Hace un tiempo llegue a esta misteriosa isla, ubicada en medio del Océano Pacifico, la cual lleva el título de “El Lugar Habitado más Apartado del Mundo”. Fueron dos motivos los que me llevaron a conocer Isla de Pascua: fotografiar sus místicos moais y bucear entre las cuevas y restos volcánicos del mar que la rodea.
En esta Isla, de solo 170 km2, fue testigo del desarrollo una gran cultura, pero a diferencia de otras, esta prácticamente se auto destruyó. Los Rapa Nui aniquilaron a las aves y deforestaron los bosques por motivos de supervivencia. Esto detonó en escasez de alimentos y de materia prima para la fabricación de canoas lo que sentenció su futuro. Cuenta la leyenda que terminaron comiéndose entre ellos.
Uno de los días, regresando de una trekking al volcán Terevaka (el punto mas alto de la isla), observo mi mapa y encuentro, cerca de donde estaba, unos restos conocidos como Ahu Vinapu. Ni corto, ni perezoso salí en busca de ellos.
Grata fue mi sorpresa al encontrar, cara a cara, con un muro inca, muy similar los que observamos en el Cuzco; al lado de él, un moai derribado. Andaba solo, no encontré nadie alrededor para preguntar sobre el origen de este muro de piedra.
Al regresar a Hanga Roa, único pueblo de la isla, me puse a investigar. Fue una sorpresa encontrarme con varias historias, misterios y leyendas acerca del “Muro Inca de Ahu Vinapu”.
Hay muchos indicios que este muro fue construido con la misma técnica que utilizaron los incas. Salvo el material, que es de roca volcánica, todo lo demás calza casi a la perfección con la técnica utilizada por los pobladores del Tahuantinsuyo. El muro tiene la misma inclinación (de 3 a 5 grados), posee el mismo corte y tipo de almohadilla de encaje entre piedras. Además tiene una orientación astronómica que apunta hacia el continente sudamericano.
El historiador Antonio del Busto defiende, a capa y espada, que el inca Túpac Yupanqui tomo conocimiento de la existencia de unas islas lejanas y decidió partir a su conquista. Preparó un gran número de balsas a vela y, junto a mas de 20,000 guerreros, partió a las islas conocidas, en ese tiempo, como Ninachumbi y Auachumbi. Del Busto sostiene que estas dos islas podrían ser Mangareva e Isla de Pascua. La mayor prueba en la que el historiador se avala es que, en Mangareva, existe una leyenda sobre un rey llamado TUPA, quien llego a sus costas en unas balsas de vela llevando oro, cerámica y textilería.
A eso le agrega que en Isla de Pascua se utilizaron algunas palabras quechuas. La corona de piedra rojiza que llevan muchos de los moais de la isla se le llama “puka”, en quechua “puka” significa color rojo. Además los pascuenses cultivaban camote al que llamaban “kumara”, mismo nombre con el que los quechua hablantes de la parte norte de Perú y Ecuador llamaban a este tubérculo.
En 1995, el explorador Thor Heyerdal investigó por meses el archipiélago pascuense y defendió la presencia incaica en la isla basándose en las largas orejas que tiene los moais, muy similares a las orejas que utilizaban los nobles en el Tahuantinsuyo.
Por otro lado, el historiador francés Jean Hervé Daude, afirma que las plataformas de Vinapu están construidas con la misma técnica que fueron levantadas las chullpas de Sillustani en la provincia de Puno, las que fueron, casualmente, construidas en el periodo de Túpac Yupanqui.
Existen otras teorías menos convincentes. Una de ellas es inversa, cuenta que fueron los polinesios los que llegaron a América. Otra, mas difícil de creer, habla sobre la intervención de extraterrestres.
Luego de indagar a profundidad sobre este muro me sigo haciendo la pregunta: ¿Habrán llegado los incas a Isla de Pascua? Hasta el día de hoy sigue siendo uno mas de los grandes misterios que guarda la remota Isla de los Moais.