Te explicamos qué fue la Inquisición, su origen y cómo fue su desarrollo en el mundo. Además, cuáles fueron sus características y consecuencias.
¿Qué fue la Inquisición?
Se conoce como Inquisición o Santa Inquisición a una serie de instituciones y procedimientos judiciales dependientes de la Iglesia católica o de clérigos al servicio de gobiernos seculares que surgieron en Europa en la Edad Media y la Edad Moderna.
Su función era la detección, persecución y condena de la herejía mediante interrogatorios, torturas y otras técnicas de obtención de pruebas. El término “inquisición” proviene del latín “inquisitio”, que alude a la acción de inquirir, es decir, examinar detenidamente algo.
Los procesos eran conducidos por inquisidores, agentes eclesiásticos con la potestad de someter a juicio la fe de las personas y de ejercer roles judiciales y de investigación. Cuando se dictaban penas de muerte, la ejecución del castigo recaía en las autoridades civiles.
En general se reconocen tres etapas en la historia de la Inquisición:
- La Inquisición medieval, que surgió a fines del siglo XII y se consolidó en el siglo XIII.
- La Inquisición española, que se instauró a fines del siglo XV.
- La Inquisición romana, que nació en el siglo XVI.
Se desconoce la cantidad de personas que perdieron la vida quemadas en la hoguera por orden de la Inquisición o que fueron sometidas a tortura física para obtener confesiones de herejía. Además de las víctimas humanas, se prohibieron y destruyeron libros.
Origen de la Inquisición
La Inquisición surgió como un procedimiento judicial de la Iglesia católica en 1184 cuando el papa Lucio III promulgó la bula Ad abolendam en la que encargó a los obispos que investigaran y persiguieran a personas sospechosas de herejía (es decir, contrarias al dogma eclesiástico) en sus diócesis.
La Inquisición de esta época se dirigió principalmente contra los cátaros y otros herejes como los valdenses, pero funcionó de forma intermitente y no fue organizada por una institución central sino por los obispos. Por esta razón se la suele llamar Inquisición episcopal.
En 1231 el papa Gregorio IX promulgó la bula Excommunicamus, en la que estableció la creación de tribunales eclesiásticos y el nombramiento de los primeros inquisidores sometidos directamente a la autoridad papal, mayormente frailes dominicos y franciscanos. A este grupo de instituciones se lo suele llamar Inquisición papal o pontificia.
Con el tiempo la Inquisición pontificia extendió su persecución a otros herejes y a casos de presunta hechicería en diversas partes de Europa, como Francia, Italia y Alemania. La difusión de manuales inquisitoriales, como Práctica de la Inquisición de Bernardo Gui (1261-1331), permitió la estandarización de los procedimientos.
La Inquisición en la Edad Media
Los tribunales de la Inquisición pontificia en la Edad Media eran presididos por un inquisidor que actuaba como delegado del Papa. Los procesos por herejía podían comenzar sin que existiera una acusación formal, por lo que una mera sospecha era razón suficiente para iniciarlos.
El inquisidor ofrecía al sospechoso la posibilidad de confesar su culpabilidad bajo juramento y de testificar también contra otros, lo que ampliaba la lista de personas a investigar e interrogar. Estos juicios solían ser secretos y el sospechoso carecía de un abogado o una defensa, aunque se mantenía un registro escrito que anotaba un notario. A partir de la bula Ad extirpanda (1252) del papa Inocencio IV, el inquisidor estaba autorizado a emplear la tortura para obtener confesiones, tarea de la que se ocupaban asistentes laicos.
Los sospechosos solían permanecer encerrados en prisiones mientras duraba el proceso. El inquisidor interrogaba también a testigos y consultaba con letrados. Las sentencias a quienes eran encontrados culpables de herejía eran dictadas en una homilía pública. Quienes manifestaban arrepentimiento podían recibir penitencias religiosas, el estigma de llevar cruces amarillas en sus ropas o la prisión. Quienes se negaban a abjurar eran condenados a morir en la hoguera y entregados a la autoridad secular para que cumpliera la ejecución. Los bienes del condenado eran confiscados y empleados para sufragar los gastos del proceso y de la ejecución.
La Inquisición española
Aunque ya había sido introducida en el reino de Aragón en el siglo XIII, la Inquisición fue instaurada formalmente en el reino de Castilla en 1478 por la bula Exigit sincerae devotionis affectus del papa Sixto IV. Esta bula facultaba a los Reyes Católicos para nombrar inquisidores que debían investigar y castigar presuntos casos de herejía en el territorio de las coronas de Castilla y Aragón.
Lo peculiar de la Inquisición española fue que, aunque reconocía la autoridad papal, dependía directamente de la monarquía española. La Inquisición portuguesa, que nació a comienzos del siglo XVI, imitó este modelo y quedó bajo la autoridad principal de la corona de Portugal.
Los primeros inquisidores del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (como se llamó a la Inquisición española) fueron nombrados en 1480 y se desempeñaron en Sevilla, donde tuvo lugar el primer “auto de fe” en 1481 que condenó a seis personas a morir en la hoguera. Los “autos de fe” eran ceremonias públicas en las que los acusados podían abjurar de sus presuntos errores o ser entregados al “brazo secular” (es decir, a la autoridad civil) para su ejecución.
El principal objetivo de los inquisidores eran los judíos conversos y sus descendientes que, aunque se habían convertido al cristianismo, se creía que seguían practicando en secreto rituales religiosos judíos.
En 1483, el Papa autorizó el nombramiento por parte de la monarquía española de un inquisidor general, que posteriormente pasó a presidir el Consejo de la Suprema Inquisición (conocido como “la Suprema”). El primer inquisidor general fue Tomás de Torquemada (1420-1498) y bajo su autoridad se estima que murieron en la hoguera alrededor de 2000 personas.
A principios del siglo XVI, los musulmanes que permanecían en España fueron forzados a convertirse al cristianismo y esto provocó una persecución de conversos (llamados “moriscos”) sospechosos de mantener en secreto la fe islámica. La Inquisición española fue abolida definitivamente en 1834.
La Inquisición en América
Tanto la Inquisición española como la portuguesa extendieron su autoridad sobre las colonias en América. Inicialmente la autoridad inquisitorial solía recaer en frailes dominicos o franciscanos. Durante el siglo XVI se establecieron tribunales en las grandes ciudades o capitales de virreinato, como la ciudad de México, Lima y Cartagena de Indias. En Brasil actuaban visitadores inquisitoriales dependientes del tribunal de Lisboa.
En México se comenzaron a realizar procesos inquisitoriales desde el momento mismo de la conquista en 1521, como parte de la “conquista espiritual” de los nativos. Pero los primeros autos de fe se realizaron en 1528 y conllevaron la ejecución en la hoguera de dos conquistadores sospechosos de ser judeoconversos, que confesaron bajo tortura que seguían practicando la fe judía.
También se destruyeron códices mayas y fueron investigados indígenas acusados de poligamia, bigamia, amancebamiento, hechicería, adivinación y superstición.
En 1571 se creó el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México, que dependía directamente del Consejo de la Suprema Inquisición de España. También se crearon tribunales en Lima (1571) y en Cartagena de Indias (1610).
Los cargos solían ser dirigidos contra personas consideradas “judaizantes”, protestantes (entre estas, algunos eran piratas ingleses y franceses) o herejes de diversas características.
En la América protestante también hubo casos de condena y ejecución de personas por motivos religiosos. Los famosos juicios de Salem son solo un ejemplo de varios que tuvieron lugar en el siglo XVII en las colonias británicas.
La Inquisición romana
En 1542 fue creada la Inquisición romana con el objetivo de perseguir a los impulsores de la Reforma protestante, movimiento cristiano opuesto a la ortodoxia católica que surgió en Europa en el siglo XVI. También actuó contra pensadores que eran considerados sospechosos de cuestionar la doctrina religiosa de la Iglesia (por ejemplo, Giordano Bruno y Galileo Galilei).
La Inquisición romana, también llamada Congregación del Santo Oficio, formaba parte de la llamada Contrarreforma y aspiraba a tener jurisdicción sobre toda la cristiandad, aunque su acción se enfocaba principalmente en Italia. Sus tribunales eran controlados por un grupo de cardenales nombrados por el papa que integraban la Congregación junto a otros prelados. Entre sus actividades se contó también la elaboración de un índice de libros prohibidos titulado Index auctorum et librorum prohibitorum.
Torturas y ejecuciones de la Inquisición
La tortura, la humillación pública y la muerte por ejecución fueron prácticas empleadas por la Inquisición. La tortura, en particular, podía tener dos funciones: obtener una confesión durante el proceso o servir de castigo ejemplarizante antes de que se consumara una ejecución.
En los manuales de inquisidores se solía reconocer que obtener confesiones mediante torturas podía dar lugar a falsas atribuciones, pues el torturado estaba dispuesto a confesar o delatar a otras personas con tal de que culminara su tormento. Por esta razón, en ocasiones se recomendaba reiterar las preguntas sin el uso de la tortura. En la práctica, el temor a volver a experimentar suplicios podía llevar a los acusados a confirmar su confesión.
Algunos de los métodos de tortura más conocidos eran el potro, la garrucha y el tormento del agua introducidos durante los años de la Inquisición española.
Cuando se dictaba la pena de muerte, reservada para los casos considerados más graves, el acusado era entregado al “brazo secular” y generalmente quemado vivo en la hoguera en un espacio público. Si se arrepentía, podía ser ejecutado por ahorcamiento mediante el garrote vil antes de que ardiera la pira. En muchas ocasiones el acusado era ejecutado “en efigie”, es decir, se utilizaba una imagen o muñeco sustituto debido a que había sido juzgado en ausencia o había muerto durante el juicio.
La caza de brujas
En la Edad Moderna, uno de los cargos que investigaba la Inquisición era el de brujería. La figura del brujo y, sobre todo, de la bruja como personas que encarnaban la desviación religiosa y la asociación con el demonio surgió de creencias populares y del modo en que los teólogos interpretaron dichas creencias. La caza de brujas fue especialmente intensa en países como Alemania y llegó incluso a regiones de América.
En 1484 el papa Inocencio VIII promulgó una bula en la que autorizaba a la Inquisición a perseguir y condenar a las personas sospechosas de brujería.
Los años de mayor actividad de la persecución de la brujería se dieron entre 1580 y 1630. A menudo, las denuncias nacían de meras sospechas o de rivalidades vecinales y daban origen a mayores delaciones producto de la histeria colectiva. Los tribunales que se encargaban del proceso podían ser eclesiásticos o laicos. Quienes eran encontrados culpables solían ser quemados en la hoguera por autoridades seculares. En Inglaterra y en las colonias británicas también hubo cazas de brujas lideradas por protestantes, particularmente puritanos, como en los famosos juicios de Salem en Massachusetts.
Otros cargos comunes en los procesos conducidos por la Inquisición eran los de alquimia, sodomía (homosexualidad), paganismo, apostasía (renuncia a la fe católica) y diversas formas de herejía (desobediencia a la ortodoxia católica).
En 1657 la Iglesia católica reconoció en una instrucción titulada Pro formandis que la Inquisición romana había incurrido en torturas excesivas y sentencias injustas por presuntos casos de brujería. De todos modos, los tribunales continuaron ejecutando personas en diversos países y la última ejecución tuvo lugar en Suiza en 1782.
La condena de Galileo Galilei
Galileo Galilei (1564-1642) fue uno de los pensadores más importantes de la Edad Moderna. Nacido en Pisa (Italia), se dedicó a las matemáticas, la astronomía, la física y contribuyó además a sentar las bases del método científico.
Mediante la utilización del telescopio realizó observaciones astronómicas que le permitieron concluir que Nicolás Copérnico (1473-1543) había tenido razón cuando afirmó que la Tierra no era el centro del universo sino que giraba alrededor del Sol (lo que se conoce como “teoría heliocéntrica”). Esta afirmación iba en contra de la doctrina de la Iglesia, que defendía el modelo geocéntrico que planteaba que todos los astros giraban en torno a la Tierra.
La teoría heliocéntrica fue considerada herética y, en 1633, Galileo fue convocado a Roma por la Inquisición.
Fue interrogado, considerado sospechoso de herejía y debió retractarse de sus ideas. Fue sentenciado a prisión perpetua y pasó los últimos años de su vida encerrado en su casa de Florencia.
Una anécdota sostiene que luego de abjurar frente a la Inquisición, Galileo murmuró “eppur si muove” (“y, sin embargo, se mueve”), en relación a la rotación de la Tierra que acababa de verse obligado a negar. De todos modos, no existe evidencia de que haya pronunciado estas palabras.
El proceso contra Juana de Arco
Un caso célebre conducido por un tribunal eclesiástico durante la Edad Media fue el proceso contra Juana de Arco, una joven campesina de comienzos del siglo XV que encabezó tropas del ejército francés en su lucha contra los ingleses y facilitó que Carlos VII fuera coronado rey de Francia.
Juana fue capturada por los borgoñones durante una campaña militar en 1430 y fue entregada a los ingleses. Dado que Juana sostenía que tenía visiones divinas, los ingleses la sometieron al examen de un tribunal eclesiástico presidido por el obispo francés Pierre Cauchon, y fue encontrada culpable de alrededor de setenta cargos, entre ellos blasfemia, vestirse como hombre y ser sospechosa de herejía.
Fue sentenciada a morir en la hoguera y ejecutada por el brazo secular en el Mercado Viejo de Ruan en 1431, cuando tenía 19 años.
Malleus maleficarum
El Martillo de las brujas (en latín, Malleus maleficarum) es un tratado exhaustivo sobre brujería y caza de brujas escrito por el fraile dominico e inquisidor alemán Heinrich Kramer con la posible coautoría del fraile Jakob Sprenger.
Se publicó originalmente en Alemania en 1486 y tuvo numerosas reediciones durante los siglos XVI y XVII. Junto con la bula Summis desiderantes affectibus (1484) del papa Inocencio VIII (que daba su aprobación a la persecución y castigo de “brujas” por parte de la Inquisición), Malleus maleficarum contribuyó a difundir por Europa y partes de América la visión de la brujería como una forma de satanismo y como una de las herejías más peligrosas.
Este libro describe el fenómeno de la brujería mediante una recopilación de creencias preexistentes y detalla los procedimientos para descubrir, interrogar (recurriendo a la tortura) y juzgar especialmente a las mujeres sospechosas de ser “brujas”. Además presenta a las mujeres como particularmente inclinadas a caer en la tentación del diablo.