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Cultura

Un enclave incaico en el sur de Colombia

El municipio de Santiago encierra un enigma que es de interés para la historia, la cultura y, además, para el turismo del sur colombiano y de los Andes en general. Como puerta que es del hermoso Valle de Sibundoy, aúna a sus verdes paisajes, y al torrente del alto río Putumayo que corre a espaldas del pueblo de San Andrés, la presencia de la comunidad indígena Inga, célebre por su constante capacidad viajera y de relación intercultural (demostrada esta en sus estrechos vínculos con la comunidad Kamentzá en aquel valle), y por el hecho de portar una lengua y unas costumbres de raigambre kechua, es decir como si fueran el último reducto del estado incaico dentro de la nación colombiana.

El inca Huayna-Cápac y su ejército invadieron los Andes del actual departamento de Nariño hacia principios del siglo XVI, y la ocupación civil y militar de estas nuevas tierras se hizo instalando allí enclaves o “colonias” de mit-máj, que en castellano se traduce como “colonos-soldados”, las cuales eran escogidas entre habitantes del Cuzco o de otros pueblos de plena confianza para la dinastía del Tahuantinsuyo.

Este puede ser el origen de los Inga del Valle del Sibundoy (y hoy municipio de Santiago) puesto que ha quedado el recuerdo- en tal sentido – de su llegada al valle mencionado y,  además, buena parte de sus mitos, leyendas, costumbres e idioma está saturada de la cultura “oficial” del Incario, encontrándose – por los estudios de Tandioy y Levinshon – que hay una fuerte proximidad del kechua de Santiago con un dialecto que se usa – todavía – en la región de Ayacucho (sur del Perú) e, igualmente, respecto de vocablos básicos y la gramática de la “lengua kechua estatal” constituida por la variante dialectal de Cuzco.

Fuera de estos aspectos culturales e históricos que validarían la anterior suposición, es evidente que la selección del lugar para asentar la citada colonia mit-máj no podía ser mejor: es la llave hacia el alto valle y, también, hacia la Amazonía – en dirección a Mocoa – y la cuenca de la Cocha o lago Guamués, así mismo los Andes altos nariñenses. Por otra parte, y de acuerdo a la minuciosa investigación de campo realizada por Isidoro Medina Patiño, el Capac-ñán o “Camino estatal del inca”, proveniente de Funes, el río Verde, y bordeando la parte oriental de la Cocha, salía por Santiago a un sector intermedio entre esta población y la de Sibundoy, para, finalmente, derivar hacia la vía que corre entre Pasto – Tacines – río Juanambú.

Según otro supuesto – aún no sustentado con datos fehacientes – los Ingas provendrían de comunidades kechuahablantes afincadas inicialmente en la actual Amazonìa ecuatoriana, cerca del río Napo (como aún en el presente existen), pero, una vez hecha la verificación lingüística por Fray Marcelino de Castellví, el inga napeño se aleja, en muchos puntos, de un parentesco directo con el inga o “ingano” de Santiago o el similar de Yunguillo.

Otros dialectos kechuas, derivados parcialmente del santiagueño, son el de Yunguillo (Departamentos del Putumayo u del Cauca), el sanandresano (al sur del municipio de Santiago también) y el aponteño (municipio de El Tablón, Nariño) si bien este último procede del más antiguo de San Andrés  y está mezclado con elementos del idioma Kofán (de la familia linguística chibcha o tal vez independiente) hasta casi “des-kechuizarlo” y en tanto que los primeros sanandreseños , ya en el siglo XVII, subieron al valle altiandino desde la alta Amazonía por la orilla del Putumayo, y lo más probable es que eran habitantes del pueblo perdido del mismo nombre (Putumayo, que viene del kamentzá “Ftumaijáy” referente acaso a un mito acuático o de origen), situado en las vertientes surorientales del volcán Patascoy tal y como se relatará en texto aparte y en esta misma página Web.

Hechas estas precisiones, es necesario conocer, también, que los Kamentzá o “sibundoy” o “quillacingas” (a veces llamados “quillacingas de la montaña” por los españoles y, tal vez, por los incas), habitantes del valle homónimo desde por lo menos cuatros siglos antes de la conquista hispana, por alguna circunstancia especial acogieron una plena convivencia con los kechuas allí transplantados no obstante el posterior y rápido derrumbe del imperio o Estado incaico, en el año de 1533, y en toda la zona anadina que aquel ocupaba.

La prueba de esta concertación es que los Inga –llamados “imbá” o “forasteros” por los kamentzá- portan los apellidos de sus vecinos y algunas de sus costumbres, en particular la del ritual del yajé y de otros productos de origen vegetal que tienen un claro origen altoamazónico. En esta página web se publicará, en el momento oportuno, un texto-resumen dedicado a la Comunidad indígena Kamentzá.

Por otra parte, Santiago tenía el primitivo nombre (kamentzá) de Manoy que los Ingas bautizan, a su turno, como “Játun-llájta” (o 3grande población organizada” en kechua), pueblo nativo este que Hernando de Cepeda, Alonso del Valle y un Juan Mansilla, según la crónica del Padre Pedro Aguado, ocuparon, con una pequeña hueste y hacia mediados de 1542, a fin de sujetarlo a la jurisdicción del Distrito de la Villa Viciosa de la Concepción o Villa Viciosa de Pasto (como tal era su otra nominación histórica válida para ese entonces), en tanto que, en el actual sitio de la cabecera del municipio de Sibundoy, existía el pueblo indígena de Tabanok ( que del kamentzá se trdaduce como “el pueblo ancestral” o “pueblo como tal” pero haciendo referencia al mito de origen que se vincula al cerro hoy conocido como “El Tábano” frente a la laguna de la Cocha), y, a los pocos años, se le dio el nombre de “Sibundoy” solamente por gusto de alguno de estos primeros pobladores españoles al hacer remembranza de unos indígenas muy conocidos en las Antillas como “siboney” y que, en los escritos del célebre Fray Bartolomé de las Casas, aparecen con la denominación de “sebondoy” y de “sibundoy”.

Esto lo hicieron –abruptamente- los  nuevos colonizadores ante el hecho inusitado de que el idioma kamentzá (o “quillacinga” que es lo mismo), dada su impresionante capacidad aglutinante (y de conceptos también ??), es el segundo idioma más difícil del mundo (y, definitivamente, el más difícil de hablar entre las lenguas indígenas de América) y nunca lo pudieron adquirir, aún más: jamás lograron entender qué era lo que conversaban ente sí estos indígenas supuestamente dominados o anexados al imperio hispánico o al distrito pastuso españolizado. Luego, ya en la época colonial, Manoy fue cambiado por el nombre de “La Pientísima”, tal vez en honor de alguna advocación de la Virgen María, y, finalmente, Santiago Apóstol de Manoy o, simplemente, Santiago.

Con anterioridad a la llegada de incas y españoles a la región, los kamentzá compartían el valle de la cocha (o “Guamís” en los documentos del siglo XVI) con un grupo de indígenas Sucumbíos (de origen Kofán, al parecer) y otro muy poco conocido que, en la colonia hispánica temprana, fue llamado “lagunas”, casi todos recolectores y hortícolas, y que hablaban un idioma diferente al de los quillacinga o kamentzá y al kechua, tal vez el Andakí ( familia linguística Chibcha-aruak) proveniente de la cuencas de los ríos Mocoa y alto Caquetá. y habitantes que fueron del antiguo pueblo de Patascoy, situado en las faldas suroccidentales del volcán del mismo nombre que miran hacia la Cocha, y al cual el cronista Cieza de León –después de su paso por Pasto en 1547- menciona, erradamente, como “Pastoco” y sobre el cual se puede consultar el texto que hemos titulado “El pueblo perdido de La Laguna”.

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