Chile y Perú decepcionaron con un opaco empate sin goles en el debut de Copa América. Un clásico alimentado por el morbo de Ricardo Gareca, quien cambió de bando allí donde no se admiten los renuncios
En julio del 2018, la municipalidad de San Miguel -comuna limeña cercana al aeropuerto Jorge Chávez- inauguró una estatua en honor al técnico Ricardo Gareca, quien había clasificado a la selección peruana al Mundial después de 36 años de ausencia. Cuando el argentino firmó por La Roja, los concejales decidieron destruirla, pero cinco meses después el monumento seguía en pie para cuando ambas escuadras se enfrentaron en una nueva reedición del Clásico del Pacífico en la Copa América.
La rivalidad centenaria tiene un nuevo condimento, toda vez que Gareca fue clave para que Chile, luciendo su generación dorada, se quedara al margen de los mundiales de Rusia y Qatar, mientras Perú no solo obtenía sus mejores resultados en décadas, sino que brillaba en las últimas ediciones de la Copa. Pero en el estadio de Arlington, Texas, el duelo transitó más por la fricción y la violencia que por el buen fútbol.
Los del Rimac celebraron el empate sin goles como si fuera una victoria, pese a que otra vez tuvieron problemas para generar situaciones de gol. Chile no lució el juego fresco y ofensivo que había marcado los primeros pleitos amistosos, donde marcó ocho tantos en tres partidos e hizo olvidar que en esta convocatoria no están ni Arturo Vidal ni Gary Medel, protagonistas absolutos de la selección en los últimos quince años, marginados por Gareca de la nómina final con que afrontaría el certamen en los Estados Unidos.
En un grupo que completan Argentina y Canadá, las dudas superan a las certezas en el análisis del juego. Más aún en el caso de los chilenos, por la generación del juego, que otra vez radicó en el desorden de Alexis Sánchez, malhumorado y hosco con sus compañeros en la frustración de no poder asociarse con el resto de los atacantes.
Gareca ha insistido en que su misión es clasificar a la Copa del Mundo del 2026, por lo que la Copa América es sólo un campo de experimentos. Pero la expectativa generada sobredimensionó a los encargados de reemplazar a Vidal y Medel. Diego Valdés, campeón con el América de México; Víctor Dávila, figura en el CSKA de Rusia y Marcelino Nuñez, volante del Norwich de la Championship prometían reeditar una fórmula veloz y profunda para sostener el ataque, pero no pudieron con la férrea marcación impuesta por el uruguayo Jorge Fossati, un experimentado entrenador que se hizo cargo de la era post Gareca. Tarea ingrata por la herencia dejada por El Tigre, quien transformó, en sus ocho años de gestión, el fútbol peruano, quien no pudo renovarle contrato por el alto costo de sus pretensiones.
Como pocas veces el Clásico del Pacífico generó tantas expectativas. Una rivalidad que mantendrá en vilo la definición del grupo A, donde los campeones del mundo, comandados por un Messi que juega casi de local, son los grandes favoritos. Fuera de la zona de clasificación a la Copa del Mundo, Chile y Perú jugaron con los dientes apretados, pero con la certeza que la gran batalla se librará cuando se reanude al camino en septiembre, aunque en Arlington, Dallas, quedó en claro que jamás estarán dispuestos a regalar un centímetro.