LA TRANSFORMACIÓN ARQUITECTÓNICA DE LIMA INICIO DE LA REPUBLICA
Los monumentos históricos de la independencia del Perú representan la historia de la construcción de la ciudad de Lima. La ciudad se embellece con los monumentos. Los monumentos son estructuras que recuerda el acontecimiento histórico. Los monumentos de la independencia se entrelazan con la historia de la ciudad y establecen puentes con la peruanidad.
Los monumentos históricos tienen que ver con nuestra historia de vida y está influenciado por el concepto de mundo que manejamos, por el concepto de mundo que prevalece en el tiempo y lugar en el que vivimos. Los monumentos representan la imagen idealizada de la independencia.
Los Monumentos Históricos de la Independencia del Perú
Fue en 1921 que las diferentes comunidades de extranjeros en el Perú se sumaron a las celebraciones por el centenario de la independencia del Perú, lo que implicó que donaran monumentos recordatorios. Las celebraciones por el Centenario de la Independencia del Perú se inician en el año 1921, en el que se cumplía el primer centenario de la Independencia, y se encontraba en el poder, Augusto B. Leguía. Durante su gobierno, se vivió una prosperidad que se veía en las calles de la capital, Lima y que la población limeña reconocía. Leguía era un político formado en el mundo empresarial, donde tuvo relativo éxito; los conocimientos que aprendió ahí los volcó en el campo de la administración pública.
Durante los homenajes que se iniciaron en 1921, llegaron a Lima delegaciones de 34 países para presentar su saludo a ese presidente que daba que hablar fuera de la patria debido a sus contactos con el exterior, herencia de la trayectoria comercial que tuvo antes de iniciar su vida pública. Estos contactos se vieron fortalecidos porque el presidente comprendió la importancia que, como fuente de ingresos, tenía para el Perú el comercio exterior; así, una serie de productos nacionales fueron exportados porque los empresarios contaron en esa etapa con un fuerte apoyo del gobierno.
La ciudad de Lima fue engalanada para la ocasión con luces eléctricas que decoraban, entre otros edificios importantes, el Congreso de la República, el Palacio de Gobierno, la Plaza Mayor y la Torre del Parque Universitario, obsequio de la colonia alemana. También fueron adornados unos arcos o pórticos que ostentaban los escudos de las naciones con las que compartían la emancipación del Perú; Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia y Panamá, y que fueron colocados en las avenidas más visitadas por los vecinos y los turistas llegados para la ocasión.
Los pórticos, edificios y plazas fueron regiamente iluminados por la empresa Todo Eléctrico, propiedad del ingeniero Fernando Reusche Justo. La celebración fue larga porque la Independencia había sido un logro que tomó mucho tiempo y muchas vidas. Comenzó el 28 de julio de 1921, un siglo después de que el Libertador don José de San Martín pronunciara desde un balcón las históricas palabras como la Proclama literal de la Independencia. Sin embargo, a pesar de que ellas ofrecían un Perú “libre” e independiente por la voluntad del pueblo, en esa ocasión se cumplían cien años en los que, lejos de consolidarse esa libertad e independencia, la historia era un recuento de las disputas internas entre los peruanos. Los peruanos vivían en pugnas constantes que postergaban la posibilidad de desarrollar la industria, el comercio, la educación, la cultura; venían avanzando de a pocos, o más bien dando tumbos que no siempre los llevaban hacia adelante.
El gobierno del presidente de esa época, Augusto B. Leguía abarcó los años 1907 a 1912. Luego, él tuvo que salir del Perú durante cinco años, al término de los cuales volvió, invitado por Manuel Pardo. Leguía postuló y, en 1919 obtuvo nuevamente la primera magistratura por cinco años más. Al llegar el centenario, el presidente estaba a tres años de haber iniciado su segundo mandato, cuando todo era optimismo y el Perú le sonreía con justicia por la obra que estaba haciendo, consistente en consolidar la economía y el progreso, que es, a la postre, lo que la población ansiaba en ese momento y aún hoy esperan. El auge se traducía en economías sólidas, tanto de los nacionales como de los miembros de las colonias extranjeras radicadas en el Perú. El Perú disfrutaba de esa relativa y corta bonanza, y por eso algunas colonias, con ayuda de sus gobiernos naturales o sin ella, tomaron la decisión de regalarle a la ciudad de Lima un presente que perennizase el centenario y tradujese en la forma de un monumento que adornara la modernización progresista y afrancesada ciudad capital, de Lima.
Bajo el gobierno del presidente Leguía, la capital del Perú, Lima sufrió una transformación progresiva. Grandes avenidas como Alfonso Ugarte, La Colmena, el Paseo de la República crecían como resultado de la voluntad de hacer de Lima una ciudad moderna, que finalmente dejase de ser lo que había sido hasta entonces: un gran pueblo.
En 1921, la capital, Lima lucía como una de las urbes más florecientes de América Latina. Los ofrecimientos de dichos monumentos fueron hechos en 1921, pero no todos los obsequios estuvieron listos ese año. Algunos empezaron a construirse en esa fecha, pero como su ejecución demandaba tiempo, fueron entregados progresivamente hasta 1926, en una serie de ceremonias.
La idea original había sido que esos obsequios se entregasen entre 1921 y 1924, es decir, entre el centenario de la proclama de la Independencia del Perú por parte del Libertador don José de San Martín, que se cumplía el 28 de julio de 1921, y el de la Batalla de Ayacucho, celebrado el 9 de diciembre de 1924, que selló la independencia de la dominación de España en América. Sin embargo, no todas las colonias extranjeras llegaron a cumplir sus ofrecimientos en ese lapso.
Las colonias de extranjeros residentes en el Perú que ofrecieron regalos fueron la alemana, la francesa, la belga, la norteamericana, la china, la japonesa, la palestina, la inglesa, la italiana y la española. También hubo países que hicieron obsequios. Tal fue el caso de Argentina, que luego de la ceremonia del 28 de julio de 1921, dejó los caballos tucumanos, sus arreos y las lanzas con las que desfilaron los soldados que la patria de San Martín había enviado para recordar la epopeya libertadora; esos potros, de gran alzada, sirvieron para mejorar nuestra caballería militar.
El gobierno peruano de la época mandó construir la Plaza San Martín con un bello monumento ecuestre del libertador, realizado por el escultor español Ariano Benluire. El monumento descansa sobre un imponente pedestal y está rodeado de una plaza que se diseñó. Su inauguración, el 27 de julio de 1928, inició las celebraciones del centenario. La Municipalidad de Lima no se quedó atrás, y para la ocasión obsequió el bello monumento del almirante Bergasse du Petit Thouars que está localizado frente a la sede de Radio Nacional y la Plaza Washington. La capital del Perú fue visitada por numerosas delegaciones de otros países, motivadas por las relaciones internacionales que, había sabido tejer el gobierno del presidente Leguía. Posteriormente se publicó un libro en el que se hace un recuento de las visitas extranjeras, señalando no sólo la cantidad de integrantes de las delegaciones que llegaron a visitar el Perú durante esa época.
EL RELOJ DEL PARQUE UNIVERSITARIO
COLONIA ALEMANA – EL RELOJ DEL PARQUE UNIVERSITARIO
La colonia que representó Alemania, una de las más antiguas afincadas en el Perú, obsequió una torre con reloj, que está ubicada en el Parque Universitario. Este monumento contiene un mecanismo conectado a una serie de campanas que hacía que, a las doce del mediodía, tañese el Himno Nacional del Perú. Existen fotos en las que se puede apreciar la torre iluminada formando parte del conjunto de edificaciones que engalanaron la ciudad para el centenario, lo que hace ver que los alemanes, con su consabida organización, entregaron su obsequio antes de 1924.
El Parque Universitario es un parque ubicado en el centro histórico de la ciudad de Lima, capital del Perú. Es de forma rectangular y se encuentra en la intersección de las avenidas Abancay y Nicolás de Piérola.
Llamado así por encontrarse en él la antigua casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, considerada como la primera universidad en América. Esta universidad se instaló en esa ubicación en 1867 ya que su anterior local fue ocupado por el Congreso de la República. Actualmente en dicha locación se encuentra el Palacio Legislativo. Hasta 1965 la universidad se ubicaba en esta casona, trasladándose a su actual campus. Al acoger a la universidad, el Parque Universitario fue escenario de manifestaciones y revueltas de estudiantiles.
La construcción del parque se da en los años 1870 luego de que se iniciar la demolición de las murallas de Lima. Luego de varios años de deterioro durante los años 1980 y 1990, el Parque Universitario ha sido renovado y se han construido algunas piletas ornamentales, así como también un cerco perimetral.
En este parque se encuentran varios monumentos, así como un reloj monumental obsequiado a la ciudad por parte de la colonia alemana con motivo del centenario de la Independencia del Perú, en 1921.
Durante el gobierno municipal de don Alberto Andrade, la torre fue restaurada y su mecanismo, una vez reparado, se puso otra vez en marcha para deleite de los viandantes que llegan a este céntrico parque a gozar de los espectáculos que ahí se realizan, mientras a las doce el campanario toca el himno y a cada hora hace recordar al habitante que tienen una cita que atender, o quién sabe si pretende decirles que ha transcurrido una hora más sin que alcancemos aún la cita con la libertad.
COLONIA BELGA: LA UNIVERSIDAD NACIONAL AGRARIA LA MOLINA
Si bien la colonia que representa a Bélgica no ha sido nunca numerosa en el país, sí ha sido significativa su presencia en el campo educativo, que se remonta a la época de la Colonia, cuando encontramos a personajes de esa nacionalidad que participaron, por ejemplo, diseñando los muros de fortificación de Lima de antaño. La presencia belga en el Perú se manifestó casi siempre a través de la docencia en distintas disciplinas del saber. Tal vez lo más saltante fue el impulso que esta colonia le dio a la entonces escuela de agronomía, a partir de la cual se formó la Universidad Nacional Agraria La Molina, que llegaría a tener fama más allá de nuestras fronteras.
Esta colonia, que había pasado por todas las etapas de la vida en el Perú, no podía estar ausente en esa fecha tan especial, y obsequió un monumento del escultor belga Constantino Meunier (1831—1905), que representaba a un estibador. Esta pieza de bronce, de 2,10 metros de altura, fue inaugurada por el presidente Leguía en junio de 1922. Se ubicó al comienzo de la avenida Leguía, lugar que hasta hoy conserva, cosa poco común en la ciudad de Lima, donde con frecuencia las estatuas parecen caminar.
COLONIA BRITÁNICA: EL ESTADIO NACIONAL DE LIMA
Otra colonia que tenía una presencia política y económica importante era, sin duda, la del Reino Unido. Al igual que en otros países sudamericanos, los ingleses tenían grandes intereses comerciales en nuestro territorio. Mantenían en Lima un club británico, el Phoenix Club, en el que se seguían todas las costumbres londinenses. Fue sin duda en este lugar donde se gestó la idea de hacerle al Perú un obsequio por el importante aniversario de su Independencia. El Comité Británico del Centenario estuvo presidido por el general Archibald Cooper e integrado por los señores P. L. Bachelor, N. Xison, Malcolm Grant y Robert Wakeham; este último era, en ese tiempo, el comandante general del Cuerpo de Bomberos.
El Estadio Nacional de Lima, Perú es el principal escenario deportivo del país. Fue inaugurado el 27 de octubre de 1952 y tiene una capacidad para 42.500 espectadores. Muchas personas, inclusive cronistas deportivos, lo denominan “Estadio Nacional José Díaz”, debido al nombre de una de las calles que lo circunda, sin que ese sea su nombre oficial Aficionados como pocos a los deportes, los ingleses optaron por obsequiarle al Perú un estadio en el que se pudiese hacer campeonatos haciendo la reconstrucción y ampliación sobre el terreno que anteriormente ocupaba el Estadio Guadalupe y al que se le bautizó como Estadio Nacional de Lima
El planteamiento inicial contemplaba la construcción de un gran complejo deportivo y por ello su construcción demoró varios años. El Nacional contaba con una tribuna preferencial de madera y algunos palcos laterales a nivel del piso, lo que lo convertía en un estadio de estilo simple. Contaba además con una cancha auxiliar sin tribunas. Además, el complejo deportivo contaba con una Piscina olímpica donada por la colonia japonesa en 1935. Con una capacidad para 6.000 personas, el Estado ubicado en la Urbanización de Santa Beatriz fue inaugurado en julio de 1923.
En 1951, durante el gobierno del presidente Manuel A. Odría, el Estadio Nacional de Lima fue cerrado y derruido para dar paso a la construcción del actual Estadio Nacional. Sus tribunas de madera fueron destinadas a otros escenarios deportivos,
principalmente en el interior del país como también al Estadio Lolo Fernández del club Universitario de Deportes. Este estadio quedó en la memoria de la afición futbolística con el apelativo de Antiguo Estadio Nacional.
COLONIA FRANCESA LA PLACITA DE LA RECOLETA
Los franceses obsequiaron la actual Plaza Francia, anteriormente llamada Placita de La Recoleta, que incluye una estatua a La Libertad y esta realzada por 24 bancas sobre un piso de lajas y la fachada neogótica de la Iglesia de La Recoleta. La plaza fue restaurada, aunque aún no se le ha devuelto la antorcha que le fue robada.
Destaca el monumento en bronce del padre Dinthillac, fundador de la Pontificia Universidad Católica del Perú y la placa conmemorativa al almirante francés Bergasse du Petit Thouars, por su participación en la defensa de Lima durante la ocupación chilena en 1880.
Se dice que cuando la toma de la ciudad por el ejército chileno ya era inminente, el valeroso contralmirante amenazó a los jefes chilenos de bombardearlos si la ocupación no se hacía de manera pacífica. Esta acertada intervención evitó que Lima fuera totalmente destruida.
Es la antigua placita de La Recoleta. Debió su nombre a la presencia de la Iglesia de la Recoleta, cuya fachada neogótica persiste hasta nuestros días. A fines del siglo XIX la rodeaban unas columnas de cinco metros de altura que sostenían una ramada que albergaba un mercado con puestos de carne, papas, legumbres y otras especies como telas.
En el centro existía una pila en donde se proveían los aguadores (repartidores de agua) de la época. A la izquierda de la iglesia existió el ‘Hospicio para Mujeres Vergonzantes’. Un albergue de señoras que las guerras civiles y la guerra con Chile empobrecieron.
El Hospicio, cuentan los cronistas republicanos, exhalaba un aroma y un ambiente de casa grande. El fin era que las señoras recogidas recordaran las suyas propias, aquellas que la desgracia les arrebató.
La versión moderna de la plazoleta es un obsequio de la colonia francesa en Lima. El motivo fue la conmemoración del centenario de la Independencia del Perú de la corona española. La hermosa plaza es realzada por 24 bancas sobre un piso de lajas y la bella fachada neogótica de la iglesia.
COLONIA CHINA: LA FUENTE MONUMENTAL
Durante el siglo XIX se pudo apreciar un enorme movimiento migratorio chino para ir a poblar otras partes del mundo. Cientos de miles se repartieron por el sureste, suroeste y sur del Pacífico; muchos miles hacia Hawái y al continente americano; otros fueron llevados por millares a Panamá, Cuba y el Perú.
La escasez de mano de obra que padeció el Perú tras lograr la independencia en 1824 tenía causas muy profundas. Los fértiles valles costeños producían azúcar y algodón, y con el correr del tiempo la demanda de esos productos se incrementó haciéndose más notoria la falta de mano de obra en el campo. Según el censo de 1862, la población era de 2.487.916 habitantes. En 1876, otro censo arrojó la cifra de 2.699.945, población exigua para un país de más de un millón de kilómetros cuadrados. En 1847, se presentó al Congreso un proyecto de ley para favorecer la inmigración por el que se autorizaba al ejecutivo para firmar contratos por 10 años con los capitalistas y terratenientes deseosos de atraer extranjeros. Los que así llegaban podían gozar de una serie de privilegios. El proyecto fue rechazado, pero despertó gran interés por el tema y se efectuó una encuesta entre las autoridades, los prefectos de varios departamentos y la Sociedad de Agricultura de Lima.
La falta de mano de obra era apremiante y, presionada e influida por destacados capitalistas y terratenientes, el 17 de noviembre de 1849 el Congreso promulgó la Ley General de Inmigración, la cual no tardó en encontrar acérrimos opositores. Esta ley, cuyo objeto era favorecer la entrada de chinos, de ahí que se conociese popularmente como “Ley China”, fue la que tras la introducción de algunas modificaciones dio origen al gran movimiento migratorio de chinos al Perú.
Es necesario señalar que, a pesar de la inexistencia de relaciones diplomáticas entre China y el Perú, en 1849 varios terratenientes autorizados por el gobierno peruano trajeron alrededor de 75 colonos chinos un mes antes de la promulgación de la “Ley China”. Los monopolistas no tardaron en traer a estos trabajadores en grandes cantidades. Según estadísticas y registros incompletos, se estima que entre 1849 y 1874 entraron en el Perú alrededor de 100.000 colonos chinos.
La colonia china obsequió la Fuente Monumental, hecha en Italia por el escultor Mario Vannini que aún se puede ver en el Parque de la Exposición con un mensaje de fraternidad universal entre las razas representado por la escultura en la parte superior.
COLONIA NORTEAMERICANA: LA FUENTE ORNAMENTAL
La colonia de Estados Unidos donó una fuente ornamental de bronce que estaba ubicada frente a la residencia del embajador de norteamericano, en la avenida Arequipa.
COLONIA ITALIANA: EL MUSEO DE ARTE ITALIANO
La colonia italiana, animada por don Gino Salocchi, obsequió, el Museo de Arte Italiano, inaugurado en 1924. Está abierto al público hasta el día de hoy, en su lugar originario, en el Parque Neptuno. Se inauguró con seis salas y más de 200 obras de arte el 23 de marzo de 1924 en el antiguo Parque Neptuno, hoy convertido en Parque de los Museos.
El edificio del museo se ha mantenido desde su inauguración. El proyecto fue encargado al arquitecto milanés Gaetano Moretti, quien también realizó la construcción de La Fuente China, regalo que hizo la comunidad china al Perú en el contexto de las mencionadas celebraciones. Se ubica en la segunda cuadra de la Avenida Paseo de la República, en el Centro histórico de Lima al frente del Museo de Arte de Lima y cuenta con un amplio jardín, estacionamientos y seis salas para la exposición de su colección permanente y de las exposiciones itinerantes que allí se realizan. En la sala 2 se encuentra un vitral inspirado en La Primavera de Sandro Botticelli.
A través del edificio, tanto en diseño como en elementos decorativos, queda representado el arte italiano del pasado: elementos de la arquitectura de Bramante, relieves y detalles decorativos inspirados en Donatello, Ghiberti, Miguel Ángel y Botticelli. La fachada se completa con los escudos de las principales ciudades italianas y dos gigantescos mosaicos, hechos por la Asociación de Mosaicistas Venecianos, con los personajes más notables de la historia de Italia.
La primera selección de las obras que pertenecerían a la colección permanente del museo se realizó bajo la curaduría de Mario Vannini Parenti adquiriendo una donación superior a 200 obras, entre esculturas, pinturas, dibujos, grabados y cerámicos, de forma que quedaran representados artistas de todas las regiones de Italia. Gran parte de la colección data de principios del siglo XX, aunque no se puede apreciar el movimiento de vanguardia en el Museo.
COLONIA ESPAÑOLA: EL ARCO DE LA AMISTAD
El “Arco de la amistad”, monumento que la colonia española regaló a Perú en 1924 y que fue destruido en 1938, ha sido reconstruido e instalado en el distrito limeño de Surco. El arco, que ha costado 230.000 dólares, tiene 29 metros de altura y está recubierto por azulejos de características moriscas. El coste total del monumento ha sido financiado por las principales empresas españolas asentadas en Perú.
El obsequio de la colonia española fue “El Arco de la Amistad”, una construcción morisca inicialmente construida en el año 1924 y cuyo autor es desconocido, fue derrumbado para ampliar la Av. Arequipa. Su edificación empezó en agosto de 1921, y la comunidad española lo entregó como regalo a la ciudad de Lima en julio de 1924. (Vargas Sifuentes 2017).
En 1938, el presidente peruano Óscar Benavides ordenó la demolición del monumento, aludiendo a los problemas de tránsito que éste ocasionaba. La destrucción de este símbolo de los lazos de amistad entre Perú y España causó malestar en la colonia española, e incluso algunos interpretaron la orden de Benavides como un acto de venganza política contra el expresidente Leguía. En el año 2001, el alcalde de Santiago de Surco, Carlos Dargent, y la Colonia Española con la presencia de los Reyes de España, inauguraron el nuevo Arco de la Amistad, de 29 metros de altura, copia fiel de su predecesor,
COLONIA JAPONESA: EL MONUMENTO A MANCO CÁPAC
En el populoso distrito de La Victoria, en Lima, el monumento al inca Manco Cápac se erige imponente desde hace 81 años. Obsequio de la colonia japonesa por el centenario de la independencia del Perú, este coloso guarda detrás una singular historia.
Las calles y plazas de Lima tienen en sus incontables estatuas, efigies, bustos y placas recordatorios, el reflejo de una idiosincrasia que valora sobremanera a los personajes célebres y a los símbolos de su historia, que recuerdan glorias y éxitos pasados del Perú.
Uno de estos monumentos es una estatua del primer Inca del Perú, Manco Cápac, quien fundó el imperio del Tahuantinsuyo allá por el siglo XIII. Esta escultura, de más de cinco metros de altura, vigila desde hace 81 años a los transeúntes de la hoy denominada Plaza Manco Cápac, en el distrito de La Victoria, en Lima. La colonia japonesa obsequió el monumento a Manco Cápac ubicado en el distrito de La Victoria. Se encargó la obra al escultor David Lozano y en 1922 se efectuó la ceremonia de inicio, estuvo ubicada en el cruce de las avenidas Grau y Santa Teresa, a la que después se llamaría avenida Manco Cápac.
La Sociedad Central Japonesa (hoy Asociación Peruano Japonesa), que agrupaba a los inmigrantes japoneses, acordó donar la obra conmemorativa, decidiendo que fuera un monumento a Manco Cápac, por ser un emblema que hermanaba al Perú y al Japón, al ser considerado el antiguo Inca como “Hijo del Sol”, concepto también presente en la cultura japonesa. El monumento demoró en realizarse tres años, nueve meses y 21 días y costó aproximadamente 113 500 soles.
La colonia belga, donó una estatua de bronce de más de 2 metros de alto, que representa a un estibador. Realizada por el escultor belga Constantin Meunier, fue inaugurada en junio de 1922. Se encuentra ubicada en la plaza Bélgica.
Miami, julio 25
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