En la zona costera de la región central del Perú se localiza una zona donde el acoplamiento de placas es máximo, es decir, un área que viene acumulando esfuerzos y cuya liberación de energía podría generar un sismo de magnitud similar al ocurrido en Pisco en 2007 o incluso mayor, concluyen diversas investigaciones realizadas por el Instituto Geofísico del Perú (IGP).
“Aunque la mayoría de personas percibe este escenario de peligro como un evento lejano, el desarrollo de acciones de prevención para hacer frente a dicho sismo debe ser una prioridad en el país”, alertó Hernando Tavera, presidente ejecutivo del IGP.
¿Se imaginan que Lima, ciudad con alrededor de 10 millones de habitantes, sea sacudida por un sismo de M8.0 o de mayor magnitud? Hoy, 15 años después del terremoto de Pisco de 2007, esta pregunta, aunque escalofriante, tiene una respuesta clara por parte de la ciencia, precisa.
En esa línea, el sismólogo remarcó el rol que la educación debe desempeñar en el fortalecimiento de la cultura de prevención de la población, en especial de las futuras generaciones.
“Hoy vivimos una época en la cual la ciencia lucha por abrirse paso frente a noticias falsas y especulativas cada vez que ocurre un sismo. Sin embargo, la población, sobre todo los más jóvenes y pequeños, deben buscar en la ciencia las respuestas a sus dudas y el conocimiento que les permita saber cómo actuar frente a este futuro sismo que tarde o temprano tendrá que ocurrir”, reflexionó Tavera.
El IGP viene finalizando la instalación de las 106 estaciones acelerométricas que son parte del Sistema de Alerta Peruano (ASPe).
Actualmente, viene trabajando con cada uno de los 10 gobiernos regionales costeros, desde Tumbes hasta Tacna, para la implementación de centros de control, espacios desde los cuales se emitirán las alertas hacia las sirenas que el Instituto Geofísico del Perú (Indeci), de la mano de los gobiernos locales, instalará en las áreas urbanas de cada región.
“El éxito del SASPe no depende exclusivamente del funcionamiento adecuado del sistema, es decir, de los sensores y sirenas de alerta, la clave radica en que la población sepa qué hacer con los segundos ganados antes del arribo de la onda sísmica. He ahí la importancia de invertir tiempo en educación en nuestras casas, colegios, universidades, instituciones y centros de trabajo”, finaliza Tavera.