Conoce la cosmovisión andina y su influencia en la renovación anual del puente Q’eswachaka, una tradición que une a las comunidades quechuas hasta nuestros días
Los investigadores que se aventuran en el estudio de la civilización inca se encuentran ante inmensas obras. El antiguo pueblo peruano todavía logra cautivar al mundo contemporáneo por su patrimonio fascinante y enigmático.
Desde sus primeras expansiones territoriales hasta su confrontación con los conquistadores, este periodo abarca una narrativa compleja. Sin embargo, más allá de estos eventos, gran parte de nuestro entendimiento se apoya en relatos transmitidos oralmente, cuya veracidad resulta difícil de corroborar, dada la ‘ausencia’ de sistemas de escritura desarrollados por los incas.
Además, la estructura política del Imperio incaico fue una de las más complejas y avanzadas de la América precolombina. Según el historiador peruano Luis Valcárcel, el propósito fundamental del Estado inca era asegurar el bienestar de todos sus habitantes, a diferencia de muchas otras monarquías históricas que se centraban en defender los intereses de grupos privilegiados.
Por ello necesitan vías para desplazarse a lo largo y ancho de su territorio, los incas empleaban una variedad de métodos. Entre estos, destaca uno que ha resistido el paso del tiempo y persiste hasta hoy en día en la región de Cusco.
El puente hecho de paja, piedra y madera
A unas tres horas y media de la ciudad de Cusco, en el distrito de Quehue, provincia de Canas, a una altitud de 3.700 metros sobre el nivel del mar, se encuentra un monumento de ingeniería que viene desafiando el paso del tiempo por más de seis siglos: el puente Q’eswachaka. Con sus 30 metros de largo, esta estructura, elaborada con paja, madera y piedra, sigue en pie hasta hoy en día, siendo reconocida en 2013 como Patrimonio Cultural Inmaterial por la Unesco.
El Q’eswachaka es el último resto de los numerosos puentes que los incas construyeron a lo largo de su imperio en nuestro país. Concebidos para superar la geografía andina, estas plataformas requerían reconstrucciones periódicas. Esta necesidad de movilidad impulsó su creación, dando origen a una extensa red de caminos conocida como Qhapaq Ñan. Esta conectaba las diversas regiones del Tahuantinsuyo, que abarcaba Collasuyo, Contisuyo, Chinchaysuyo y Antisuyo.
Estos puentes temporales eran fruto del trabajo comunitario, conocido como minka, en el que todos los miembros de la comunidad participaban por turnos para llevar a cabo las obras públicas, como la construcción de caminos o puentes, así como la agricultura.
Este conocimiento ancestral de la construcción de puentes fue transmitido de generación en generación, lo que ha permitido que el puente Q’eswachaka permanezca en pie hasta nuestros días.
La cosmovisión andina
En la cosmovisión andina, la renovación y el trabajo en comunidad eran pilares fundamentales. Así como la siembra precede a la cosecha y la crianza de animales precede a la producción, ciertas obras arquitectónicas deben ser reemplazadas con el tiempo.
El puente Q’eswachaka, en este sentido, no solo representa el arte y la habilidad de los pobladores, sino también marca el comienzo de un nuevo ciclo en las alturas. Las comunidades quechuas de Huinchiri, Chaupibanda, Choccayhua y Ccollana Quehue se congregan anualmente, siguiendo la tradición de la minka incaica o trabajo colectivo, para fortalecer sus lazos y dar inicio a sus labores.
Actualmente, este puente simboliza la conexión continua entre las personas, su tierra y su historia. La renovación anual del puente es el centro de la cohesión social entre las comunidades participantes, siendo esencial para la preservación de su identidad cultural.
La tradición continúa hasta nuestros tiempos
Cada año, un evento extraordinario marca este lugar: la renovación del puente. Los habitantes se reúnen para demoler la estructura construida el año anterior, dejándola caer sobre las aguas del río. Sin embargo, este proceso se pone en marcha días antes, cuando los pobladores se adentran en busca de la q’oya, una fibra vegetal resistente empleada en la construcción del puente. La preparación comienza con la llegada del equinoccio de invierno, donde se teje más que se construye, en una labor totalmente manual.
Durante la ceremonia, mujeres y niños recolectan el material de paja usado para las bases del nuevo puente. Una vez recolectada, se seca durante un día y luego se golpea con piedras y se remoja para endurecerla. Posteriormente, se elabora la q’iswa, que consiste en unir varias q’oyas para formar una soga, en una labor en la que participa toda la familia. Los hombres se unen para colocar las sogas tejidas y entrelazadas sobre una base de ramas que cubrirá la plataforma por completo.
El proceso de renovación del puente, que dura tres días, incluye rituales y ofrendas a la Pachamama, la madre tierra, y a los Apus, las montañas. Un paqo, intermediario de los Apus o sacerdote andino, solicita permiso mediante ofrendas antes de iniciar cualquier labor importante para evitar accidentes o fallos en la construcción.
Para la edificación del nuevo puente sobre el río Apurímac, las autoridades de cada comunidad integran largas queswas o soguillas, que serán torcidas y trenzadas para formar las barandillas y el piso del puente. Los cabos se amarran a las bases de piedra en cada extremo del desfiladero, y una extensa alfombra de ramas cubre el suelo de la plataforma. Expertos en tejer puentes dirigen la tarea, y una vez finalizado, los líderes expresan gratitud en un discurso y plegarias.
Una vez completado, los líderes de las comunidades inauguran la nueva construcción en una festividad con un banquete donde se consume carne de cerdo y cuy, y se baila desde el amanecer hasta el anochecer, en una fiesta llena de alegría y danzas tradicionales. Este conocimiento transmitido de generación en generación ha mantenido viva la cultura andina durante siglos.
El Qhapaq ñan y su influencia en esta tradición
Los caminos del Inca, una extensa red de rutas que conectaban diversas regiones del Imperio del Tahuantinsuyo, sirvieron como arterias vitales para el tránsito de los antiguos peruanos. Los expertos resaltan el puente Q’eswachaka como uno de los grandes legados de la mayor red de caminos prehispánicos, conocida como Qhapaq Ñan, una obra de ingeniería sin comparación en la historia.
Esta red vial fue esencial para la expansión del Imperio Incaico, ya que unía localidades distantes a través de una intrincada red de caminos. La construcción de este sistema de senderos inevitablemente implicó la necesidad de construir puentes para superar la accidentada geografía andina. Algunos de estos puentes eran de piedra, otros de madera y paja, mientras que también se fabricaron puentes colgantes utilizando fibras vegetales, como la antes mencionada.