“Gu Ailing, jiayou [vamos]! 1, 2, 3, 4… ¡Dios mío!”. Son las palabras de los comentaristas chinos en el vídeo que inunda este martes las redes sociales del país más poblado del planeta. La esquiadora de 18 años Eileen Gu, conocida en China por su nombre en mandarín, Ailing, ganó su primer oro olímpico en la modalidad de big air en esquí acrobático. La joven esquiadora es un imán mediático que ha acaparado los focos nacionales e internacionales no solo por sus indudables habilidades deportivas, sino también por su historia: nacida y criada en San Francisco, pero de raíces chinas, Gu compite en representación de la bandera roja de cinco estrellas en lugar de su Estados Unidos natal, una decisión tomada en un contexto marcado por las mayores tensiones en las relaciones bilaterales Pekín-Washington en décadas.
Eileen no ha defraudado a su más que exigente afición en la capital china a pesar de partir con desventaja tras las clasificaciones para la final femenina de big air. La Princesa de las nieves ha arrebatado con su tercer y último salto el metal dorado a la campeona el mes pasado de los X Games en Aspen (Colorado, EE UU), la francesa Tess Ledeux. Con un doble 1620 (salto que implica realizar cuatro volteretas en el aire y aterrizar de espaldas), Gu ha ganado “en casa” esta modalidad que, al igual que ella, debuta en unos Juegos de Invierno. “No me lo puedo creer. Nunca había intentado antes este salto. Me dejé llevar por el momento y solo quise disfrutarlo”, admitió.
Para consagrar su victoria, la joven deportista ha tenido que lidiar con una enorme presión por el hecho de que compite ante un público que la idolatra, y perseguida por la polémica de por qué cambió de bandera con 15 años. Nacida y criada en San Francisco por su madre y su abuela –de su padre solo se conoce que es estadounidense–, Gu, que lleva el apellido materno y habla un perfecto mandarín, tomó la decisión de competir por China en 2019, tras haber ganado en la categoría de slopestyle el Campeonato Mundial de Esquí Acrobático en Italia, representando a Estados Unidos.
“La oportunidad de inspirar a millones de jóvenes durante los Juegos Olímpicos de Invierno Pekín 2022 promocionando el deporte que amo, en la ciudad donde nació mi madre, es única en la vida. A través del esquí espero unir a la gente, promover el entendimiento, crear comunicación y forjar amistad entre naciones. Si puedo inspirar a una niña a romper barreras, mi sueño se habrá hecho realidad”, expresó en su cuenta de Instagram cuando optó por abandonar el equipo estadounidense, en plena guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo.
Su elección de enseña nacional la ha convertido en una figura que despierta sentimientos diametralmente opuestos: mientras en el gigante asiático la idolatran y la miman, la prensa y muchos aficionados estadounidenses la critican con rudeza acusándola de anteponer intereses comerciales a su auténtica procedencia, en detrimento de la nación en la que se formó como atleta y donde continuará sus estudios universitarios.
Ella, todavía sin la madurez política que muchas veces se les exige a las figuras públicas olvidando que son adolescentes, se ha mantenido al margen de las fricciones políticas. Probablemente siguiendo consejos de su círculo cercano más que por convicción, ante la insistencia de algunos medios, ha evitado en todo momento posicionarse sobre los presuntos abusos del Gobierno chino contra la minoría étnica uigur en Xinjiang o las protestas de Hong Kong, asuntos que llevaron a Estados Unidos a iniciar un complot diplomático contra los Juegos.
“Cuando estoy en Estados Unidos, soy estadounidense; cuando estoy en China, soy china”, ha zanjado en reiteradas ocasiones. No está claro cuál es su situación migratoria, puesto que China no reconoce la doble nacionalidad y el Comité Olímpico Internacional exige a los atletas tener pasaporte del país al que representan. Su caso podría haberse visto amparado por la ampliación de la normativa en 2020 de conceder el permiso de residencia permanente a los extranjeros que hayan alcanzado reconocimiento internacional en áreas como deportes, ciencia y cultura.
Lo que sí es evidente es que China adora a Gu Ailing. Su rostro protagoniza la mayoría de campañas publicitarias en las calles de la capital: esquiando, promociona la mayor teleoperadora del mundo, China Mobile; vistiendo un tradicional qipao, anuncia al gigante del comercio electrónico JD.com; también posa bebiendo café Lukin Coffee, la competencia china de Starbucks; por la noche, su imagen con equipos de la tercera mayor marca deportiva del planeta, Anta Sports, ocupa una enorme pantalla que ilumina un popular centro comercial. Ha aparecido recientemente en portada de las ediciones chinas de Vogue, Cosmopolitan y en InStyle.
Mientras, en occidente su valor también sube como la espuma: es imagen de Louis Vuitton, Tiffany’s y Victoria’s Secret y ha sido invitada a las últimas ediciones de la Semana de la Moda de París y a la MET Gala de Nueva York. De acuerdo con The Economist, un contrato publicitario con la adolescente supera los dos millones de dólares. Según la revista británica, Gu se embolsó en 2021 más de 15 millones de dólares, cifra que la convierte en la tercera deportista con mayores ingresos anuales, por detrás de las tenistas Naomi Osaka y Serena Williams, en gran parte gracias a esa condición de estrella de sus más de 20 patrocinadores chinos.
Con tan solo 18 años, su historial deportivo como estrella no deja lugar a debates. Desde que irrumpiera en las competiciones internacionales, ha sido la atleta que más dominio ha ejercido sobre sus oponentes en los últimos años en las tres modalidades olímpicas de esquí acrobático en las que compite. Medalla de oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud Lausana 2020 en las categorías de big air y halfpipe, y de plata en slopestyle, Gu ha sido, además, la primera mujer en realizar un doble 1440 (figura de cuatro rotaciones de 360 grados y dos saltos mortales a más de 20 metros de altura) y la primera china en ganar en los X Games el pasado enero, donde se impuso en superpipe y slopestyle, y se colgó el bronce en big air, actuación que le valió para ser la única esquiadora que ha logrado tres metales en su debut en el cuarto de siglo de historia de esta competición. Es, por si fuera poco, la actual campeona mundial de halfpipe y slopestyle, modalidades en las que partirá como gran candidata al más alto escaño del podio la próxima semana en Pekín.
Fuente: El País