latitudes de América del Sur y con variados orígenes genéticos vivían, se reproducían y eran enterrados juntos en la ciudadela inca. La mayoría de las personas que llegaron al territorio en cuestión no tenían lazos de parentesco.
En una publicación de The Conversation, Ricarda Davidson, coautora del estudio citado, mencionó que de los 34 individuos analizados, 17 provienen de regiones costeras y andinas de Perú, además de regiones amazónicas de Perú, Ecuador y Colombia. Otros 13 presentaban ascendencia mixta de lugares tan lejanos como Brasil y Paraguay, mientras que el resto parecía originario del área inmediata de Machu Picchu.
Los académicos también revelaron que los habitantes de la ciudad inca vivieron con ciertas comodidades, alcanzando edades avanzadas sin signos de malnutrición, enfermedades graves o lesiones asociadas a violencia o trabajos pesados. Esta información sugiere que, pese a sus orígenes diversos y posiblemente humildes, las condiciones de vida en Machu Picchu permitían cierto grado de bienestar.
Estos descubrimientos revolucionan la visión tradicional de Machu Picchu, que, de un tiempo a esta parte, era considerado por un sector de la población peruana como un centro aristocrático y ceremonial. Este análisis pone de manifiesto la importancia en la red de intercambios culturales del Tahuantinsuyo.
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El cusqueño que descubrió Machu Picchu antes que Hiram Bingham
Agustín Lizárraga, un agricultor y explorador instruido, descubrió Machu Picchu en 1902, nueve años antes que Hiram Bingham. Se cuenta que el cusqueño trabajaba estacionalmente en sus tierras. Su vida terminó trágicamente en febrero de 1912, cuando se ahogó en las aguas del río Vilcanota.
El hallazgo de la ‘ciudad perdida de los incas’ por parte del peruano se da a conocer en el libro “Agustín Lizárraga. El gran descubridor de Machu Picchu”, de Américo Rivas Tapia. “Es la primera vez que se escribe sobre el agricultor cusqueño y se toca en profundidad la historia moderna de Machu Picchu antes de Hiram Bingham”, dijo a Andina en referencia a su publicación.
La vez que Machu Picchu fue declarada maravilla del mundo moderno
El 7 de julio de 2007, Machu Picchu alcanzó un reconocimiento histórico al ser nombrado como una de las 7 maravillas del mundo moderno. Este honor fue resultado de una votación global organizada por la Fundación New 7 Wonders, en la que participaron millones de personas de todo el planeta, incluidos numerosos peruanos.
El anuncio de los ganadores se realizó en una ceremonia en Lisboa, la capital de Portugal. Con más de 100 millones de votos emitidos, la ‘ciudad perdida de los incas’, con su enigmática historia, se aseguró un lugar entre las 7 maravillas del mundo moderno. Tras este acontecimiento, el turismo en Cusco se intensificó.