El adorado cantante mexicano era conocido por su rango operático y actuaciones maratónicas vestido de charro
Vicente Fernández, el poderoso tenor cuyas canciones de amor, pérdida y patriotismo inspiradas en la vida del México rural hicieron que se ganara el cariño de generaciones de aficionados y lo convirtieran en “el Rey” de la música ranchera tradicional, murió el domingo por la mañana. Tenía 81 años.
Su muerte fue anunciada en una publicación en su cuenta oficial de Instagram, aunque no se mencionó la causa ni dónde murió. Llevaba meses hospitalizado tras una lesión en la columna cervical que sufrió en agosto, de acuerdo con publicaciones anteriores de su cuenta.
Acompañado por sus mariachis, Fernández llevó la música ranchera, surgida en los ranchos de México en el siglo XIX, a toda Latinoamérica y más allá. Se presentó en algunos de los mayores escenarios del mundo ataviado con su característico traje de charro y su sombrero primorosamente bordado, una celebración de los orígenes campestres del género.
Grabó decenas de álbumes y cientos de canciones a lo largo de una carrera que abarcó seis décadas. Su perdurable popularidad se reflejó en una serie de reconocimientos de la industria, entre ellos un lugar en el Salón de la Fama de la Música Latina de Billboard, una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, tres premios Grammy y ocho premios Grammy Latino. Vendió decenas de millones de copias de sus álbumes y protagonizó decenas de películas.
Era conocido por dar conciertos épicos de horas de duración, por establecer una comunicación íntima y directa con sus admiradores y por beber tragos de las botellas de alcohol que le ofrecían. Conocido cariñosamente como “Chente”, decía a su público: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, su ‘Chente’ no deja de cantar”.
En una reseña para The New York Times de una actuación de 1995 en el Radio City Music Hall, Jon Pareles escribió que Fernández “cantaba con melodrama y potencia operística”, haciendo gala de su “ardiente voz de tenor” con “prodigiosos crescendos y un vibrato que podría registrarse en la escala de Richter”.
Siguió ofreciendo conciertos maratonianos hasta bien entrado en los setenta y tantos años. En un concierto de 2008 en el Madison Square Garden, Fernández presentó un espectáculo de tres horas. Una nota persistente emitida con su “viva voz de tenor, aunque ligeramente curtida”, podía sumir al público en un profundo silencio, escribió Jon Caramanica en su reseña publicada en el Times.
Vicente Fernández nació el 17 de febrero de 1940 en Huentitán El Alto, Jalisco, en el centro-oeste de México. Su padre, Ramón Fernández, era ranchero y su madre, Paula Gómez de Fernández, se dedicó al hogar y a criar a su hijo.
Creció viendo películas en las matinés protagonizadas por el cantante mexicano de música ranchera Pedro Infante, quien fue una influencia temprana para él. A los 8 años recibió su primera guitarra y comenzó a estudiar música folclórica. Dejó la escuela en el quinto grado y más tarde se trasladó con su familia a Tijuana tras la quiebra de su negocio ganadero. En 1999 reveló a Los Angeles Times que aceptaba cualquier trabajo que pudiera, de albañil, limpiabotas e incluso lavaplatos.
“Siempre he dicho que he llegado a donde estoy no por ser un gran cantante, sino por ser terco, tenaz y testarudo”, comentó Fernández.
Frecuentaba una plaza de Guadalajara llamada Plaza de los Mariachis, donde actuaba a cambio de propinas, según declaró a Los Angeles Times. Su carrera despegó después de ganar un concurso llamado La Calandria Musical cuando tenía 19 años, dijo en una entrevista de 2010 para KENS 5 de San Antonio. Se mudó a Ciudad de México, donde cantaba en un restaurante y en bodas, y tocó sin éxito a las puertas de las compañías discográficas locales.
Poco después de la muerte en 1966 de Javier Solís, uno de los cantantes mexicanos más populares, especializado en boleros y música ranchera, los sellos discográficos lo buscaron. Fernández grabó entonces sus primeros discos, que incluían éxitos como “Volver, volver” que lo llevaron a un nivel de fama que nunca imaginó, según le dijo a KENS 5. Luego vendrían otros éxitos, como “El rey” y “Lástima que seas ajena”.
“Cuando empecé mi carrera, siempre tuve la confianza de que algún día lo lograría, pero nunca imaginé que llegaría a las alturas en las que el público me ha colocado”, afirmó Fernández.
Las declaraciones públicas que hizo en sus últimos años en ocasiones lo metieron en problemas, como cuando dijo en una entrevista en 2019 que había rechazado un trasplante de hígado porque temía que el órgano donado pudiera ser de una persona homosexual o un drogadicto. A principios de este año, pidió disculpas después de que lo captaron en un video tocando el pecho de una de sus seguidoras sin su consentimiento mientras posaban para una foto.
Fernández se casó con María del Refugio Abarca Villaseñor en 1963. Ella le sobrevive, al igual que los hijos de la pareja, Vicente, Gerardo, Alejandra y Alejandro, intérprete de música ranchera que cuenta con varias nominaciones al premio Grammy.
Cuando le preguntaron si seguía alguna rutina o realizaba ejercicios que fueran la clave de su longevidad como cantante, Fernández le dijo a KENS que caminaba todos los días una hora y montaba a caballo cuando estaba en su rancho. Pero durante las giras, “no salgo de los hoteles”, aseguró.
“Aun así, eso me mantiene saludable”, declaró. “Mi voz está bien descansada. Cuando oigo los aplausos del público, no sé de dónde sale la voz, pero dura tres horas. Tendrán que preguntarle a Dios para averiguar cómo me bendice en cada ocasión”.